Continuación de la novela La esposa del emperador...
Marcos ha conocido a la mujer que va a ser su emperatriz y hará todo para tenerla a su lado.
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21
Capítulo 21
Después de que Ema saliera del palacio, se fue rumbo a la casa de su tía Daniela. Al llegar, uno de los trabajadores le comunicó que su padre le esperaba en el despacho. Ella le dijo que le avisara a él que ella ya había llegado y que iba a lavarse y a cambiarse de ropa y que bajaba a hablar con él.
Al terminar de decir esas palabras, ella subió directamente a su habitación, fue al baño y se lavó bien la sangre que todavía tenía en el cuerpo y se cambió de ropa para ir a ver a su padre. Para ella el ver a Rogelio era diferente a cualquier otra cosa, porque ella lo amaba demasiado y no quería que él se preocupara demás por algo que ya pasó.
Había conocido a los ex emperadores y comido con ellos y no le importó tener sangre en la ropa, pero el que su padre la vea así no lo podía permitir. Cuando ya estuvo completamente lista, salió de su habitación y bajo las escaleras. Al llegar a la planta baja se encaminó al despacho donde Rogelio la esperaba sumamente preocupado por ella.
Nada más entrar al despacho, su padre se levantó de su asiento y se apresuró hacia ella, abrazándola fuertemente entre sus brazos.
-Hija, no sabes lo preocupado que estaba. Llegue y me habían dicho que te habías ido a la capital ayer en la noche, me imagine que te fuiste a la mina, por lo que me moría de la preocupación.
Dijo Rogelio cuando la soltó.
-Sí, papá, me fui con el emperador y sus hombres a la mina. Primero pasamos por la mansión del conde Víctor y después nos fuimos para allí a rescatar a todas las personas que estaban prisioneras allí.
Ema aprovecho y le contó a su padre todo lo que había pasado, omitiendo la parte donde ella se ponía en peligro, prefirió mantenerlo oculto de él por lo menos por ahora, ya que no era lo importante. Había llegado el gran momento de contarle toda la verdad a su padre y por fin deshacerse de su madrastra y de Luisa de una buena vez por todas.
Sabiendo que lo que le estaba por contar era muy delicado para él, le dijo que tenía que contarle por qué ya no quería volver a la casa y porque se quería separar definitivamente de Víctor. Con un pesado suspiro comenzó, primero, como había sido tratada cuando él no estuvo en la casa, siendo ella golpeada, castigada y torturada por Antonia.
Al saber eso ya el hombre estaba mal, derramaba fuertes lágrimas y le decía que le había fallado como padre. Ema entendía como él se debería de estar sintiendo, pero debía continuar, por lo que le dijo que cuando Luisa fue mayor, ella también se unió a su madre y empezó un calvario mucho peor para ella.
Rogelio no entendía, él les había dado de todo a las dos y así le habían pagado tratando de esa manera tan cruel a su amada hija.
-La cosa empeoro cuando me comprometiste con Víctor, yo primero pensé que el casarme con él sería mi salvación, que me alejaría de ellas. Lamentablemente, empecé a escuchar rumores sobre que yo me había metido en la relación de él con Luisa y cuando fui a buscarlos para hablar, los encontré casi teniendo intimidad, por lo que él también se unió a la tortura que ellas me daban.
-¡Ese maldito!
Gritó Rogelio, superenojado al enterarse de que Víctor también había sido partícipe de lo que le habían hecho a su niña, pero ya de él nada le podía asombrar, pues, con lo de la mina, tenía más que suficiente para curarse de espantos.
-Te juro mi niña que las haremos pagar por lo que te hicieron.
Dijo él muy seguro.
-¿Estás seguro de eso? Yo sé que Antonia y Luisa te importan, papá.
Dijo ella mirando al suelo, pues le dolía causarle este dolor a su padre.
-Estoy cien por ciento seguro. Ellas no pensaron en mí cuando te hicieron daño, yo no me tocaré el corazón para hacerlas pagar por lo que te hicieron. Ellas no tienen perdón.