Claret es una chica con deudas hasta el cuello que intenta superarse, no descansará hasta encontrar un trabajo y dejar su vida de penurias atrás, en su camino se topará con Cillian un hombre millonario que oculta su vida de mafioso detrás de su apariencia de CEO. ¿Qué sucederá cuando sus mundos se entremezclen? Descúbrelo ya. (+18)
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Capítulo 22
...CILLIAN:...
La sostuve de la mandíbula mientras me alejaba un poco de su boca.
— Fui muy flexible con usted, le dejé ver a su amiga a pesar de que en primera instancia no lo tenía permitido — Gruñí contra su boca y su respiración se atoró — Abusó de ese privilegio y merece castigo — Me observó, sus ojos estaban brillantes y esa condenada boca se apretó en una línea — No puede objetar a eso porque sabe que tengo razón.
— Aún así...
Coloqué un dedo en su boca.
— No tiene derecho a protestar. No quiero oír otra justificación, no debió ir a esa discoteca y lo sabe, actuó como una adolescente rebelde, los medios tendrán razón al decir que me comprometí con una adolescente y más al ver esas fotos de mí sacándola a la fuerza de esa discoteca.
Bajé mi mano hacia sus pantalones y lo desabotoné.
Menos mal que se le ocurrió llevar ropa decente, porque si hubiera enseñado un mínimo de piel en ese antro lleno de babosos, hubiera mandando a volar ese lugar en pedazos y a ella le habría dado nalgadas hasta que se me cansara la mano.
Metí mi mano dentro y toqué.
Se sobresaltó, haciendo un gesto.
— ¿Todavía le duele? — Pregunté, a pesar de eso estaba humedecida.
— Un poco...
Le di besos en las mejillas.
Toqué con cuidado y gimió, cerrando sus ojos.
— ¿Estás húmeda por mí o por ese imbécil del antro?
Frunció el ceño — ¿Cómo se le ocurre?
Presioné un poco — Responda.
Abrió sus labios y tomó mi brazo.
— Por usted — Jadeó.
Quité mi mano de ella.
— No se merece nada.
Encendí el auto y conduje en dirección al Penthouse.
Con un humor del diablo.
...****************...
El elevador se abrió y salí, aflojando mi corbata con ímpetu.
Claret estaba silenciosa, me quité la chaqueta y la aventé al sofá, junto con la corbata.
Recogí las mangas de mi camisa y desabotoné hasta el pecho.
— Cillian...
— ¡No estoy de humor! — Elevé mi mano y me despeiné el cabello — ¡Si hubiera hecho esto antes, ya estaría despedida! — No toleraba las desobediencias, como mafioso y empresario, necesitaba tener todo controlado, un paso en falso y causaría un caos.
— Lo siento... Es que...
— No pensó en las consecuencias — La interrumpí y apretó su mandíbula — ¡Ya veo la clase de amistades que se gasta! — Apreté los puños.
— Marie no tiene toda la culpa, fuimos ambas.
— Pudo ir a un lugar más discreto, pero no, elige el sitio con más público, donde abundan los curiosos y los abusadores.
— Pensé que no le molestaría.
— ¿De dónde sacó que algo así no me molestaría? — Siseé y bajó su mirada — Fui lo suficientemente claro, usted tiene una imagen que cuidar. Incluso se atrevió a darle órdenes al chófer de que no me pusiera al tanto de lo que usted estaba haciendo — Mi rabia aumentó, Dante debía ser un idiota para dejarse manipular de esa forma — Me ha decepcionado, señorita Claret, la creía madura y responsable. Puso en riesgo hasta el trabajo del chófer.
Elevó su mirada, cristalina por las ganas de llorar.
— Lo siento, acepto que fui irresponsable y no pensé detenidamente en que era una pésima idea.
— No se moleste en dar disculpas, si vuelve a cometer una irresponsabilidad como ésta, nuestro trato se acaba — Le di una mirada severa — ¿Entendido?
— Entendido — Dijo y su garganta se agitó.
Hizo ademán de marcharse pero la tomé del brazo y la guié al mueble.
— Pónganse de rodillas en el mueble.
Se tensó — ¿Qué dice?
— ¿Me seguirá desafiando? — Apoyé las manos en mis caderas, dejó el bolso sobre el mueble y subió — De espaldas a mí, apoye las manos del espaldar.
Le iba a dar su castigo.
Hizo lo que pedí.
Me coloqué detrás de ella.
Le bajé los pantalones y acaricié su trasero.
Le quité las bragas.
Preparé mi palma y le di una nalgada.
Ahogó un quejido, le di otra más fuerte y su cuerpo se estremeció.
