Solo En La Oscuridad

Miguel se quedó en casa de su tía ya que estando de visita, comenzó a llover torrencialmente y cuando escampó, ya era tarde para volver a casa. Estaban sentados viendo televisión junto a su primo pequeño cuando su tía recibió una llamada de una de sus compañeras (su tía era jefa de enfermeras). Por la cara que colocó al parecer era algo grave y tampoco parecía poder solucionarse por teléfono. Miguel no era de escuchar conversaciones ajenas, pero alcanzó a escuchar claramente cuando su tía le dijo a la persona con la que hablaba que le regalara unos minutos para contactar a alguien que se quedara cuidándonos hasta que mi primo pequeño se durmiera. Matías, que así se llamaba mi primo, era un chico sumamente inquieto, con mucha energía y poco espacio para explorarla. El esposo de mi tía solía trabajar por turnos y casualmente esa noche estaba trabajando. La tía de Miguel temía dejarlo solo con su primo, dado a que el pequeño no solía quedarse quieto en ningún instante salvo con ella. La tía de Miguel hizo unas llamadas y este escuchó que dijo en la última que una amiga de ella vendría a quedarse con los niños y que ella saldría para el hospital. Angela, que así se llamaba, le indicó a su sobrino que debía ir a su trabajo a atender algo urgente y que no demoraría mas de 30 minutos. Miguel sabía que el hospital estaba sumamente cerca ya que el mismo lo había visitado varias veces como paciente. Su tía también le dijo que pronto una amiga de ella vendría a vigilar al niño un rato y le pidió que cuando llegara la dejara entrar. Miguel asintió con la cabeza y le dijo que él lo cuidaría mientras llegaba su amiga. Al salir Angela se despidió de ambos niños y les pidió portarse bien hasta que llegara su amiga Tomasa. Una vez hubo cerrado la puerta, Matías cambió totalmente, empezó a correr de un lado a otro mientras Miguel trataba de hacer que se sentara un rato, aunque sin éxito. No habían pasado 5 minutos cuando tocaron la puerta. Miguel entreabrió la puerta y encontró ante ella a una muy bella mujer. Tenia una belleza muy cautivadora, era muy difícil no verla dos veces porque su belleza era simplemente hipnotizante. Miguel quedo absorto al mirar su cabello, negro como la noche, y que caía en suaves ondas hasta la mitad de su espalda. La tenue luz existente se reflejaba en su cabellera haciendo que se viera como si tuviese estrellas en ella. Su piel, morena y cálida, parecía besada por el sol en una playa tropical. Sus pómulos resaltaban en su rostro y sus labios carnosos se delineaban y resaltaban en todo su conjunto. Sus ojos, oscuros como la noche, se veían a la vez tan profundos que parecían contener muchos secretos y misterios dentro. Con una suave voz dio las buenas noches y llamando a Miguel por su nombre le preguntó cómo se estaba portando Matías. El respondió que no muy bien y que no daba para controlarlo. La mujer no se movió ni un milímetro de donde estaba en la puerta, Miguel abrió la puerta para que pasara, pero ella no se movió. Miguel le hizo una seña para que entrara, pero ella le dijo que no podría hacerlo a menos que él le diera permiso antes. A Miguel le pareció sumamente extraño sin embargo pensó que debía ser la educación que había recibido en su casa. Justo cuando Miguel iba a decirle que entrara sonó el teléfono por lo que no alcanzo a decirle nada y le pidió lo esperara. Fue allí cuando vio a Matías. Estaba sentado en el suelo, en un rincón, agazapado y mirando hacia la puerta con cara de asustado. Miguel volvió su mirada hacia la puerta y allí estaba aún Tomasa de pie, mirando a su alrededor y husmeando con atención el aire. Miguel tomo el teléfono para encontrarse a su tía al otro lado de la línea. Pregunto como la estaban pasando y le dijo que ya había llegado al hospital. Preguntó también si Tomasa había llegado ya a lo que Miguel le respondió que estaba esperando en la puerta. Su tía le pidió que la dejara entrar por lo que Miguel le hizo señas para que entrara. Ella volvió a decirle que debía decirle las palabras para poder entrar sino no podría hacerlo. Miguel le pidió lo esperara mientras terminaba la llamada. Su tía le dio indicaciones de donde dormir, de donde había galletas y comida por si deseaba comer antes que ella llegara y también le dijo donde había un dinero por si Tomasa necesitaba comprar algo mientras ella no estaba. Una vez hubo colgado el teléfono, Miguel llegó a la puerta no sin notar antes que Matías seguía sentado en el rincón, pero esta vez con la cabeza entre sus piernas. Miguel se le acercó y notó que el chico temblaba de pies a cabeza. En voz baja, casi como un susurro, le dijo a Miguel que no dejara entrar a esa mujer tan fea a la casa, que no le diera permiso. Miguel trató de tranquilizarlo diciéndole que no era una mujer fea y que ella estaba ahí para cuidarlos. Sin embargo, Matías estaba lejos de tranquilizarse y en un nuevo susurro le dijo a Miguel que no la dejara entrar porque ella se lo quería llevar por ser un niño malo. Miguel dirigió su mirada hacia la puerta y ahora aquella mujer que hacia un rato había visto sumamente hermosa se veía con un aura totalmente diferente. Las facciones de su cara se veían similares, pero ya Miguel no la veía tan hermosa como hacia un rato, su cabello ya no se veía tan brillante como hacia un rato sino más bien opaco. Sus pómulos se veían ahora más prominentes y menos delicados. Miguel la notó un poco más alta y delgada de lo que la había visto cuando abrió la puerta por primera y su mirada lejos de ser cálida se veía ahora mucho más profunda. Notó que miraba fijamente a su primo, sin despegar la vista de él. Matías seguía susurrando que no la dejara entrar mientras ella no pasaba de la puerta, al parecer, esperando algo. Miguel imaginaba que, por sus modales decentes, estaba esperando a que le dieran entrada a una casa que no era la suya. Miguel extrañado le dijo a Matías que se calmara, que el estaba allí con él y que no le pasaría nada. Eso lejos de calmarle lo inquietó más, le dijo que no había nada que él pudiese hacer si la mujer entraba y que lo más seguro es que se los llevaría a los dos en vez de a uno solo. Miguel extrañado se levantó y camino lentamente a la puerta. Mientras caminaba seguía mirando de pies a cabeza a aquella mujer parada en la puerta de la casa. Aunque ya no la veía tan hermosa como hacía un rato, aún le inspiraba confianza, aunque toda esa aura que la envolvía antes hubiese cambiado repentinamente. Se detuvo unos metros antes de llegar a la puerta, respiró hondo y le preguntó cómo se llamaba. Justo cuando esta iba a responderle sintió el teléfono sonar una vez más. Tomó la llamada y una suave voz de mujer le habló al otro lado diciendo: “Hola buenas noches, soy Tomasa, la amiga de tu tía. Me surgió algo acá en mi casa y no podré ir todavía por allá. No puedo comunicarme con tu tía porque no me sé el número del hospital así que discúlpame con ella si llega a llamar antes que yo llegue allá”. Una vez colgó la llamada Miguel viró su mirada para ver a la mujer en la puerta sonriendo con una sonrisa fingida mientras volteaba y caminaba en dirección contraria a la casa. Miguel alcanzó a escuchar un leve susurro en el viento que decía: “Mi niño, pórtate bien o la próxima vez, no esperaré a que me den permiso para visitarte y llevarte conmigo…”.