Precuela de la saga colores
Emiliana Roster quedará atrapada en un matrimonio impuesto que sus hermanos arreglaron para salvarla del despiadado Duque Dorian Fodewor. Creyendo que todo fue una conspiración para separarla del que creía ser el hombre de su vida, intentará luchar en contra de lo que siente por Lord Sebastian, el desconocido que ahora es su esposo.
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22. El viaje
...EMILIANA:...
— ¿Cuánta ropa va a empacar? — Preguntó la doncella cuando me estaba alistando para salir, no había amanecido cuando decidí que iríamos a la hacienda de Lean y Sebastian no objetó, marchando también a empacar, salir temprano para llegar a tiempo era lo mejor, ya que en esa temporada había muchos viajeros y las posadas estaban llenas, esperaba encontrar alguna con un cuarto disponible, porque el viaje duraba dos días.
— Solo una valija — Dije, mientras me colocaba el abrigo y los guantes — En la hacienda tengo más ropa.
— Gracias, mi señora, por darme estos días libres.
— No es nada, en estás fechas tienes que estar con tu familia — Le dije, ajustando los botones de mi abrigo.
— Muchas gracias — Dijo mientras terminaba de doblar la ropa.
Bajé junto a la doncella y dejé el equipaje en el vestíbulo para que los sirvientes lo llevaran al carruaje.
No tenía pensado ir a pasar las fiestas junto a mi familia, pero estar lejos me ayudaría a pensar bien las cosas. Estaba dolida y muy preocupada, Sebastian podía amarme, pero una vez se enterara de que tenía un hijo con esa mujer, él me dejaría. Un hijo no era cualquier cosa, era para toda la vida, un pedazo de su ser. Tenía que decirle pronto, pero tenía miedo de que eso nos separara, porque él era un buen hombre e iba querer asumir su responsabilidad como padre y eso incluía quedarse al lado de la mujer que le dió su primer hijo.
También estaba muy dolida por Sebastian, porque él me mintió y ocultó lo de la carta, a pesar de que me aseguró que no pensaba buscar a su primer amor, yo no podía creerle del todo.
Seguramente lo estaba considerando, no quería lastimarme más, por eso lo ocultó, sabía que esa mujer no estaba del todo en el pasado de Sebastian, porque a pesar de que me dijera que me amaba, no cambiaba el hecho de que conservó la carta y no me dijo nada.
De no haber descubierto el sobre por mi misma, seguiría sin saberlo.
Sebastian volvió a decepcionarme y a hacerme sentir como si no fuese importante para él, como si siguiera despreciando la idea de que yo fuese su esposa.
Eso hacía que me cuestionara si sus sentimientos por mí fuesen verdaderos, tal vez era pura lástima.
Mi esposo salió de uno de los pasillos, con Miguelo, le ordenó sacar las valijas y salí de mis pensamientos.
El sirviente cargó las dos valijas y Sebastian se aproximó a mí.
— ¿Todo listo? — Me frotó los brazos y asentí con la cabeza — ¿Estás bien? — Observó mi rostro.
— Lo estoy.
Le diría después del festival, le diría que tenía un hijo, disfrutaría esos últimos momentos a su lado, de forma simple, ya que estaba segura de que no podríamos consumar el matrimonio y eso era otra cosa que nos condenaba a ser infelices.
— No parece — Estrechó sus ojos — Emi, no quiero que sigas triste por mi culpa, se que cometí un enorme error, pero quiero que entiendas que te amo a ti — Tocó mis mejillas con sus manos cubiertas por los guantes.
— No te preocupes Sebastian, vamos a disfrutar del viaje — Le aseguré y me sonrió.
— Claro, disfrutaremos de ello.
El mayordomo abrió la puerta para qué Miguelo saliera, pero la marquesa entró.
— Madre ¿Qué haces aquí tan temprano? — Preguntó Sebastian, muy extrañado — ¿Sucedió algo?
La Marquesa Celia se aproximó — Oh ¿Se van de viaje? — Nos observó a ambos.
Hice una reverencia — Buenos días, marquesa.
— Oh, disculpa madre que no avisé antes, olvidé por completo mandar una carta para informar que pasaremos el festival en la hacienda de viñedos del Conde Lean Roster — Dijo Sebastian, rodeando mi cintura y me tensé — Es un viaje un poco largo así que debemos partir pronto.
— Entonces, vayan, buen viaje hijo.
— Madre, no me puedo ir así sin saber la razón de esta visita mañanera ¿Y eso qué vienes sola? ¿Sucedió algo a mi padre o a Leandro?
