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Dos Dimensiones

Dos Dimensiones

Status: Terminada
Genre:Completas / Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Dejar escapar al amor / Juego del gato y el ratón / Amor-odio
Popularitas:3k
Nilai: 5
nombre de autor: Miguel Antonio Alba La O.

La juventud es la etapa de nuestros mayores miedos, pero también de nuestros más escandalosos amores.
¡Ven y acompañame en esta historia donde la religión y el amor hacen estragos!

NovelToon tiene autorización de Miguel Antonio Alba La O. para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El amor es solo para los débiles

Samuel llegó a su casa hecho una furia. Su abuelo le saludó pero él no hizo caso.

Se encerró en su cuarto a envolverse en su amargura y en los deseos que sentía de tener a esa chica.

Ahora comenzaba a pensar de una manera diabólica. Si Gabriel se acercaba a Diana lo iba a matar. Los ríos de sangre correrían y mancharían la escuela.

Pensaba que siendo paciente lograría algo. Se imaginaba que usando sus viejos trucos la chica caería. No debió subestimarla. Teniendo en cuenta la rabia que sentía se hallaba en condiciones de matar a alguien.

La quería. La quería como nunca lo había hecho con una mujer. Pero ella viene y le pide amor.

Las mujeres siempre con sus cursilerías.

Recordó en su secundaria cuantos corazones había dejado destrozados. Todas aquellas chicas con sueños románticos y patéticos de vivir un amor de novela.

Él no era el príncipe azul más bien era el demonio en persona. Y como el demonio que era detestaba la palabra de cuatro letras que según todos era indestructible.

¡No, no era indestructible! Samuel mismo lo había visto en primer plano.

El amor es sola la atadura de algo mejor: la pasión. Eso era lo que pensaba. El hombre nacía para ser libre, sin ataduras para hacer lo que quisiera. Fue hasta el baño de su dormitorio y se miró en el espejo: se asustó al ver a su padre.

De su padre recordaba vagas cosas de su persona.

Pero de entre ellas su rostro estaba presente. Se parecían bastante. No solo en físico sino en ideales. Todo lo que era se lo debía a su maravillosa familia.

¡Maravillosa entre comillas!

Lo único que le había dejado su madre era una infancia destruida. Su padre lo había convertido en la bestia que hoy era.

Así que sí. Esa era su ¨bella¨ y ¨hermosa familia¨. Un desastre que por muchos años fue el cotilleo de su antiguo vecindario. La casa donde vivía, ahora estaba habitada por un verdadero matrimonio. Dos personas que se amaban y se respetaban a pesar de sus diferencias.

¿Cómo lo sabía?

Pues…

Varias veces había pasado por allí en las noches y siempre la pareja casada estaba sentada en el portal conversando animadamente con un niño entre ellos. Mientras que él se moría de envidia en la otra calle desde donde miraba el panorama.

Aunque él también pensara que el matrimonio era una unión de intereses: No había nada romántico en tratar de sacar ventajas de la familia del novio o la novia.

Samuel era del ideal que ser joven justificaba los medios para dar rienda suelta a sus pasiones. Esa era la edad de las primeras relaciones, los primeros besos, los primeros todos…

Aunque él por supuesto, ya lo hubiera probado todo o casi todo.

Por su mente pasó la imagen de la única cosa que no pudo obtener y dado eso se moría de la rabia y la necesidad. Su cuerpo ardía y era por la mezcla de emociones que bullían en su interior.

Por primera vez se halló ante dos decisiones:

Uno: De verdad seducía a Diana con todo lo que tenía

Dos: Se moría esperando a que ella reaccionara a sus insinuaciones.

La había asustado. Pero en verdad se había cabreado al ver a la chismosa defenderla. Le enfurecía que siempre que estaba cerca de Diana, por lo menos ella tenía una muralla de protección contra sus ataques.

¡La que se iba a armar a partir de la próxima semana!

No dejaría que Gabriel se aprovechara de su título de cristiano para tratar de seducir a Diana. Antes de que terminara el primer semestre el día veintidós le dejaría un regalo a Diana que ni Dios se lo borraría.

Se vistió con ropa de deporte y salió a la calle. En la escuela secundaria que estaba después de dos cuadras estaban jugando fútbol, entre ellos su amigo Carlos que era una estrella en el deporte.

Desde el principio de curso se había enterado que Carlos era de un barrio cercano al suyo. Inicialmente vivía con sus padres en otro municipio, pero por razones que el desconocía, se había mudado con sus abuelos.

