Luchar contra el pasado y vencer los temores a entregar su corazón, no es fácil, ¿Podrá Elena cambiar la vida de Ivanov?
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Tal parece que no es suficiente.
El día fue genial, tal como lo prometió, Ivanov me permitió conducir el nuevo auto, es sencillamente maravilloso, una experiencia de otro mundo para aquellos que amamos conducir, tanto así que no quería parar, pero lamentablemente ya pasaban las dos de la tarde y por más que Ivanov insistió y el equipo de trabajo rogaba con su actitud, por hacer un alto para ir a almorzar, yo había sido egoísta y solo me había dedicado a vivir esta maravillosa experiencia.
Cuando por fin logró convencerme, fuimos por algo de comer, debió haberse sentido un tanto fastidiado, pues yo no paraba de hablar de lo enamorada que estaba de ese hermoso vehículo, de cada una de sus características y la velocidad que se puede alcanzar en él.
En este momento vamos en el carro de Ivanov, ya pasan las ocho de la noche y aunque el día fue agitado, aún tengo mucha energía, pero he decidido guardar silencio, ya que el único tema de conversación que se me ocurre es el auto y seguramente a Ivanov ya no le hace gracia, pero no aguanto más y debo hablar.
— ¿Vamos a casa? — Él sonríe y aparta la vista un momento de la carretera para mirarme.
— Sí, vamos a casa.
— ¿Y por qué sonríes? ¿Tengo algo en la cara? Porque si es así.
— Sí tienes algo. — Rápidamente, trato de limpiar mi rostro con ambas manos, él vuelve a reír.
— ¿Qué es?
— Unos labios que me encantan.
— Eres un tonto, me has engañado. — Sonrío sintiéndome avergonzada, debí verme como una tonta.
— Me encanta cuando preguntas si vamos a casa, nunca la había sentido como tal.
— ¿Por qué no?
— Creo que una casa es donde tienes un hogar, de resto solo es una edificación.
— No lo había visto de esa forma, pero creo que tienes razón.
— Ya que tocamos este tema, pienso viajar contigo a los Ángeles.
— ¿Tienes negocios pendientes?
— Quiero hablar con mis suegros, ya es hora de que empecemos a interactuar así como quiero que lo hagas con mi madre, ¿qué opinas? — Me quedo en silencio por un momento procesando la información. — No es necesario sino estás de acuerdo.
— Oh, no, no es eso, es solo que eso sería formalizar nuestro noviazgo, y tú nunca has sido conocido por ser un hombre de compromisos. — Levanta ambas cejas al escuchar mis palabras.
— No sé cómo tomar tus palabras.
— No nos digamos mentiras, siempre sales con una y con otra, todas mujeres bellas...
— Elena, eso no cambia nada lo que siento por ti, si decides estar conmigo, jamás volveré a comportarme de tal manera, quiero hacer las cosas bien, pero necesito que creas en mí.
— ¿Estás molesto?
— ¿Por qué habría de estarlo?
— Me has llamado Elena.
— No, no lo estoy. — Su voz se escucha más seria de lo habitual.
— No entiendo por qué te molestas.
— Ya he dicho que no estoy molesto.
— No puedes juzgarme cuando hablo de lo que has sido, esa no es mi culpa.
— No me molesta que hables de eso, me molesta que pongas en duda lo que siento por ti, ¿o es que acaso consideras que voy de esquina en esquina diciendo a cuanta mujer me tropiezo que la amo y que quiero estar con ella?
— Perdóname, pero ya una vez decidiste dar la vuelta y huir, ¿Quién me garantiza que no lo volverás a hacer?
— Te lo garantizo yo, pero tal parece que no es suficiente. — Dice estas últimas palabras como si se diera por vencido y eso me duele en el corazón.
Después de eso se hace un silencio que hace sentir más reducido el espacio, al poco tiempo llegamos a la mansión, ingresa a través del gran portón automático y que es custodiado por un par de hombres, al llegar a la entrada principal me doy cuenta de que no va a bajar.
— Yo... — Intento hablar pero me interrumpe.
— Entra de una vez, no te quedes fuera, hace frío. — No digo nada más, ya que seguramente cualquier palabra que se me ocurra solo va a desatar una tormenta que seguramente no podré controlar, así que desciendo del auto, él se queda estacionado, una vez cruzo las puertas, siento como el auto se aleja, dejando una sensación de vacío en mi pecho que no me gusta sentir, una de las empleadas se acerca y pregunta si deseo que sirva la cena, agradezco, pero no tengo nada de apetito, por ende subo a mi habitación.
Tomo una ducha con agua caliente y me visto con una pijama, saco un libro para leer, realmente no tengo nada de sueño, por más que repaso las páginas no logro concentrarme. Parece que me excedí, pero no puede culparme por dudar, es injusto que lo haga, estoy trabajando duro para poder hacerlo, pero no es algo que se imponga, aun cuando yo misma quisiera hacerlo, lo amo, de eso no tengo dudas, pero es tan frustrante cuando no puedes dominar lo que piensas y sientes.
Miro la hora y pasan de las tres de la madrugada cuando siento que abren la puerta de al lado, me debato en mi interior, pero rápidamente me gana esa voz estúpida que dice que debo tratar de arreglar las cosas con alguien qué seguramente se encuentra en estado de ebriedad, así que me levanto, olvido tomar un abrigo y me apresuro a salir antes de que se acueste.
— ¿De dónde vienes? — Es lo primero que se me ocurre preguntar a alguien que no puede siquiera abrir la puerta.
— No lo sé.
— ¿En serio esa es la respuesta que me darás? — Él solo se encoge de hombros.
— Estaba por... por... allí, de esquina en esquina jurando a, a amor eterno a cuanta mujer me encontraba.
— ¿En realidad no me vas a responder?
— Creo que lo he hecho... bonita.
— Ah, ¿y es que ahora vuelvo a ser bonita?
— Cierto que estoy molesto, "Elena"
Su celular suena y con dificultad lo toma del bolsillo de su saco, pero lo deja caer, al ver su estado soy yo quién lo toma del suelo, grande es mi sorpresa cuando me doy cuenta de que la persona que llama no es otra que la modelo que juraba estar embarazada de él.
— ¿Por qué te llama a esta hora? ¿Estabas con ella? — Pregunto con voz serena, aunque por dentro estoy que me lleva.
— No... no es lo que crees.
sigue cultivando esa habilidad como escritora.
Te deseo muchos éxitos tanto en lo presente , así como en un futuro inmediato!!!