Ella sacudió su mano — No, no ha sucedido nada malo.
— Podemos ir al estudio si prefieres.
— No, es una tontería — Dijo, entonando una expresión despreocupada — No deben atrasarse en su viaje, deben marchar pronto, te diré cuando vuelvas. No quiero molestar en su partida.
— Madre, no es ninguna molestia — Insistió Sebastian — Con gusto puedo atenderte antes de partir.
La marquesa Celia se tornó un poco nerviosa.
— No, no, vayan tranquilos, vendré cuando vuelvan.
— Nos tardaremos un poco en volver, no me iré hasta que me cuentes — Dijo él, insistente — ¿A caso pasó algún percance con mi padre?
La marquesa se tensó — No, para nada — Sacó una carta — Ya que insistes, abre esto durante la última noche del año — Otra carta y me terminaría comunicando por señales de humo, siempre que había un sobre cerca de mí, significaba algún problema y definitivamente ya tenía suficiente.
— Madre, si se trata de algunas escrituras no voy a...
— No son escrituras, es la razón por la que vine — Dijo ella, con expresión firme, Sebastian tomó el sobre.
— Lo abriré el último día del año.
— Gracias, hijo, ahora si, vayan — Dijo, nos dió un abrazo, primero a su hijo y luego a mí — Buen viaje y pasen una buena festividad, me saludas a tu madre — Me acarició la mejilla.
— Gracias, igualmente para usted, que disfrute de las festividades.
— Hasta luego, madre — Sebastian guardó la carta en su bolsillo y caminamos hacia afuera — ¿Trajiste tu propio carruaje?
— Claro, no pensaba venir caminando en pleno invierno — Aseguró la señora, con una sonrisa agradable.
Salimos de la mansión y subimos al carruaje de viajes largos.
Empezamos el camino, Sebastian se sentó a mi lado y rebuscó dentro del abrigo para sacar la carta que su madre le entregó.
— ¿Vas a abrirla? — Le pregunté, él observó el sobre, no tenía ninguna dirección.
— No, no puedo desobedecer a mi madre — Tenía el rostro preocupado.
— ¿Piensas que sea algo malo?
— No lo sé, mi madre jamás vino sola a la mansión, mi padre no la deja salir sin él, se me hace extraño que haya venido y a tan tempranas horas — Su ceño se frunció.
— Debe ser algo importante — Comenté, cerrando la ventanilla para que frío no se colara dentro.
— Estoy seguro de ello — Seguía preocupado cuando volvió a guardar la carta.
— ¿Qué crees que sea?
— Mi madre siempre ha vivido a la sombra de mi padre, es una esposa sumisa y callada en su mayoría, me preocupa que mi padre se este aprovechando de eso — Gruñó y me estremecí.
— ¿Aprovechando? — Me quedé impactada.
Que Sebastian hablara así de su padre se me hacía muy fuerte, significaba que no era el padre ejemplar, se veía muy tradicional, pero no pensé que fuese un abusivo con su esposa.
— No, Emiliana, no quiero preocuparte, solo son mis ideas — Cortó, un poco apenado — Es que mi padre es como la mayoría de los nobles, tiene amantes y puede que hasta hijos bastardos.
— Eso está mal, si tienes hermanos tienen que tener el mismo derecho que tú.
— No, no funciona así, mi padre puede darles manutención, pero jamás reconocerlos ante la sociedad, porque nacieron fuera del matrimonio, tampoco es seguro que los tenga, mi padre, mantiene esa vida en privado. Es lamentable, pero la mayoría de los nobles pueden hacer ese tipo de cosas y no se les cuestiona.
¿Y si Sebastian sabía sobre su hijo? No, Sebastian no era como su padre, él era bueno y si supiera de su hijo, estaba segura de que saldría en seguida a buscarlo.
— ¿Entonces por qué piensas que puede estar aprovechandose de tu madre? — Insistí y negó con la cabeza.
— Mi padre siempre se quejaba de la infertilidad de mi madre, no estaba conforme por tener solo dos hijos y a menudo encontraba a mi madre llorando a escondidas— Confesó y su expresión se llenó de firmeza — Esto no se lo he dicho a nadie, pero mi padre obligaba a mi madre a cumplir con sus deberes matrimoniales y estoy seguro de que lo sigue haciendo.
Me cubrí la boca — Eso es horrible.
— Lo sé, por eso me preocupa la aparición repentina de mi madre.
La marquesa se veía agradable, me entristecía que pudiera estar sufriendo por culpa de su esposo.
