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UN AMOR PROHIBIDO PARA EL MARQUÉS

UN AMOR PROHIBIDO PARA EL MARQUÉS

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Padre soltero / Profesor particular / Dejar escapar al amor / Romance entre patrón y sirvienta / Secretos de la alta sociedad
Popularitas:1.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Chero write

La llegada de la joven institutriz Elaiza al imponente castillo del Marqués del Robledo irrumpe en la severa atmósfera que lo envuelve. Viudo y respetado por su autoridad, el Marqués encuentra en la vitalidad y dulzura de Elaiza un inesperado contraste con su mundo. Será a través de sus tres hijos que Elaiza descubrirá una faceta más tierna del Marqués, mientras un sentimiento inesperado comienza a crecer en ellos. Sin embargo, la creciente atracción del marqués por su institutriz se verá ensombrecida por las barreras del estatus y las convenciones sociales. Para el Marqués, este amor se convierte en una lucha interna entre el deseo y el deber. ¿Podrá el Márquez derribar las murallas que protegen su corazón y atreverse a desafiar las normas que prohíben este amor naciente?

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diferencias

El carruaje se detuvo frente a la imponente entrada del palacio. El Marqués descendió y ofreció su mano a Lady Anelise, quien la tomó con una sonrisa estudiada, más preocupada por la impresión que causaría en la corte que por el gesto en sí.

Detrás de ellos, Jorge ayudó a descender a Elaiza con una calidez discreta pero evidente, sus manos rozándose ligeramente. Ella se aseguró de que Rosalba y Emanuel bajaran con cuidado. La escena no pasó desapercibida para el Marqués, quien sintió una punzada de incomodidad al presenciar la familiaridad entre su institutriz y su teniente.

Una vez todos en tierra, Anelise se dirigió a Elaiza con una sonrisa forzada, justo antes de que el grupo se dirigiera a la entrada principal.

 "Señorita Medina," dijo con un tono dulce pero con un filo apenas perceptible, "sería tan amable de encargarse del equipaje y llevarlo por la puerta del personal. Así evitará el bullicio de la entrada principal."

El Marqués, absorto en saludar a un miembro de la corte que se acercaba, no escuchó la conversación.

Sin replicar, Elaiza asintió con su habitual compostura. Jorge, al percatarse de la situación, frunció el ceño. "Señorita Elaiza, permítame ayudarla." La acompañó de vuelta al carruaje y la ayudó a subir nuevamente al pescante. "Yo la llevaré a la entrada oeste, señorita."

Mientras tanto, el Marqués y Lady Anelise eran escoltados por el lacayo hacia el suntuoso salón de recepción, donde varios miembros de la nobleza ya se congregaban. Anelise se esforzaba por proyectar la imagen de una prometida encantadora y una futura madrastra afectuosa, sonriendo a los niños y tomando el brazo del Marqués con estudiada dulzura.

Los Reyes hicieron su entrada, saludando a los presentes con gracia y distinción.

"Su Majestad, ella es Lady Anelise, mi prometida," dijo el Marqués presentándola. Ella hizo una reverencia y los Reyes le dedicaron una sonrisa amable.

Se mostraron especialmente complacidos de ver a Tomás recuperado de su lesión del año anterior. "Nos alegra mucho verte de pie, joven Tomás," comentó el Rey con una sonrisa paternal. "El año pasado te echamos mucho de menos."

Luego, la Reina, con su mirada aguda, pareció notar una ausencia. "Marqués," preguntó con suavidad, "¿y la señorita Medina? ¿No ha asistido esta noche?"

En ese momento, el Marqués se percató de la ausencia de Elaiza. Anelise se apresuró a responder con una ligereza fingida. "Oh, Majestad, la señorita Medina se encuentra organizando los equipajes. Es de tanta ayuda para nosotros."

El Rey intercambió una mirada significativa con la Reina. "Esperamos verla en algún momento durante el fin de semana. Apreciamos mucho su dedicación e ingenio."

La Reina asintió, manteniendo su sonrisa amable. "Por supuesto. Será un placer intercambiar opiniones con ella."

Anelise asintió con una sonrisa que pretendía ser cordial, pero por dentro sentía la bilis subirle a la garganta.

