"UN AMOR PROHIBIDO QUE NO MUERE
Kostas conoce a Athina, la hijastra de su hermana, en una boda. Es amor a primera vista, pero la edad y la relación familiar lo convierten en un tabú.
Cinco años después, Athina es secuestrada y Kostas se convierte en su héroe. El amor sigue vivo, pero el pasado y los prejuicios amenazan con separarlos.
¿Podrán superar las barreras y luchar por su amor?
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Capítulo Dos
Kostas estaba muy nervioso; no entendía por qué esa pequeña lo descolocaba tanto. A pesar de que ya tenía 39 años y un divorcio en trámite, jamás se había sentido como un adolescente viendo por primera vez a la chica nueva del instituto. Era una sensación muy extraña, que ni siquiera con su exesposa, la hermosa modelo mexicana Alicia Del Castillo, sintió.
¿Amor a primera vista? Pensó Kostas, pero rápidamente alejó esos pensamientos de su mente. Ella es 22 años menor que él; es una niña. Además, es la hija de su socio, su mejor amigo, y ahora es la hijastra de su hermana Alondra. Como ella le dijo, es su tío Kostas.
Se sintió un pervertido y eso lo tenía mal. No era correcto. ¿Que le pasaba?
—Hermano, ya es hora de irnos para nuestra luna de miel. Te íbamos a pedir un favor. Mañana Athina debe volver al internado. Será posible que ella se quede contigo y Constantin en la mansión y tú mañana la llevas al internado, por favor. ¿Si? —Su hermana Alondra le pidió el favor.
Kostas no se podía negar ante el pedido de su hermana. Aunque sentía que no debía, no fue capaz de decirle que no. Pero la que si estaba feliz de ir con Kostas a su mansión era Athina.
Llegaron al salir de la boda y la chica miraba asombrada todo a su alrededor. Era una majestuosa mansión en el sector más exclusivo de Atenas, con un estilo corintio que denotaba el lujo y el buen gusto de su dueño.
—Bienvenida. Ya le digo a mi ama de llaves Adriana que te enseñe la habitación que vas a ocupar esta noche. —Entraron juntos al gran vestíbulo y allí se presentó el ama de llaves de la mansión y se llevó a la chica para que descansara.
Athina se sintió triste; ella quería estar más tiempo con su tío Kostas, pero entendió que era tarde y él debía de estar cansado, por lo que lo más razonable es que descansara. Ya mañana es otro día y podría hablar un poco con él antes de que se fuera de nuevo al internado.
Athina admiraba a Kostas; cada que salía de vacaciones se extasiaba escuchando a su padre hablar de su gran amigo Kostas. Lo idealizó; cuando se enteró de que se había divorciado, fue un gran alivio para ella. No entendía por qué lo hacía, pero algo en su interior le decía que Kostas iba a ser alguien muy importante para ella.
Al día siguiente, Athina se levantó temprano, se colocó su uniforme y bajó al comedor a desayunar, donde ya la esperaba Kostas.
Este, al ver a la hija de su mejor amigo, a la hijastra de su hermana, se sintió como un depravado al no dejar de ver a la chica con ese informe de colegiala. Rápidamente desvió la mirada, pues se había quedado absorto con la belleza natural de Athina y con esa falda mostraba sus hermosas piernas y él quería ver más. Alejó esos pensamientos. Es una niña, pensaba, y como si un alfiler hubiera pinchado la burbuja en la que estaba, la voz de Athina lo aterrizó en la tierra.
—Kalimera, tío Kostas. ¿Cómo amaneciste? —Cuando Kostas iba a responder, Athina le dio un beso en cada mejilla y lo abrazó.
—Kalimera, Athina amanecí bien, ¿y tú? —pudo por fin responder, mientras Athina se sentaba a su lado.
—Muy bien, tío, feliz de por fin conocerte. —Adriana sirvió el desayuno y en ese momento llegó un muy sonriente Constantin.
—Kalimera a todos. Hola, hermanita, ¿cómo dormiste? ¿No extrañaste los catres del internado? —Constantin, el sobrino de 19 años de Kostas, saludó muy efusivamente a la invitada y esto incomodó a Kostas, pues veía cómo los dos jóvenes se llevaban tan bien, apenas habiéndose conocido ayer en la boda de su hermana. Pensó que ellos sí podían ser algo más que hermanastros, pues se llevaban escasos dos años. Eran jóvenes y libres.
—Jajaja, y cómo sabes que en los internados hay catres. ¿Acaso has entrado a alguno a robarte alguna chica? —Athina le seguía el juego a Constantin, disfrutando el desayuno.
—Qué graciosa eres, Athina, me caes bien. Cuando salgas del internado te voy a invi... —Constantin fue interrumpido por la voz enojada de su tío Kostas.
—Athina, termina rápido el desayuno que debo llevarte al internado. —Kostas interrumpió abruptamente la conversación de los jóvenes y se paró de su silla para esperar a Athina en el auto.
Athina asintió al pedido de Kostas y se apuró a terminar el desayuno sin notar el enojo de Kostas. Pero Constantin, que fue criado por su tío, y conoce cada gesto de él, pudo notar un atisbo de celos y de impotencia en su voz y su actitud.
Mientras tanto, Kostas, en el auto esperandola junto a su chófer, se sorprendía por cómo había actuado. No entendía qué pasaba con él; es inmadura su actitud. ¿Qué tiene esa niña que lo ha descolocado en tan solo unas horas de haberla conocido? Solo deseaba llevarla a ese internado y no volverla a ver jamás.
La distancia de Atenas a Olimpia es de tres horas y media; en ese lapso de tiempo hicieron una parada en la carretera y Athina, ignorando las señales del malhumorado Kostas, hablaba y hablaba sin parar.
En este monólogo, Kostas conoció a Athina, que le contó cómo se enteró de que tenía un papá con la muerte de su madre, que este la fue a buscar un día donde su abuela y le propuso llevarla al internado del Byron College, que es un colegio internacional. Allí aprendería y poco a poco se conocerían como padre e hija sin imponerle la presencia de un desconocido.
Athina cumplió el pedido de su padre de estudiar en el mejor colegio de Grecia y dos veces al año viajaban juntos al destino que Athina decidiera.
Athina describió los lugares con gran entusiasmo, luego puso algo de música y canto. Después de que comieron algo en el camino, Athina, ya cansada se durmió y Kostas se permitió por fin detallar su hermoso rostro. Era una hermosa niña y eso lo tenía loco. No podía mirarla con otros ojos que los de un tío y su sobrina.
—Athina Despierta, ya llegamos. —Kostas le daba pequeños toques, deseando no asustarla al despertarse. Pero Athina no despertaba, por lo que la tuvo que cargar. Inmediatamente la tomó en sus brazos; el olor de su cabello fue el aroma más delicioso que haya olido jamás. Ni el olor del café que amaba ni el olor de los libros se comparaban al de Athina. Su chófer se apresuró a abrir la puerta del instituto y, cuando llegaron a la recepción, todas las miradas de las estudiantes y las profesoras se dirigieron a ellos. Obviamente, no estaba bien visto que una señorita fuera cargada de esa manera, a no ser que el que lo haga sea un familiar directo.
Muchas felicidades mi querida autora,