¡Aunque sospechaba que en el fondo Carlos era parecido a él!

El chico en cuestión poco le interesaba a donde le enviaran, siempre que hubiera muchachas lindas estaba bien. Era un casanova y no tenía pena a la hora de la verdad cuando las féminas con el corazón roto se lo gritaban para herirle.

Qué mal por ellas porque Samuel sabía que su amigo era más que independiente. Era libre.

-¡He Samuel! – Le gritaron un grupo de varones – ¡vienes a sorprendernos con tus jugadas!

-¡Chicos!, chicos – dijo el alagado – no estropeéis la felicidad de mi mejor amigo. Mirad lo mucho que me divierto viéndole crecer.

Carlos asestó un gol y luego corrió hacia Samuel.

-Te he oído. Sabes que soy mejor que tú, solo que tienes miedo de enfrentarme.

-¡Le habló la cucaracha al zapato! – Gritó Samuel divertido – te voy a destrozar…

Cuatro horas después cuando todos se habían ido y ellos yacían en el centro de la cancha exhaustos….

Carlos miró con preocupación a su amigo:

-Samuel, nunca vendrías a jugar fútbol si algo no te preocupara, quieres despejar la cabeza de un asunto –

Samuel fingió una sonrisa y le respondió:

-¿Por qué lo dices? ¿Acaso fui demasiado rudo con el chico de mami?

-Samuel sabes de qué te hablo. En cuatro meses he aprendido de ti lo esencial: Eres un ligón sin remedio. Tienes un humor de perros. Te cabreas con los cristianos y…. Siempre buscas distraerte en el fútbol cuando algo te preocupa.

Carlos entendía pocas cosas de la vida de su amigo, pero algo estaba claro. Así que continuó hablando:

-Casi matas al portero con el último tiro. Puedo adivinar qué pensaste en asesinarlo imaginando que su cara era la de la persona a la cual quieres torturar. Aparte soy como un muñeco de goma no me romperás como los demás que huyeron al oír de tus problemas. Soy tu amigo –

-Carlos, en verdad eres alguien de temer – dijo Samuel con sinceridad – cuatro meses y ya me conoces a la perfección.

-Gracias por el cumplido… creo – pronunció su mejor amigo – ¿vas a hablarme de lo que te preocupa?

Samuel miró hacia arriba hacia el cielo infinito. Por lo menos con su amigo si podía ser sincero. Nunca se había abierto con nadie como para confesar sus más íntimos secretos.

-¡Se trata de una chica! – Exclamó él un tanto rojo – de una chica que a pesar de que yo…

Estaban sentados y relajados después del juego, pero Carlos saltó de repente y se puso de pie.

-Diana… Se trata de Diana ¿verdad? – Habló él convencido del asunto – ¡Samuel, todavía sigues intentándolo! Ella te ha dado infinidad de señales de que no quiere nada contigo.

-Por ahora, pero muy pronto no podrá negarse a mí. No voy a dejar que ese tarugo que se hace llamar cristiano me tenga ventaja – Samuel apretó los puños y golpeó el suelo

-Amigo estás enamorado y esa chica será tu perdición. Te dolerá en el alma cuando te rechace. Sus mundos son tan opuestos como la luz y las tinieblas.

Samuel enrojeció de la ira. Esa palabra que no quería ni escuchar. Lo que quería de Diana no era su amor, simplemente quería…

Su mente reaccionó y por unos segundos quedó en blanco.

Cuando volvió de cavilar se topó con la cruda realidad. ¡Era verdad! Que alguien le diera una bofetada. Se estaba comportando como un chucho sediento de amor. Hasta ahora no reaccionó porque estaba extasiado con las sensaciones que el sentimiento desconocido provocaba en él.

Eso era lo que Alexa quería que él confesara. Por eso la chismosa lo había arrinconado como el majá al ratón. Ni Samuel mismo se había dado cuenta de lo que sentía.

Joder, eso era lo que le tenía que decir a Diana. No debió arrinconarla para que le aceptara. Debió seguir el momento oportuno.

¡La había fastidiado con su puñetero humor!

-Samuel ¿en qué piensas? – Le preguntó Carlos – ¡no iras a hacer una locura!

-Calma Carlos, ahora tengo que volver a construir la torre – dijo él levantándose – No será fácil debido a todo lo que he hecho

Seguía pensando que el amor era para los débiles. Pero tal vez el de Diana fuera diferente. Seguramente el amor de Diana era especial y único. Más allá de un mantra repetido que personas traicioneras solían repetir.

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