Mientras esta conversación tenía lugar en el salón principal, Elaiza llegaba a la entrada de servicio, donde algunos de los empleados del palacio que la recordaban del año anterior la observaban con una mezcla de ironía y curiosidad. Algunos intercambiaron miradas significativas, recordando su inesperada presencia en la cena real. Elaiza, sin inmutarse por sus miradas, descendió del carruaje con dignidad y se dispuso a cumplir con sus labores.

Más tarde, durante la cena en el gran comedor, Lady Annelise se esforzaba por encantar a los Reyes con conversaciones superficiales y halagos cuidadosamente elaborados, siguiendo al pie de la letra el protocolo y las expectativas de la nobleza.

Su modo calculado, similar al del resto de los invitados, contrastaba fuertemente con la naturalidad y el ingenio que Elaiza había demostrado en la cena del año anterior. El recuerdo de la vivacidad y la inteligencia de Elaiza en esa misma mesa un año antes flotaba sutilmente en el aire, al menos para los Reyes y quizás para el Marqués, quien la buscó discretamente con la mirada entre los sirvientes que atendían la sala, sin encontrarla en un primer vistazo.

El salón principal resonaba con el tintineo de la cristalería y las conversaciones educadas. Lady Annelise, sentada a la derecha del Marqués, se esforzaba por mantener una conversación ingeniosa con el Rey.

"¿Y qué se siente ser la futura madrastra de los hijos del Marqués?" preguntó el Rey con su alegría característica. "¿Qué opinan los niños de tener una nueva madrastra, Majestad?"

"Majestad," dijo Annelise con una risita calculada, "espero poder ser tan... buena esposa y cuidar bien de los niños, como lo haría una madre ejemplar."

El Rey, con un brillo travieso en los ojos, se inclinó hacia adelante. "Ah, Lady Annelise, sin duda sus conocimientos serán valiosos. Aunque debo confesar que la señorita Medina tenía una forma muy... peculiar de mantener a raya a estos pequeños bribones. ¿Recuerda, Rafael, su ingeniosa respuesta sobre la 'domesticación' de Tomás?" El Marqués esbozó una leve sonrisa, un recuerdo fugaz cruzando su mente.

Varios nobles intercambiaron miradas discretas. Algunos recordaban con agrado la vivacidad de Elaiza, mientras que otros consideraban más apropiada la formalidad de Lady Annelise. El ligero silencio que siguió a la mención de Elaiza no pasó desapercibido.

"Bueno, aunque la señorita Medina es una buena institutriz, ella carece de ciertos conocimientos que son necesarios en días como hoy," comentó Annelise con una sonrisa amable y una mirada tranquila que contrastaba sutilmente con la intención de socavar el papel de Elaiza. "Por supuesto, con mi experiencia en la alta sociedad, quizás pueda aportarles una perspectiva diferente sobre las costumbres de la corte."

El Rey sonrió con amabilidad. "Los niños son encantadores, Lady Annelise. Aunque, siendo sincero, el año pasado parecían tener una conexión muy especial con la señorita Medina. Su afecto por ella era evidente."

La Reina añadió con suavidad: "Sí, se les veía muy unidos. Esperamos que sigan sintiéndose cómodos y felices."

Annelise sintió un escalofrío de inseguridad. Sus intentos por presentarse como una figura maternal eran constantemente eclipsados por comentarios que la comparaban, implícitamente, con Elaiza, y aquello la llenaba de una creciente molestia. ¿Cómo se atreven a compararme con una huérfana de clase baja?, pensó con rabia contenida.

En un salón contiguo, dispuesto de manera más informal, los niños cenaban bajo la supervisión de algunas damas de compañía. Lucas dirigió una mirada astuta a Rosalba.

"¿Así que este año no te bañaste en salsa, Rosalba?" preguntó con una sonrisa burlona, provocando risas disimuladas entre sus amigos.

Rosalba se sonrojó ligeramente, recordando el humillante incidente del año anterior. Tomás frunció el ceño, listo para defender a su hermana a cualquier costo, pero ella le tomó la mano y negó con la cabeza, logrando que se contuviera. La tensión entre el grupo de Lucas y los hermanos Robledo era palpable.

