Anya despierta en el mundo de una historia que escribió hace años. Una historia sobre una bella princesa, un valiente caballero... y un despiadado dragón.
Decidida a mantenerse al margen de la gran guerra que se avecina, vive tranquilamente en un pequeño pueblo, hasta que accidentalmente salva a un pequeño niño y unos meses después un dragón aparece en su puerta.
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Anya corría por los pasillos de la mansión.
Un par de días después de que el duque fuera a recogerla al pueblo, una carta urgente llegó al ducado.
Al parecer, el rey convocaba a Raenor para una misión importante, así que había partido inmediatamente.
Anya apenas había tenido oportunidad de verlo con todo lo que había pasado y que se fuera así la ponía nerviosa, sin embargo, las órdenes del rey eran absolutas para un dragón. Ella no podía hacer nada al respecto.
Ahora, había escuchado que el duque había regresado y Daisy le dijo que se dirigiría a su oficina. Trató de decirle algo más, pero la chica estaba tan emocionada que solamente le agradeció y se apresuró a encontrarlo.
Otra carta había llegado. Era una invitación al baile real que se realizaría dentro de pocos días.
Era algo apresurado, pero al parecer, Hadi había desechado todas las invitaciones que habían estado llegando desde hacía un mes. Esta era la última de ellas y el ayudante hubiese hecho lo mismo, si no fuese porque Anya estaba a su lado cuando la recibió y se apoderó de ella.
Sabía que involucrarse con la realeza y la alta sociedad no era el pasatiempo favorito de Raenor. Sin embargo, la chica no quería dejar pasar ninguna oportunidad de mejorar la perspectiva del reino sobre los dragones.
Podía llegar a la gente del ducado, ¿pero qué había del resto del reino?
La mejor forma de comenzar sería entablar relaciones amigables con otros nobles.
Y no podía mentir, estaba un poco emocionada por asistir a un baile.
Al dar vuelta en el pasillo que llevaba a la oficina, se detuvo en seco. El duque caminaba en esa dirección y se detuvo de igual forma al verla.
Su rostro estaba pálido, pero su expresión era oscura, lo que lo hacía lucir exhausto y mayor de lo que era.
"Sangre" Anya se sorprendió de lo que veía "Es demasiada sangre".
El duque estaba cubierto de sangre, sus ropas, sus manos e incluso se había salpicado el rostro. Se dio cuenta de que también recargaba su hombro en la pared.
- ¡Milord! - su sentido finalmente reaccionó y se apresuró a su lado - ¡¿está herido?!
Lo revisó de la cabeza a los pies.
- No... No es mi sangre - murmuró Raenor en respuesta, solo cuando la chica lo confirmó con sus propios ojos se sintió capaz de respirar otra vez.
- ¡Gracias a Dios!
Aunque fuese así, se podía notar que sus pasos eran temblorosos.
Anya se acomodó debajo de su brazo y lo ayudó a llegar a su oficina.
- Estoy bien - trató de convencerla, aunque ella obviamente hizo oídos sordos a sus palabras.
Lo ayudó hasta uno de los sofás y lo dejó descansar ahí.
- Le traeré algo de agua - se apresuró a una pequeña mesita al otro lado de la habitación, sobre la que reposaba una jarra de agua.
Empezó a vaciar el líquido en un vaso cuando escuchó una voz sombría a sus espaldas.
- ¿No quiere saberlo?
El tono le pareció extraño, sin embargo, no entendía a qué se refería exactamente.
- ¿Saber qué?
- De quién es esta sangre...
Finalmente, se giró a observarlo. Si era honesta, ni siquiera había pensado en preguntar, tan pronto como le dijo que la sangre no era suya, no le había importado nada más.
Pero había algo en su expresión severa que le hizo escoger sus siguientes palabras con cuidado.
- Solo si usted quiere decírmelo - la chica se acercó y extendió el vaso hacia él.
