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CONTRATADO PARA DESTRUIRME

CONTRATADO PARA DESTRUIRME

Status: Terminada
Genre:Amor tras matrimonio / Maltrato Emocional / Embarazo no planeado / Casarse por embarazo / Casada con el millonario / Divorcio / Completas
Popularitas:53.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Yazz García

Gabriela Estévez lo perdió todo a los diecinueve años: el apoyo de su familia, su juventud y hasta su libertad… todo por un matrimonio forzado con Sebastián Valtieri, el heredero de una de las familias más poderosas del país.
Seis años después, ese amor impuesto se convirtió en divorcio, rencor y cicatrices. Hoy, Gabriela ha levantado con sus propias manos AUREA Tech, una empresa que protege a miles de mujeres vulnerables, y jura que nadie volverá a arrebatarle lo que ha construido.

NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El miedo detrás de la rabia

SEBASTIAN

Siempre pensé que proteger a Gabriela significaba controlarlo todo: los lugares a los que iba, la gente con la que hablaba, hasta cómo se vestía.

Era absurdo, lo sé. Pero en mi mente, si mantenía cada variable bajo mi mando, nada podía salir mal. Nadie podía hacerle daño. Nadie podía arrebatármela.

Y sin embargo, la estaba perdiendo igual.

Me lo ocultó durante cuatro semestres. Cuatro. Y yo, tan metido en la empresa, en uno que otro encuentro para desestresarme, lo admito, en los negocios de mi padre, en demostrar que era digno del apellido Valtieri, no vi nada. Ni los apuntes escondidos, ni las salidas “a la biblioteca”, ni el brillo distinto en sus ojos.

Cuando descubrí la verdad, no me dolió tanto que Gabriela me lo hubiera ocultado. Lo que realmente me destrozó fue darme cuenta de que ya no me necesitaba… y de que también ella sabía lo que yo estaba haciendo a escondidas.

Me sentí como un completo idiota.

Lo admito: después de que Gabriela perdiera al bebé, no pude volver a tocarla. Tenía miedo, un miedo absurdo pero real, de lastimarla otra vez. Ese temor me paralizó. Y sé que no es una justificación, lo que hice no tiene excusa… pero por eso no podía acostarme con ella.

La miré esa noche, discutiendo conmigo en la sala, defendiendo sus estudios con una fuerza que pocas veces había visto en ella. Y sentí algo que me dio miedo reconocer: estaba orgulloso.

Pero el orgullo se mezcló con un resentimiento antiguo: el eco de mi padre repitiéndome que Gabriela debería quedarse en casa, que un Valtieri no necesita una esposa mediocre que descuide a su familia por sueños egoístas.

Y lo peor: los rumores.

Mi padre me lo dijo sin titubeos esa misma tarde en la oficina:

—Tu mujer anda estudiando en una universidad pública, Sebastián. ¿Sabes lo que dicen de ella? Que está demasiado “amistosa” con un compañero. Vas a hacer que nos ridiculicen.

Esa palabra me hirió más que cualquier otra: ridiculizar.

Porque lo entendí como un reflejo hacia mí. Como si los logros de Gabriela fueran un insulto a mi hombría, como si el hecho de que hablara con otro hombre significara que me estaba faltando al respeto y estaba tomando dime por idiota.

Y entonces exploté.

—Mi padre tiene razón —me repetía en mi cabeza, aunque parte de mí supiera que no era así—. El mundo entero va a mirarme y pensar que no tengo control sobre mi propia casa.

Ese miedo me cegó. Y en lugar de apoyarla, en lugar de ser el hombre que siempre le prometí ser… me convertí en otro carcelero.

Al final de esa noche, cuando ella se encerró en la habitación y yo me quedé solo en la sala, con las luces apagadas, la verdad me golpeó en silencio:

No era ella quien me estaba traicionando.

Era yo.

Yo, traicionando el amor que alguna vez nos unió.

El tiempo no nos curó. Solo profundizó las grietas.

Me aferré a la idea de que, mientras Valentina creciera bien, todo lo demás podía sostenerse a medias. Gabriela y yo, ya no compartíamos cama, aún cumplíamos con la rutina de familia… pero éramos dos desconocidos conviviendo bajo el mismo techo.

Y llegó el día que más temía.

Valentina ya tenía ocho años. Yo estaba en mi oficina, revisando unos contratos interminables, cuando Gabriela entró. No había enojo en su rostro. Ni lágrimas. Solo una calma fría que me heló la sangre.

