¿Podría un hombre marcado por la sangre cambiar al encontrarse con una mujer que veía la esperanza en todo?
¿O el pasado de ambos sería demasiado fuerte para escribir una nueva historia?
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Cap. 14
Sospechas y humo en el aire
—¿Eva, cómo estás? —preguntó Aldo, su hermano adoptivo, mientras se acercaba al puesto de fideos que ella compartía con Lisna.
Eva se sorprendió al verlo. Hacía semanas que no sabía nada de él.
—¡Aldo! ¿Qué haces por aquí? ¿Estás bien?
—Sí, todo bien, hermana —respondió con una sonrisa tímida.
—¿Ya comiste? ¿Quieres que te prepare algo?
—No, gracias. Ya desayuné en casa —dijo, aunque Eva sabía que “en casa” significaba probablemente un pan duro y café recalentado.
—¿Y la escuela? ¿Sigues yendo?
Aldo bajó la mirada y se rascó la cabeza.
—Pues... no. Llevo tres meses sin ir.
—¿Cómo que tres meses? ¿Por qué?
—No sé. Mamá no dice nada. Solo que no hay dinero.
Lisna se acercó con una charola de platos.
—¿Ves, Eva? Te lo dije. Tus papás adoptivos solo piensan en ellos. Ni a Aldo lo pelan.
Eva le lanzó una mirada de advertencia. No quería discutir.
—Hermana... ¿puedo ayudarte a vender? —preguntó Aldo, con voz baja.
—¿Ayudarme cómo?
—Pues... aquí, con los fideos. Para ganar algo. Y que me pagues, claro —dijo, sonriendo nervioso.
—¿Qué? ¿Quieres sueldo? —interrumpió Lisna, molesta.
—Es que... si trabajo contigo, puedo juntar para pagar la escuela. Tú siempre ayudas a todos, ¿no?
Eva se quedó en silencio. Sabía que Aldo tenía razón. Sus padres adoptivos no se preocupaban por él. Si ella no lo ayudaba, nadie lo haría.
—Está bien, Aldo. Puedes trabajar conmigo —dijo, poniendo una mano sobre su hombro.
—¡Oye, oye! ¿Y yo qué? ¿Ya me vas a reemplazar? —dijo Lisna, fingiendo indignación.
—Cálmate, tú eres mi socia, mi amor eterno —bromeó Eva.
—¡Guácala! No digas eso en público —respondió Lisna, riendo.
—No te preocupes. Dividimos la ganancia entre los tres. Tú sigues teniendo tu parte —dijo Eva.
Lisna suspiró. Sabía que Eva no podía decirle que no a Aldo.
—Está bien. Pero que se ponga las pilas. Aquí no hay espacio para flojos.
—¡Va! ¡Vamos a vender! ¡Aldo, Lisna, saquen su alma de mercadólogos! —dijo Eva, levantando el cucharón como si fuera una espada.
...****************...
En una casona antigua de la colonia San Miguel Chapultepec, el Barón recibió a Lucifer con una sonrisa forzada.
—Señor Lucifer... qué gusto tenerlo por aquí. ¿A qué debo el honor?
—¿No estás contento de que tu jefe te visite? —respondió Lucifer, entrando sin esperar invitación.
—Claro que sí. Pase, por favor. Tome asiento.
Lucifer y Aris entraron. Hendra se quedó en el coche, vigilando.
—¿Quiere algo de tomar? Le puedo pedir a la cocinera que prepare café o mezcal.
—No hace falta —dijo Lucifer, encendiendo un cigarro.
El Barón se sentó frente a él, nervioso.
—¿Viene por algo en especial?
Lucifer soltó una bocanada de humo.
—¿Crees que vengo a perder el tiempo?
—No, claro que no. Usted siempre tiene motivos claros.
—Entonces sabes por qué estoy aquí.
El Barón tragó saliva.
—¿Es por lo del permiso de armas?
Lucifer no respondió. Solo lanzó el cigarro encendido sobre la mesa, cerca de la mano del Barón.
—¿Con quién estás trabajando? ¿De dónde sacaste ese arsenal?
—Señor... yo no sé nada de eso. No tengo tratos con nadie más que con usted.
Lucifer lo miró fijo.
—Si descubro que mientes, no habrá segunda visita.
—Lo entiendo, señor.
Lucifer se levantó.
—Cuida tu vida. Y la de los tuyos. No hagas cosas que te puedan costar caro.
Aris lo siguió. El Barón se quedó sentado, sudando, con el corazón acelerado.
—Maldito... me está amenazando —murmuró.
Desde la ventana del segundo piso, vio cómo Lucifer y Aris se subían al coche.
—Señor... Lucifer ya sospecha de mí —dijo el Barón por teléfono, con voz temblorosa.
—Pero no le dije nada sobre usted. No creo que sepa aún quién está detrás —agregó, mirando hacia la calle con paranoia.
***
En el coche, Aris comentó:
—Patrón, el Barón está muy nervioso. Algo oculta.
Lucifer no respondió de inmediato. Solo miró por la ventana.
—Síguele los pasos.
—Entendido.
El coche se perdió entre las calles de la ciudad, mientras el humo del cigarro de Lucifer se mezclaba con el aire de la noche.
Te felicito
espero que ese tipo le diga a Eva que su padre la vendió a el para pagar la deuda que tenia con el aver si con eso ya habré los ojos y se da cuenta que ellos no la quieren y solo la ven como un objeto que pueden usar del cual desacerse
y así ella se aleje y corta lazos con esa gente que si la buscan con escusas barata no los escuche ni les de dinero que solo se preocupe por ella y su hermano que se ve que la quiere y se preocupa por ella