— Le dejaré las nalgas marcadas.
Di otra, mi mano picó y se le sonrojó el trasero.
Sus manos se enterraron en el cuero del sofá y su respiración se hizo más pesada. Toqué entre sus piernas, estaba más que lista para recibirme.
Me bajé los pantalones junto a los boxers.
La tomé con firmeza de las caderas y me enterré en ella.
Ahogó un gemido.
Empecé a moverme de forma lenta y pausada, Claret se estremeció, adolorida, pero también deseosa, ya que su interior se aferró a mí mientras ondeaba mis caderas hacia ese camino estrecho y empalagoso.
Tomé su cabello y tiré de él.
Sus gemidos llenaron la sala, una y otra vez mientras me sacudía más y más.
Me incliné hacia adelante y cubrí su boca con mi palma
Le dí con fuerza y rudeza.
El placer me dominó y le atravesaron los espasmos.
Salí de ella y me derramé en su trasero.
Busqué un pañuelo en mi bolsillo después de vestirme y limpié su piel.
Claret se giró con las mejillas rojas y los ojos llenos de lágrimas.
Se vistió, con el cuerpo tembloroso e intentó marcharse.
Me atravesé y la rodeé.
Le di un beso, tocando sus mejillas y su cabello.
La observé cuando me aparté un poco.
— Todo es con el fin de darnos placer. Jamás te dañaría, estoy molesto, pero nunca te causaré dolor ¿O es qué lo hice al darte nalgadas?
— No.
— No me trates cortante — Suspiré — Espero que entiendas, debes actuar con mayor responsabilidad.
— Lo entiendo, no se preocupe, actuaré como es debido y no buscaré más problemas — Dijo, con expresión más serena y la abracé — Estoy cansada, quiero dormir.
— Yo iré luego, a dormir también.
La solté y caminó hacia su habitación.
Enterré las manos en mi cabello.
A veces actuaba como mi padre, muy posesivo y tóxico, aunque jamás sería idéntico a ese infeliz, antes me metía una bala a la cabeza que actuar como él.
Cuando entré a su habitación ya Claret estaba dormida y me metí a la cama.
La rodeé en mis brazos y la abracé.
Se sacudió un poco, suspirando, pero apretando su cuerpo contra el mío.
Observé su rostro dormido a centímetros del mío.
Era tan delicada y hermosa, aunque todavía estaba molesto, no podía dejar de apreciar su belleza.
Su ceño se arrugó un poco, pero luego se relajó mientras dormía profundamente, en mis brazos.
Me sentí extraño, a verla así, era mía y no quería que fuese de nadie más, al pensar en el futuro y el fin de nuestro trato, me sentí nuevamente posesivo.
Volví a recordar al idiota de la discoteca, tocando a mi mujer, imaginé a otro infeliz haciendo lo mismo, pero con consentimiento de ella y la apreté más fuerte contra mi cuerpo.
Solo mía. De nadie más.
Mierda.
La última vez que estuve tan perdido en una chica mi padre me la arrebató.
Quería conservar a Claret, pero no podía.
Si la mantenía a mi lado, ella descubriría quien era realmente y jamás la dejaría ir, incluso si me aborrecía, yo me convertiría en una bestia y ella sufriría demasiado.
Tenía que dejarla ir.
Toqué su cabeza y me abrazó, enterrando su rostro en mi pecho.
...****************...
— Cillian, esto es una mala idea — Susurró Jean, cuando salimos en plena a noche hacia los autos de los mafiosos, había una fiesta en la propiedad y esa era mi oportunidad.
— Tranquilo, es la oportunidad perfecta.
Varios guardias aparecieron frente a nosotros.
— Mocosos ¿Qué están haciendo aquí? — Gruñó uno de ellos, con un arma en la mano, escondí mi saco detrás de mí.
— ¿Quién te crees que eres? — Dije, con expresión despectiva — Soy hijo del Señor Leroy, tengo derecho de andar por donde se me plazca.
— Es cierto — Dijo el otro guardia, bajando el arma de su compañero, quien se enfureció por mi impertinencia — Déjalo quieto o te ganarás un problema.
— ¿Y este otro quién es? — Señalaron hacia Jean.
— Es hijo de su mano derecha, vuelvan a sus puestos — Ordené, tocando a Jean en la mejilla para despistar nuestros verdaderos motivos al estar afuera de la mansión.
Se observaron confundidos, pero se alejaron hacia la entrada.
Retrocedimos, hacia la oscuridad de los jardines, evitando las luces de los faroles.
Los pitbull y doberman se acercaron gruñendo, pero al olfatear sacudieron sus colas con alegría.
