Amenokai, el jefe, conoce a Gacella, cuando era un flaco muchachito en el basto y tórrido desierto del Sahara. Tenía la obligación ética de cuidar y proteger al mocoso , lo llamó Jaculus, ratón del desierto. Pero resultó ser una mujer. Que díablos haría con ella ? Porque había que esconderla ? Porque era tan preciada por el maestro ? Quien diablos quería matarla ? Era ella una bruja o hechicera blanca ? Descubrir estas incógnitas le llevaría tiempo, pondría a prueba su paciencia y por desgracia o ventura le robaría su corazón para siempre.
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El jefe y su esposa
Amenokai y Gazella eran sin dudas la pareja más hermosa de la tribu Bereber.
Al tercer día de festejo el rostro de la princesa se mostró a todos los habitantes de la tribu. Tomada de la mano del jefe y con su cuerpo con la túnica blanca, con su preciosa faz descubierta, recorrieron y hablaron con todos.
Sin dudas ella era la hermana de Niño. A pesar de su hermoso rostro maquillado los integrantes de la tribu pudieron reconocer la semejanza.
Ambos estaban locos el uno por el otro. Se besaban continuamente y ella lo llamaba Kai y el Jacu.Todas las chicas jóvenes de la tribu bailaban junto a los dos abrazados, y la felicidad reinaba por doquier.
Gazella la esposa De Amenokai.💖
Amenokai. Jefe de la tribu Bereber. 💖
Cada tanto la pareja se perdía adentrandose en el Sahara. Tamaz que volvió a ser luego de la triste despedida de los padres de la princesa , el secretario del jefe , controlaba que nadie los interrumpa.
Los dos cuerpos desnudos se amaban sobre la arena del desierto.
Las bocas se juntaban, los cuerpos se entrelazan sobre las túnicas claras o índigo sobre la arena amarilla. El movimiento era rítmico o totalmente desenfrenado y el amor explotaba entre gritos y suspiros.
Sabían que había peligro por eso Amenokai no la sacaba fuera de la tribu y su cuidado y el de sus vigias eran constantes.
Amenokai no podía entender lo que le pasaba con Jacu.
Ella había trastocado su vida y sus creencias para siempre.
Había tenido tanto miedo de lo que sucedería en su primer encuentro sexual pero todo fue prefecto.
Ardió de deseos por ella desde el primer día que la beso cuando la visitó en el palacio.
Ese deseo endemoniado se transformó en admiración cuando la vio llegar, satisfacción cuando dieron sus votos de amor, ternura cuando pasearon juntos la primera vez en la tribu como marido y mujer.
Pero el oasis prometido fue sin lugar a dudas su primer encuentro sexual.
Sentirse apretado en un cuerpo femenino de una manera tan extraña y deliciosa también pudo decir que para el fue la primera vez.
Solo supo que el deseo de pujar lo atormento tanto que el no creía haber amado nunca a una mujer como la amó a ella.
Tan magnífico fue el sentimiento que él, que generalmente no hablaba en un encuentro sexual, en este primero con su esposa, Gemía como un niño, se le inundaban los ojos de lágrimas de placer y la explosión fue sublime.
Y bastó esa primera vez, para sentir un deseo posesivo desconocido.
Un amor territorial y avaro jamás sentido: Su Jáculos no podía mirar a nadie más que a él.
No podía gemir con nadie si no era con él. Nadie jamás en el mundo podría sentir su aroma o beber su sabor
Eso era un no rotundo a su cultura de amor libre.
De mujeres eligiendo con quién deseaban estar. De hombres tranquilos dejando que sus esposas disfruten con amigos o enemigos. De personas que incluso ofrecían sus esposas en señal de amistad.
El no podría jamás hacerlo. Jáculos era suya. Solo suya. Fue la primera vez para ella con un hombre y sería solo con el y de el para siempre.
Ella era su mujer y él su hombre. Que el Dios Dionisios le perdonara pero él no compartiría su mujer con nadie.
Fueron cuatro locas horas de amor plenamente gozado, dado y recibido.
Cuando salieron otra vez a la vida exterior, Amenokai ya era otro hombre.
Cada mirada masculina a su esposa convertía al observador en un potencial enemigo.
No veía la hora de que terminen la cena y volvieran a su reducto.
Más tenía su cuerpo, más quería.
Y supo entonces que el amor podía convertirse en un infierno.
Jáculos lo había embrujado. Y el cayó redondo en ese embrujo.
Entendió asustado lo que una vez leyó sobre el llamado "efecto Mariposa". Recordaba sonreír burlonamente cuando leía. Cómo diablos el batir de las alas de una mariposa podrían afectar el mundo?. Pues resulta ser, que el pestañeo de Gazella movía cada célula de su cuerpo.
Era su vida y podría ser su muerte.
El, tan grande y altivo, se sintió pequeño y tuvo miedo.
Un horroroso miedo de perderla. De que alguien le hiciera daño. De que ella misma quisiera irse cuando cumpliera sus 18 años, evento que se avecinaba pronto. Porque si perdía a Gazella perdía su vida.