—¿Tienes un minuto? —preguntó.

—Siempre lo tengo para ti —respondí, automático, sin siquiera apartar la vista de los papeles.

Hasta que escuché el golpe suave sobre el escritorio.

Un sobre.

Al levantar la mirada, lo vi ahí: el documento que nunca creí ver en nuestra historia.

El divorcio.

Me quedé helado. El aire se volvió pesado, imposible de respirar.

—¿Qué… qué significa esto? —mi voz salió rota.

Ella sostuvo mi mirada con firmeza.

—Significa que ya no puedo más, Sebastián.

Sentí un vacío abrirse en mi pecho.

—Gabi, por favor… —extendí la mano hacia ella, pero ella se apartó un paso.

—No me mires así. Tú sabes que esto ya estaba muerto hace mucho. Yo solo… no quería que Valentina lo viviera desde tan pequeña.

Las palabras me atravesaron. Quise gritar que no era cierto, que aún podíamos salvarnos, que ella era mi vida… pero nada salió. Solo silencio.

Ella continuó, serena, como si lo hubiera ensayado mil veces:

—Te lo advertí, Sebastián. Yo no iba a pasarme la vida encerrada ni viviendo bajo la sombra de tus miedos. No quiero que Valentina crezca creyendo que esto es amor.

La voz se me quebró.

—Pero yo… yo las amo.

—¿Estas seguro de eso? ¿Sabes al menos lo que significa amor? —respondió sin titubear.—Porque esto que me diste, no lo es. Lo qué supuestamente me prometiste cuando éramos unos adolescentes, no lo cumpliste, Sebastián. Me heriste, al igual que mi padre, me hiciste vivir unos años miserables.

No había marcha atrás.

La mujer que había sido mi refugio, mi primera risa, mi primer todo… se me estaba escapando de las manos.

No quería aceptar el divorcio.

—Sé que me he comportado como un imbécil, lo acepto —dije, con la voz quebrada—. Pero, Gabriela, lo nuestro no puede terminar así.

Ella me miró en silencio, con esos ojos firmes. Y entonces solté lo peor que podía decir:

—Sí, estuve con otras mujeres… varias. Pero fue solo sexo, nada serio. Mi esposa siempre vas a ser tú, siempre te voy a amar. —Me pasé las manos por el cabello, desesperado—. Es que tú… desde lo del accidente… yo… pero bueno, soy un hombre, Gabriela. Tengo necesidades.

El sonido de su mano contra mi rostro resonó como un látigo.

—¿De verdad fuiste capaz de decirme eso? —me gritó, temblando de rabia—. ¿Eres idiota? ¿Esperas que por eso te perdone? ¿En serio crees que puedes justificarte diciendo que me faltaste al respeto acostándote con otras? ¿Eso te parece amor, Sebastián? ¿Estás bien de la cabeza?

Sus gritos eran tan fuertes que cualquiera podía escucharlos desde fuera de la oficina.

—Firma el acuerdo rápido. Ya no quiero perder más tiempo contigo, y mucho menos escucharte.

—¡No! —me abalancé sobre ella, sujetándola de los hombros—. No voy a firmar nada, Gabriela. Regresa a la casa, por favor.

Ella me empujó con fuerza. Yo caí de rodillas frente a ella, sin orgullo, suplicando.

—No me dejes… —supliqué con la voz rota.

Gabriela me miró, con lágrimas en los ojos, y entonces me dijo lo que más dolía escuchar:

—Ponte a pensar, Sebastián. ¿Quieres que tu hija viva así? ¿Te gustaría que la pareja de tu hija le fuera infiel y la tratara como si no existiera, solo porque ese fue el ejemplo que le dio su padre sobre el amor?

Me senté en mi escritorio, con el sobre todavía sobre la mesa, mirando los papeles como si fueran un acertijo imposible de resolver. Cada línea parecía arrancarme un pedazo del alma.

Quería gritar, rogar, convencerla de quedarse… pero al mismo tiempo, sabía que mi ego no podía ser la razón por la que Gabriela siguiera infeliz.

Y ahí fue cuando me di cuenta: ella ya no era la chica que conocí. La chica que me buscaba entre chistes y risas. La mujer que había soportado todo por amor, que había crecido y aprendido a luchar sola… esa mujer no necesitaba que yo la sostuviera.

Suspiré, rendido. Firmé el acuerdo de divorcio. Sin discutir, sin amenazas. Solo lo acepté.

Días después, Gabriela se mudó.

