🔞⚠️ ADVERTENCIA: ES UNA HISTORIA CON CAPITULOS SENSIBLES ⚠️ PARA +18
Edward Safra lo tenía todo: belleza, dinero, poder y un escándalo familiar que casi lo destruye. Ahora dirige su propia empresa y jura no repetir los errores de su padre. Hasta que dos mujeres llegan para ponerlo de rodillas.
Estrella Portugal, sofisticada y prohibida, le enseña lo que es el deseo sin límites. Marcela Molina, audaz y curiosa, lo despierta con una dulzura peligrosa.
Entre encuentros secretos, miradas que queman y una tensión que no da tregua, deberá decidir si ¿someterse a la pasión que lo consume o dejarse llevar por la que podría destruirlo o reconstruirlo?
Una novela cargada de sensualidad, secretos, traiciones y encuentros que nadie debería confesar.
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21. Síndrome de Romano-Ward
El timbre sonó apenas pasadas las siete de la mañana. Marcela estaba en pijama, con el cabello recogido en una trenza desordenada y una mascarilla aún húmeda en el rostro; se limpió a toda prisa, se puso las pantuflas y abrió la puerta. El repartidor le sonrió y le entregó una caja mediana, blanca, con el logo de la marca estampado con elegancia dorada.
Ella la sostuvo como si contuviera un corazón latiendo; incluso más que el débil corazón que tenía en su pecho; ya dentro, colocó la caja sobre su cama, y antes de abrirla, le tomó una foto. “Mi primera colaboración oficial”, pensó.
Se aseguró de grabar absolutamente todo, la apertura de la caja, su sorpresa honesta ante los productos, y luego, como si fuera una coreografía aprendida en su alma, empezó a probar uno por uno, con entusiasmo; quizás muchos dan por sentado que siempre habrá tiempo, que se puede esperar porque aún se tiene juventud para seguir a la meta, pero ella no tenía ese lujo, así que cada día era especial, único, quizás el día previo para su final.
Pudo notar que el lápiz de labios era cremoso, el iluminador parecía seda líquida sobre su piel, y el rubor tenía el tono exacto que le gustaba. Marcela no fingió emoción, no sobreactuó, en todo momento fue ella, sin pose; y esa autenticidad era lo que la gente adoraba de su canal.
Cuando se dio cuenta de la hora, se apresuró en guardar todo, aún tenía que conservar su trabajo en la clínica, y alistó velozmente; fue tan rápido que corría para lograr salir del edificio para alcanzar el autobús que se chocó con la espalda de Edward.
- "Lo siento, jefe", dijo Marcela avergonzada.
- "Parece que ya somos dos los que vamos a dejar tarde al trabajo, vamos sube al automóvil, te llevo", expresó Edward.
- "¿En verdad, un escarabajo de vehículo?", comentó Marcela con una sonrisa.
- "Son excelentes, pero si quieres recibir un descuento por tardanza puedes intentar alcanzar el bus", manifestó Edward a punto de cerrar la puerta del pasajero.
- "Le agradezco el gesto, jefe. Es uno de los vehículos más seguros del planeta", afirmó Marcela, subiendo rápidamente, haciendo un gesto de optimismo con el pulgar.
Edward solo sonrió, Marcela tenía una capacidad increíble de lograr que se olvidara del peso sobre sus hombros, su voz calmada, su mirada transparente, su sonrisa contagiosa.
- "Sueles salir temprano, ¿qué pasó hoy?", preguntó Edward mientras conducía.
- "Llegaron unos productos completamente naturales para promocionarlos en mi canal, y no pude esperar a probarlos", respondió Marcela, sin poder ocultar su emoción.
- "¿Te gusta más eso que tu profesión?", preguntó Edward.
- "Mis padres se han esforzado mucho para sus hijos, ellos querían que yo estudiara, yo solo busqué una carrera que pudiera ser compatible conmigo, y no es que no vea el mundo, tengo cuentas que pagar, pero no voy a renunciar a mi canal, sé que un día seré muy exitosa", respondió Marcela.
- "No lo dudo, eres perseverante. ¿Y eso te deja tiempo para el amor?", preguntó Edward.
Marcela se quedó en silencio un tiempo, ella amó hace dos años con la ilusión de quien cree que todos son perfectos, aquel hombre inicialmente fue encantador, detallista, sin ningún error; como el personaje perfecto de una novela rosa en que él es todo "protector" con la "bella rosa" que encontró en el jardín.
Sin embargo, el caballero distinguido, solo era una pose estudiada, desapareció cuando ella dijo "no" al avance para lo cual aún no se sentía lista; "solo eres una niña tonta, que me ha hecho perder mi tiempo" resonó en su cabeza más de una vez; pudo haber cedido por el temor a que se fuera, pero ella no era así, ella seguía su ritmo, su propio valor.
Los dolores en el pecho empezaron después, pero fue el desmayo lo que la llevó al diagnóstico: Síndrome de Romano-Ward. Desde entonces intenta seguir una vida normal. No le ha contado a su familia, porque sabe que su amor desbordante la convertiría en una prisionera de cuidados. Ella aún quiere disfrutar de su soledad, de su tiempo, de su historia, aunque esta pueda ser breve.
No supo qué responderle a Edward. El pasado fue doloroso, y el futuro se siente como un eco lejano al que no quiere apegarse. Aunque, a veces, se pregunta si aún podría amar, descubrir lo que aún no sabe, sentir la emoción de un amor sincero, que la miren como la joya más preciosa, y entregar lo que jamás ha dado, pero tiene miedo, de que le rompan su débil corazón, o que deje un dolor imposible de borrar.
Las oportunidades aparecen y los milagros existen, solo es cuestión de verlos llegar; fue uno de los consejos de Zulema, pero tiene dudas, porque dar el salto al vacío, sin saber lo que pueda resultar, cuando se trata de amor, puede ser la decisión más difícil que cualquier humano puede enfrentar.
Su impulso juvenil lo impulsó a llevar a Estrella a una encrucijada, y cuándo ella decidió entrar en esa incertidumbre, él resulta que ahora ya no..
Me encanta ese poderío
Que excelente trabajo 👍🏻
Que verdades tan cargadas de realismo y sinceridad les fueron dadas a Edward, quizás para contextualizar la relación