"¿Están emocionados por la cacería de mañana?" preguntó una de las niñas del grupo de Lucas, intentando aligerar el ambiente.

"Yo sí," respondió Lucas con entusiasmo. "Mi padre dice que este año habrá muchos ciervos y zorros. Espero poder cazar alguno."

Tomás asintió con un brillo en los ojos. "A mí también me gustaría intentarlo." Había practicado un poco con Jorge desde que recibieron la invitación.

"Claro, el próximo año, tal vez," dijo Lucas con una risa burlona, observando la frustración en el rostro de Tomás. Al percatarse, no dudó en lanzar su veneno. "¿Qué no lo sabes? Debes tener al menos diez años para participar. Tú aún eres... demasiado 'pequeño,' para ir. De hecho, tal vez deberías estar sentado en otra mesa," añadió Lucas, señalando con la mirada la mesa de los niños más pequeños.

"¡Claro que no! Dentro de seis meses cumpliré los diez años, además soy excelente disparando," resongó Tomás, sintiendo las palabras cortantes de Lucas como un latigazo.

"el pastel está delicioso" dijo Rosalba cambiando el tema de conversació, otros niños asintieron dejando de lado el tema de la caceria.

En una mesa discreta cerca de los niños mayores, Elaiza supervisaba la cena de Emanuel ayudando a cortar su carne con una sonrisa amable y atenta, ajena a la charla de los mayores.

Una vez terminada la cena de los niños, en el bullicioso comedor del personal, donde las miradas inquisitivas de algunos empleados la incomodaban profundamente, Elaiza tomó un par de platos con comida sencilla y salió a la frescura de la noche.

 Las miradas la seguían, algunas cargadas de curiosidad mal disimulada, otras con un dejo de burla. Recordaban bien su inesperada presencia en la cena real del año anterior, un evento que había generado no pocos murmullos entre el servicio.

"¿Viste a la señorita Medina hoy?" susurró una doncella de mediana edad a un lacayo mientras recogían los restos de la cena. "El año pasado cenando con los nobles, este año trayendo el equipaje por la puerta de servicio. ¡Qué vueltas da la vida!"

El lacayo soltó una risita discreta. "Dicen que las flores de un día no adornan el jardín para siempre. Parece que su momento de gloria ya pasó."

Elaiza, aunque intentaba ignorar las miradas y los comentarios que alcanzaban sus oídos, sintió un escalofrío de humillación. Harta de la atmósfera cargada, tomó los platos y buscó refugio en la tranquilidad del exterior.

Encontró a Jorge en el patio trasero, bajo la suave luz temblorosa de un farol, cepillando con esmero el pelaje brillante de uno de los caballos. El sonido rítmico del cepillo contra el pelaje ofrecía una calma bienvenida.

"Teniente," dijo Elaiza con una pequeña sonrisa, ofreciéndole el plato. "Supuse que no habría tenido tiempo de cenar con todo el ajetreo de la llegada."

Jorge se giró, sorprendido y genuinamente agradecido. "Señorita Elaiza, qué amable es. Tenía pensado comer algo rápido después de terminar aquí. El establo siempre reclama mi atención al final del día."

Dejó su labor, apoyando el cepillo contra la pared del establo. Se secó una gota de sudor de la frente con el dorso de la mano y se apoyó contra una viga, aceptando el plato con una sonrisa cálida. Elaiza se sentó en un tronco cercano, la falda de su vestido recogida ligeramente, y se dispuso a comer también, disfrutando del silencio interrumpido solo por los suaves sonidos nocturnos.

"¿Cómo ha ido la llegada a los salones principales?" preguntó Jorge con suavidad, su tono mostrando una preocupación implícita. "¿Los niños se instalaron bien?"

Elaiza suspiró levemente, dejando escapar un poco de la tensión acumulada. "Los niños están ya acostados, gracias a Dios. Rosalba estaba emocionada como siempre. Emanuel se durmió en cuanto su cabeza tocó la almohada, agotado por el viaje y la novedad. Y Tomás ... Bueno tardo un poco en dormir seguía molesto por los comentarios del joven lucas en la mesa. En cuanto a la llegada en sí... como se esperaba. Lady Annelise se aseguró de dejar en claro, que mi lugar sigue siendo el del servicio." esto último no reocupaba tanto a Eliza.