No entendía de dónde había sacado tanto dinero para comprarse una casa tan bonita y bien ubicada. Hasta que lo descubrí.

Llevaba desde el año pasado trabajando en un proyecto secreto, uno que ella había desarrollado con un equipo propio y que acababa de lanzar.

—ÁUREA —susurré, viendo en mi mente cómo todo encajaba—. Su app, su visión, su lucha… habían dado frutos.

Y lo más impresionante: le había ido genial. No solo había logrado independencia económica, sino que también estaba haciendo algo que cambiaba vidas.

Sentí un nudo en la garganta. Orgullo, tristeza y un dolor profundo mezclados.

La mujer que una vez fue mi mundo, ahora brillaba sin mí… y yo no podía hacer nada más que mirar.

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Anonymous
Vaya, perro que come huevo, aunque le quemen la trompa deja de comerlo, solo. Gaby se le ocurre volver con el, después de todo lo que le hizo, hasta a su bebé en su vidente mato, la humilló, la dejó de alfombra para su familia y el hasta los zapatos limpio con ella, pero sigue amándolo, pero Danny, el que la apoyó, estuvo con ella siempre, no a ese no lo quería, de verdad que habemos mujeres estúpidas y ella se lleva el trofeo
Maria Teresa Ledesma
FANTÁSTICA HISTORIA ESCRITORA, LASTIMA LA CRUELDAD HUMANA, REI, LLORÉ, 15 ESTRELLAS ES LAS QUE MERECES, ME ENCANTÓ, FELICITACIONES, 👏👏👏👏🙋🙋🙋❤️❤️❤️❤️!!!
Graciela Pamfilowicz
gracias... gracias... gracias...por tan bella novela. sufrí, reí, disfrute. mis felicitaciones 🎆
alicia g
Excelente tu historia,haces que uno se integre al personaje ,reír, llorar ,da bronca cada una de las situaciones que vive la protagonista pero al final el amor supera todas las cosas
felicitaciones, felicitaciones ,excelente
santiago bock herrera
Valentina si tiene los pies sobre la tierra
Elvia Crespo
Que decepción, autora. no hay otra mujer para que se interese Sebastian que la hermana de su ex? y no es que el sufría porque la amaba y no la había respetado? demasiado confuso los se timientos de él, deplorable el rumbo que tomo la novela y además es asqueroso pensar que se quede con su cuñada, como si fuera lo.mas normal del mundo...Ho rri ble, no leo más ☺️
Elvia Crespo
La verdad hasta ahora, venía leyendo con interés, pero autora no puede haber otra mujer para Sebastian que su cuñada? y no concuerda con lo que el se tía por su ex mujer que según sus reflexiones la ama y quería recomponer sus relaciones la. verdad me decepcionó el rumbo que tomo la no ela es muy confuso todo.....lástima....no leo mas
Romano
Woooow que fuerte pero excelente 👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼. Me gustó mucho la historia , felicidades escritora 👍🏼😉
Elvia Crespo
Y se repite la historia!!¡😭😭😭🤭
Elvia Crespo
Me dustaba más el Sebastian adolescente con perso ayudado que u. hombre presario exitoso. pero que se deja manipular por sus padres y tiene una vida vacía.....solo piensan en hacer plata..ue triste😭😭😭😭😭😭
Alejandra Martin
La verdad que me encantó la historia,una pequeña parte no me gustó es cuando volvió con el ex, pero en poco capítulo cambio la historia..
Elvia Crespo
Totalmente de acuerdo con Sebastian son una porquería que solo quieren sacar tajada y seguir haciéndole daño, no puede recibirlos no merecen nada son sanguijuelas
Elvia Crespo
Pobre que vida de perros, a veces parece que hay personas señaladas para sufrir....
Helizahira Cohen
No está bien la cachetada, pero digan lo que digan hay que ponerle un límite a Valentina, obviamente ellos deben sanar sus heridas y no arrastrar a la chica, se equivocaron pero hubo amor
LuisaElena Silvio
Exelente novela. Gracias 💐
chica°mangaromantico
Como era de esperar, sobornando al juez
chica°mangaromantico
Decir así Axel abusó de miiii... no sé di que te presionó porque al final tú cediste, aunque no querías pero cediste
chica°mangaromantico
Por qué acabó Sebas así. Autora me está creciendo algo dentro de mí que no me gusta
chica°mangaromantico
Pero por qué la pegas
chica°mangaromantico
Y volví /Drool//Drool/
Ay Vale a veces eres igual a Sebastian
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