— ¿No puedes hacer nada para ayudarle?
— Lamentablemente, son un matrimonio y no es considerado delito lo que un esposo le haga a su esposa a puerta cerrada — Dijo y me sentí muy disgustada — Así es la sociedad.
— Es una pena, no debería ser así, las esposas no somos objetos.
— Por supuesto, pero la mayoría lo piensa así.
— Quiero ayudar a tu madre — Comenté y me observó desconcertado — Si está sufriendo, tenemos que ayudarla.
Me sonrió — Eres muy noble, pensaremos en algo — Accedió y observé por la ventanilla.
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Anocheció y el frío aumentaba más el agotamiento, encontramos una posada de paso y Sebastian bajó para preguntar se había algún cuarto disponible. Había mucho viajeros y el camino estaba un poco difícil.
Al menos tocamos con suerte y mi esposo me ayudó a bajar del carruaje.
Me metí en la posada, que era una especie de cabaña con varios corredores y habitaciones con chimeneas para calentarse.
El pasillo y el vestíbulo estaba muy atestado de viajaremos, pero conseguimos un cuarto pequeño.
Solo me cambié las ropas y me metí bajo las mantas.
Sebastian hizo lo mismo después de una cena ligera pero bastante caliente.
Una sopa de carne de pollo.
Nos acostamos y él me abrazó.
— Emiliana, se que todavía estás disgustada y te noto diferente conmigo — Insistió, besando mi mejilla — No piensas decirme que fue lo que pasó cuando fuiste a ver a Rossan.
— Ahora no quiero hablar de eso, se supone que este viaje es para distraernos, no para recordar que nuevamente, tuvimos un conflicto — Suspiré dentro de las mantas, estábamos arropados hasta la cabeza, ya que el frío era más denso.
— ¿Cuándo vas a perdonarme? — Su aliento cálido rozó mi cuello.
— Sebastian, el viaje fue agotador, todavía queda camino, ya tendremos tiempo para hablar.
— Emiliana, nuestro matrimonio está incompleto, siempre sucede algo que nos separa y volvemos al punto de inicio, ya me estoy cansado, quiero a a mi esposa de forma completa, necesito de ti, quiero hacerte el amor hacía sea en una pared — Gruñó, con su voz gutural y su dureza contra mi costado.
¿En una pared? No pude imaginar eso.
Me tensé y atrapé su boca para sentir un poco de alivio, me mordió los labios y los succionó.
— Emiliana...
— Haremos el amor, pero no será en esta posada — Dije, rompiendo el beso y soltó un gruñido de protesta — No olvides que todavía estoy disgustada.
— Por ti, esperaría toda una eternidad — Besó mi cuello y bajé mi mano, la metí dentro de su pantalón para darle un poco de alivio.
Acaricié de arriba hacia abajo y soltó un gruñido.
Se tensó y jadeó mientras lo acariciaba con más prisa, mientras me imaginaba con aquella cosa tan dura y larga dentro de mí, mi cuerpo sufrió estragos.
Necesitaba de Sebastian como él de mí.
Sentí algo húmedo que salpicó mi mano.
Era una egoísta, pero quería a mi esposo solo para mí, al menos por un tiempo más.
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Llegamos a la hacienda y el capataz abrió la reja para nosotros, el señor Roberto era un anciano muy querido que conocía desde mi infancia.
Al bajar lo saludé.
Las tierras de mi hermano estaban regidas por una casa de estilo antiguo que tenía columnas en un patio amplio y dos pisos, era enorme y con techo de tejas y largas ventanas.
Todo a su alrededor eran sembradíos de uvas y también había bodegas donde se preparaba el vino, aunque en invierno lucía un poco gris y muerto, en primavera era un paisaje hermoso.
Sebastian se quedó observando.
— Señorita Emiliana, un gusto volver a verla — Me saludó el señor Roberto — Es toda una mujer.
Me reí — Gracias, Roberto — Tomé a Sebastian de la mano — Él es mi esposo, Lord Sebastian Mercier.
— Oh, pero que maravillosa noticia — Se alegró y estrechó su mano con Sebastian.
— Lord Sebastian Mercier, un placer conocerlo.
— Soy el señor Roberto, capataz de la hacienda.
— Un gusto, Señor Roberto.
— Ya es toda una lady, señora Emiliana — Dijo el anciano y me sonrojé.
— Así es ¿Mi hermano y mi madre ya llegaron?
— Sí, están adentro, pasen — Dijo, abriendo la puerta principal para nosotros.