Las Sombras Del Rey

Los días con Marcel fueron intensos. Clover, Marcel y yo afinamos los detalles de la misión para acabar con Lord Lathis y sus aliados. Sabíamos que necesitaríamos a las otras Sombras, pero Marcel no estaba seguro de cómo reaccionarían al saber que Clover formaría parte del plan.

El eje del plan era claro: Clover debía volver a la corte, sola ante los ojos de los demás, lo que la haría un objetivo vulnerable para los nobles corruptos. Pero aunque todos la vieran como una presa fácil, yo estaría ahí, como su sombra, protegiéndola sin que nadie lo supiera.

—No me gusta la idea de que estés sola en ese nido de víboras, —le dije, aunque sabía que técnicamente no lo estaría.

Clover me lanzó una mirada tranquila, con esa seguridad que siempre tenía.

—No estaré sola. —respondió con firmeza—. Tú estarás conmigo, aunque nadie te vea.

—Si estás a su lado como Ezran, ningún noble intentará acercarse a ella. —añadió Marcel, reforzando lo que ya sabíamos—. Pero si piensan que está sola, la verán como una oportunidad para manipularla. Ahí es cuando los atrapamos.

—Ezran, —interrumpió Clover—, ambos estamos juntos en esto, y no me refiero a alguna misión si no en la vida. confio en ti y se que me protegeras, nosotros nos cuidamos.

Marcel nos miró de reojo, sin comprender del todo, pero sonrió.

—Es curioso, —dijo mientras jugaba con uno de los bocetos en la mesa—. Ojalá tuviera eso en mi vida. Un "yo te cuido y tú me cuidas" con alguien.

Clover y yo nos miramos por un segundo, sabiendo que él se refería a esa conexión que habíamos construido. Ella me cuidaba, y yo a ella, aunque no siempre fuera fácil.

Marcel confiaba en el plan, pero sabía que los otros miembros de Las Sombras no iban a estar tan convencidos. Clover no formaba parte del círculo, y la mayoría eran extremadamente celosos con su identidad y misión.

—No es por ti, Clover. —continuó Marcel—. Tienes que entender que los otros no van a estar muy contentos con esto.

Clover bufó, con su acostumbrada indiferencia.

—No necesito su permiso. Si puedo ayudar, lo haré, les guste o no.

Marcel la miró, luego sonrió, sabiendo que era inútil discutir con ella.

—Lo sé, pero prefiero que todos estemos en la misma página.

Mientras discutíamos, sentía el peso de la misión caer sobre mí. Sabía que Clover no se echaría atrás, y yo tampoco, pero estaríamos jugando con fuego.

Los días de planificación habían sido agotadores, y aunque habíamos dejado todo listo, sabía que los próximos movimientos serían cruciales. Clover estaba de acuerdo con los riesgos, pero la idea de que estuviera sola, aunque yo estuviera oculto, me tenía intranquilo.

Antes de que Marcel se fuera, hablé con él sobre algo que había estado rondando en mi cabeza desde que este plan comenzó a tomar forma.

—Oye, Marcel, —le dije, acercándome a él mientras ajustaba la capa de su disfraz—, antes de empezar con todo esto... no habría problema si Clover y yo nos casáramos antes, ¿verdad?

Marcel me miró con una mezcla de sorpresa y diversión. Una sonrisa burlona se formó en su rostro.

—¿Qué? espera... —se rió, claramente disfrutando del momento—. Ezran, nunca te había visto tan... —hizo un gesto con las manos buscando las palabras correctas—, ¿cómo decirlo...? Rojo.

Sentí el calor subiéndome al rostro, y sí, sabía que me estaba poniendo rojo, pero la idea me rondaba desde hacía tiempo. Clover me lo había dicho claro: quería estar conmigo. Y si las cosas se torcían, quería que ella tuviera algo más que mi promesa. Quería que supiera que, sin importar lo que pasara, siempre la consideraría mi esposa.

—Mira, —le dije, evitando la burla en su mirada—, solo júrame que si algo me pasa, tú la cuidarás. No importa si ella llora, chilla o patalea.

Marcel dejó de reírse por un segundo y su rostro se volvió serio. Sabía que esto no era una broma. Clover era fuerte, pero yo la conocía bien. Si algo me pasaba, ella no se detendría ante nada, incluso si significaba seguirme al infierno solo para gritarme por haber sido un gruñón. Esa imagen nos hizo reír a ambos.

—Puedo verla volteado el mismo infierno para encontrarte. —rió Marcel. Luego, poniéndose serio, me miró a los ojos—. Lo juro, Ezran. Si algo te pasa, la cuidaré como si fuera mi propia familia.

—Gracias. —le respondí, aliviado, pero él no había terminado.

—Pero escúchame bien. —dijo, apuntándome con un dedo—. Cuando todo esto se calme, quiero que hagan otra ceremonia. Una para los amigos, una grande.

—¿Cuáles amigos? —le respondí sin pensarlo, lo que lo ofendió por un segundo. Su expresión me hizo sonreír, pero antes de que dijera algo más, agregué—. Lo que sea que ella quiera... haré lo que ella diga sobre eso.

Marcel sonrió, sabiendo que tenía razón. Clover tenía el control sobre lo que realmente importaba, y ambos sabíamos que, al final del día, yo haría lo que ella quisiera, porque mi vida ya no era solo mía.

Ni bien Marcel cruzó la puerta, Clover se lanzó sobre mí en un abrazo fuerte, como si necesitara descargar toda la tensión de los últimos días.

—¿Cómo lo soportas? —me preguntó, con una mezcla de burla y cansancio en su voz.

Sonriendo, le respondí, como el idiota que a veces soy:

—Míralo de esta forma, pequeña loca... con él he podido practicar lo suficiente para aguantarte a ti.

Ni bien lo dije me arrepentí. Sentí cómo su cuerpo se tensaba, y antes de que pudiera corregir mis palabras, Clover se soltó de mis brazos y empezó a caminar hacia el piso superior del taller, con esa furia silenciosa que solo ella sabe llevar.

—Clover, —la llamé, dándome cuenta de lo que había soltado—, yo no quise decir eso, no era lo que...

Ella se detuvo a mitad de las escaleras, y con la mirada herida, pero furiosa, me cortó la frase:

—Claro que lo querías decir. —me soltó, cruzándose de brazos—. Es solo que odio que ese pomposo te conozca más que yo.

Yo sabía que había metido la pata, pero al mismo tiempo, Clover tenía una manera de hacer que todo fuera sobre la sinceridad más brutal, y me gustaba. Me acerqué un poco, intentando que no se fuera.

—Pensé que te caía mejor... —dije, esperando que eso suavizara las cosas.

Ella me miró seria y luego soltó:

—Claro que me cae mejor. —su tono se relajó un poco—. Pasó de ser el idiota que envía mensajes al idiota cercano a mi hombre.

Admito que cuando Clover dice "mi Ezran" o "mi hombre", todo mi cuerpo reacciona. Y creo que ella lo sabe.

Sonreí y solté el aire que no me había dado cuenta que estaba conteniendo.

—Lo que intentaba decir es que él puede conocerme en algunos aspectos, pero... —me acerqué un poco más, mirándola directo a esos ojos intensos—, tú eres la que realmente me conoce. Tú eres quien está conmigo ahora, quien me cuida.

Ella no dijo nada por un momento, pero la tensión en su cuerpo pareció disminuir un poco. Sabía que había una parte de ella que seguía siendo territorial, que odiaba la idea de que Marcel me conociera tanto.