- ¿Así que eso es todo? - sonaba enojado, ¿estaba molesto porque no le importaba? - Regreso a casa bañado en sangre, ¿y usted está bien con ello?
Anya no sabía qué era lo que él esperaba que respondiera, no entendía por qué estaba tan molesto. Él continuó.
- Esta es la sangre de cientos, la prueba de un monstruo. ¿Puede decirme, sinceramente, que no teme de lo que soy capaz? ¿No se pregunta si su sangre algún día terminará sobre mis ropas? - mientras sus palabras y su tono se endurecían, él se puso en pie y se alzó sobre ella amenazadoramente.
La chica tuvo el instinto inicial de alejarse. Pero entonces se dio cuenta de la forma en que el cuerpo del duque temblaba y su corazón se contrajo.
Lo supo en ese momento, él estaba teniendo un momento difícil, no estaba tratando de asustarla.
Así que, en lugar de dar un paso atrás, se inclinó hacia delante, lo rodeó con sus brazos y enterró su rostro en el pecho de su esposo.
Puso sentir su cuerpo entero tensarse, sin embargo, él no se movió.
No la abrazó de vuelta, ni tampoco la alejó.
- Está bien... - susurró ella contra su cuerpo - lo que sea que haya sucedido, está bien.
Raenor estaba enojado consigo mismo por lo que sea que haya puesto tanta sangre en su ropa, Anya solo podía imaginarlo, pero ella sabía que no era su culpa. Sabía sobre su juramento al rey y sabía exactamente a quien responsabilizar.
Sin embargo, ella no se había dado cuenta de la culpa con la que el duque estaba lidiando y se sintió como una idiota.
Por supuesto, si la sangre te cubre de la cabeza a los pies, si son tus manos las que acaban con sus vidas, no te importa quién dio la orden.
Pero le importaba a ella.
Y también debería importarle a él, de otra forma se volvería loco por esa carga.
- Lavaré la sangre de sus ropas, le pediré a alguien que prepare un baño para usted - si él debía cargar con ello sobre sus hombros, entonces ella quería, al menos, compartir ese peso - si tiene pesadillas, me quedaré con usted durante las noches y si alguien lo culpa, yo lo defenderé.
Alzó su cara para mirarlo desde abajo, él la observaba con incredulidad, sus pupilas temblaron y ella le sonrió dulcemente, una lágrima cargada de dolor por el sufrimiento del hombre frente a ella rodó por su mejilla.
- Así que no se preocupe, porque yo no le temo y siempre estaré de su lado.
"¿Por qué?"
Raenor no pudo hacer más que cuestionarse.
¿Por qué ella era tan amable con él?
Si ella hubiese visto lo que él hizo, ¿tendría la misma mirada que tenía ahora?.
Pensó que lo odiaría, que le temería al ver la sangre. En cambio, ella lo abrazaba y murmuraba palabras dulces sin importarle mancharse con la misma sangre.
Una parte de él estaba enojada, ¿por qué no le temía? Él era el ser más peligroso sobre este mundo, ¿acaso no tenía instinto de supervivencia?.
¿Por qué mientras más intentaba alejarla, hacerla comprender su naturaleza, más parecía que ella se empeñaba en quedarse a su lado?
¿Por qué lo hacía sentirse así si al final lo iba a abandonar? ¿Qué le daba ese derecho?
¿Qué quedaría cuando ella se fuera?
No lo sabía, no quería imaginarlo.
Usualmente, trataba de no cruzar la línea, de contenerse para no arriesgarse a molestarla. Pero en ese momento, se permitió ser un poco avaricioso.
Lentamente, con cautela, la rodeó con los brazos y la atrajo hacia sí.
Anya no opuso resistencia alguna mientras él correspondía a su abrazo, al contrario, se alegró y lo abrazó con más fuerza, haciéndole saber que estaba ahí.
¿Por qué los dioses lo habían bendecido con su presencia en su vida?
Solo podía agradecerlo.