Avanzamos hacia las filas de autos.
Le ordené a Jean vigilar mientras me metía debajo de los autos.
Coloqué cada bomba y la activé.
Cuando estuvo listo volvimos a la fiesta.
Mujeres desnudas se paseaban por todas partes, hombres y mujeres drogándose, fornicando y riendo estaban por todo el salón.
La música se oía lejos.
Mi padre reía con dos mujeres en su regazo.
Al verme pasar junto a Jean me llamó.
— Estás pasando mucho tiempo con ese chico, ven, toma una de estas para que dejes de ser un afeminado — Dijo, empujando a una de las mujeres, sacó un cigarro de su bolsillo y me lo ofreció, lo tomé y extendió el encendedor, me ahogué con el humo — Aprende hijo, se un hombre.
Tomé asiento en uno de los sillones y la mujerzuela se aproximó para arrodillarse entre mis piernas.
Dejé que me tocara, aunque sentía desagrado, dejé que me besara mientras luchaba por no salir huyendo.
La fiesta se alargó hasta muy tarde y a la mañana siguiente mi padre se cansó de los bastardos embriagados, tirados en la alfombra y los sillones.
Los fue despertando y los obligó a marcharse.
Yo estaba atento, saqué el detonador y me quedé al pie de las escaleras de la entrada, mientras veía a esos idiotas subiendo y encendiendo sus autos lujosos.
— ¿Qué rayos te pasa? — Gruñó mi padre cuando observó mi sonrisa — ¿Por qué esa sonrisa de idiota?
Sonreí más abiertamente y saqué la mano de mi bolsillo, mostrando mi detonador.
— Arrivederci per sempre — Pronuncié en italiano, en honor a mi madre, quien era italiana.
Mi padre abrió sus ojos platos.
Su voz fue callada por el estruendo de las explosiones seguidas cuando apreté el botón.
Me desperté alterado y giré mis ojos por la habitación.
Encontré la mirada de Claret.
Apoyando la cabeza de su mano, observando detenidamente hacia mí.
— Hablas italiano — Dijo y fruncí el ceño.
— ¿Cómo sabes eso?
— Acabas de pronunciar una frase dormido.
— Se varios idiomas — Suspiré.
— ¿Cuáles? — Me observó con curiosidad.
— Francés, Inglés, Español e Italiano.
Alzó sus cejas y se recostó boca abajo, abrazando la almohada debajo de ella.
— Parecía tener pesadillas.
Oculté mi expresión — Una pesadilla en italiano.
Me evaluó detenidamente — ¿Hoy saldrá?
— Voy a correr y luego seguiré atendiendo mis asuntos — Me incorporé, solo llevaba unos boxers — Tengo que hablar con Dante.
— No lo despida, no fue su culpa.
— También fue su culpa — Dije y observó mi cuerpo — Recibirá su castigo, pero no será como el suyo.
— ¿Todavía está molesto?
— Un poco, no verá a su amiga, no hasta que las aguas se calmen.
— ¿Qué voy a decirle? — Protestó — No puedo dejarle de hablar.
— Por unos días que no la vea, no pasará nada, vea su teléfono, busque las noticias, estoy seguro de que ya están hablando de su paseíto a la discoteca.
Se levantó, tenía una pijama corta, una camiseta negra y unos shorts.
Se veía exquisita.
— Lo siento, por favor ya no me recuerde lo cabeza hueca que fui.
Me incliné sobre la cama y le di un beso en los labios.
— Ya está zanjado el asunto, no se preocupe — Rocé mi nariz en su mejilla — ¿Le gustó el castigo?
— ¿Me tratará así cuando se enoje?
— Tal vez, pero dígame si le gustó.
— Me gusta, pero es un poco brusco — Dijo mientras yo tocaba su cabello — Me da bofetadas y tira de mi cabello... Soy una mujer.
— Otras desearían ese trato — Arqueé las cejas y me observó incrédula — Así es como se complace a una mujer.
— No puede ser, no creo que a ninguna mujer...
— Vió la película de trescientos sesenta y cinco días y le sorprende mi trato brusco — Dije y se sonrojó, con los ojos como platos.
— ¿Cómo sabe que...
— En el televisor está el historial.
No le iba a decir que tenía cámaras.
Se avergonzó — Solo ví un poco.
Me reí — A mi parecer es suficiente para darse cuenta, a las mujeres les gusta ese trato rudo en la cama, incluso a ti.
— Si me gusta, pero también podría ser un poco más suave — Lo dijo con cuidado.
— Veremos si se porta bien.
Me levanté y caminé hacia el baño.