"Ash, cometí un error y ahora estoy pagando el precio. Guiar a esa alma era una tarea insignificante, pero la llevé al lugar equivocado. Ahora estoy atrapada en este patético cuerpo humano, cumpliendo la misión de Satanás. Pero no me preocupa; una vez que termine, regresaré al infierno para continuar con mi grandiosa existencia de demonio.Tarea fácil para alguien como yo. Aquí no hay espacio para sentimientos, solo estrategias. Así es como opera Dahna." Inspirada en un kdrama. (la jueza del infierno)
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Error
Nicolás se despertó y, al mirar a su lado, notó que Amara ya no estaba. Frunció el ceño, sorprendido y ligeramente molesto. Aunque su vida personal había pasado a un segundo plano desde que asumió la presidencia de la empresa, sabía que su madre insistía en presentarle candidatas “adecuadas” para que retomara el interés en citas y posibles relaciones. Sin embargo, la noche anterior, Amara había aparecido en la habitación del hotel donde su madre había organizado una cena. Nicolás, sin detenerse a verificar quién era, había asumido que ella era la persona con quien su madre había pactado la cita y, por primera vez en mucho tiempo, decidió seguirle el juego. Ahora, con la habitación vacía y sin ella, aquella noche quedaba en el aire, un tanto ambigua.
Sin querer darle más vueltas al asunto, se dirigió a su penthouse para ducharse y prepararse para el día. Tenía una agenda apretada, y si bien su puntualidad solía ser impecable, hoy iba justo de tiempo. Mientras salía de la ducha con una toalla alrededor de la cintura, el teléfono vibró. Al ver el nombre de su madre en la pantalla, dejó escapar un suspiro. No era difícil adivinar que esa llamada iría llena de preguntas.
—Sí, mamá, dime —contestó en tono neutro, tratando de no dar muestras de cansancio.
—¡Nicolás! ¿Dónde has estado? Te he estado escribiendo toda la noche y no me respondiste ni uno de los mensajes. ¿Qué está pasando? —preguntó su madre al otro lado de la línea, en un tono que alternaba entre la preocupación y el reproche.
Nicolás intentó mantener la calma. —Tranquilízate, mamá. Pareces a punto de tener un ataque. Anoche estuve en el hotel, ¿recuerdas? Tú misma organizaste esa cita —respondió con un deje de exasperación, queriendo zanjar el tema.
Hubo un breve silencio, seguido de un suspiro cargado de frustración por parte de su madre.
—Nicolás, no me mientas. Sabes que odio las mentiras —dijo ella, ya evidentemente molesta—. No estuviste en ninguna cita porque Sandra, tu cita, no pudo llegar al hotel. Su padre se sintió mal de repente, y ella tuvo que llevarlo al hospital.
La sorpresa se reflejó en el rostro de Nicolás. —¿Sandra? —repitió, genuinamente confundido.
—Sí, Sandra. La persona con quien te organicé una cita —respondió ella, su tono firme y acusador.
Nicolás frunció el ceño y dejó escapar una risa seca. Las piezas empezaban a encajar en su mente. Anoche, cuando Amara entró en la habitación, él había asumido automáticamente que se trataba de la persona con quien su madre había pactado la cita. No había habido presentaciones ni tampoco le había importado mucho; para él, el hecho de que alguien estuviera en la habitación indicaba que su madre había cumplido con su insistencia en “presentarle a alguien”. Aclarado el malentendido, decidió ser honesto, aunque no tenía intenciones de dar muchos detalles.
—A ver, mamá, estuve en una cita, eso es verdad… pero, definitivamente, la persona que estuvo conmigo anoche no era Sandra —respondió, con un tono algo divertido.
La reacción de su madre no tardó en llegar. —¿Qué quieres decir? ¿Has conocido a alguien y no me lo has contado? ¿Por eso no querías ir a la cita con Sandra? —preguntó, casi emocionada por la posibilidad de que su hijo finalmente tuviera algún interés en otra cosa fuera del trabajo.
—Mamá, hablamos cuando te vea, ¿te parece? Ahora debo colgar, ya ha llegado Maximiliano, y tengo algunos asuntos urgentes que atender —dijo Nicolás, buscando una salida para cortar la conversación.
Sin darle tiempo a más preguntas, colgó y dejó que el silencio volviera a la habitación. La insistencia de su madre le resultaba algo agobiante, aunque entendía que ella solo quería lo mejor para él, creyendo que un compromiso podría darle estabilidad. Nicolás, sin embargo, consideraba que su prioridad era la empresa. No estaba en sus planes una relación ni mucho menos formar una familia en ese momento. Desde que asumió la presidencia, cada uno de sus días giraba en torno al trabajo, y el éxito empresarial era, para él, su único propósito.
En ese momento, Maximiliano, su amigo y mano derecha en la empresa, entró al penthouse con una expresión divertida en el rostro.
—¿Interrumpo algo? ¿Con quién hablabas tan temprano? —preguntó, con una sonrisa de complicidad.
—Con mi madre. Anoche, al parecer, hubo un pequeño error con respecto a la cita que me organizo para resumir, ni siquiera llegué a conocer a la persona en cuestión. Terminé pasando la noche con alguien diferente —respondió Nicolás, encogiéndose de hombros sin darle importancia.
Maximiliano soltó una risa. —¿Algún día te tomarás en serio esas citas que tu madre organiza? Debe estar agotada de verte esquivar cada compromiso.
—Probablemente. Pero ya la conozco: si dejo que una sola cita tenga éxito, querrá que me case al día siguiente. Y para ser sincero, mi única prioridad ahora es la empresa. Aún tengo mucho que hacer —respondió Nicolás, con una determinación que no dejaba lugar a dudas.
—Hablando de compromisos serios, tenemos la reunión con el grupo inversor a las diez. Necesitamos que estés presente; ya sabes que tu palabra es la que más consideran —recordó Maximiliano, devolviendo a Nicolás a la rutina laboral.
—No te preocupes, estaré listo. Y después de la reunión, quiero revisar los contratos pendientes antes de presentarle el proyecto al consejo —añadió Nicolás, volviendo a su tono habitual y profesional.
A medida que se alistaba para la jornada, el malentendido de la noche anterior pasó a un segundo plano en su mente. Aunque comprendía las expectativas de su madre y el deseo de verla feliz, él sabía que no tenía tiempo para nada más que no fuera su trabajo. Su mundo giraba en torno a la empresa, y cualquier distracción, incluso una cita, quedaba fuera de su agenda.