Jorge frunció el ceño, su mandíbula tensándose ligeramente. "No me sorprende su actitud, lamentablemente. Pero no debería permitir que la trate así, Señorita. Su labor con los niños es invaluable."

"No estoy en posición de discutir sus órdenes, Teniente," respondió Elaiza con una resignación tranquila mientras cortaba un pedazo de pan. "Pero agradezco sinceramente su preocupación. Al menos aquí afuera se respira un poco de paz, lejos del brillo y la falsedad de los salones... y de las miradas curiosas." elaiza observo a lo lejos un par de siluetas que provablemente los miraban a lo lejos

Hizo una pausa, mirando las estrellas que comenzaban a aparecer en el cielo oscuro. "El baile debe estar en todo su esplendor ahora mismo. Imagino a Lady Annelise deslumbrando a los Reyes y a la corte con su elegancia y sus cumplidos cuidadosamente ensayados." dijo Jorge escuchando la música del salón de baile.

Jorge la observó en silencio por un momento, notando el ligero tono de melancolía en su mirada "A veces," dijo finalmente, con una franqueza que no solía mostrar en presencia de otros, "la verdadera elegancia y el verdadero valor no se encuentran en los salones iluminados. A menudo residen en la discreción, la dedicación y la bondad silenciosa como la que usted demuestra cada día."

Elaiza lo miró, sorprendida por la sinceridad de sus palabras. Una pequeña sonrisa genuina floreció en sus labios. "Es usted muy amable, Teniente. Sus palabras son un consuelo."

"Solo digo lo que veo," respondió Jorge, sus ojos encontrándose con los de ella por un instante antes de volver a su plato. "Y lo que muchos en casa también ven, aunque quizás no se atrevan a decirlo en voz alta."

El suave murmullo de la conversación entre Elaiza y Jorge fue interrumpido por las notas lejanas de una melodía animada que llegaba desde los salones principales. Era un vals rápido, alegre y contagioso.

Elaiza sonrió levemente, moviendo un pie al ritmo de la música que apenas se escuchaba en el patio trasero. "Parece que se deben estar divirtiendo mucho en el salon."

Jorge, que había estado comiendo en silencio, levantó una ceja con una pequeña sonrisa. "Demasiado ruido y demasiada gente engalanada para mi gusto. Prefiero la compañía de los caballos y la compañía de un buen vino."

"Oh, vamos, Teniente," dijo Elaiza con un brillo travieso en los ojos. "Incluso un hombre como usted debe tener algún ritmo en el cuerpo." Se levantó del tronco con agilidad, dejando su plato a un lado. Antes de que Jorge pudiera responder, Elaiza le extendió una mano con una sonrisa pícara. "Un pequeño baile para olvidar el cansancio."

Jorge dudó por un instante, mirando su ropa de trabajo y luego la mano extendida de Elaiza. Una sonrisa tímida comenzó a asomar en su rostro. "¿Bailar? Aquí, en el patio trasero, con usted... Señorita Elaiza, me temo que mis movimientos no son precisamente ... dignos de ser mostrados a nadie."

"Tonterías," replicó Elaiza, tirando suavemente de su mano. "Nadie está mirando, y la música apenas se oye. Solo un par de giros para espantar el ajetreo del dia."

Jorge finalmente cedió, dejando su plato a un lado y permitiendo que Elaiza lo guiara hacia un pequeño espacio relativamente plano del patio. La luz del farol proyectaba sombras danzarinas a su alrededor.

Elaiza comenzó marcando el ritmo con los pies. "Un, dos, tres... un, dos, tres..." Intentó guiar a Jorge en un paso de vals básico, pero la torpeza inicial del teniente resultó cómica. Sus pies parecían enredarse, y su postura era rígida y tensa.

Elaiza no pudo evitar soltar una risita suave. "Teniente, parece que está lidiando con un caballo rebelde en lugar de una dama."

Jorge sonrió con vergüenza. "Le dije que no era un buen bailarín. Mis habilidades de coordinacion se limitan a mantener el equilibrio sobre un caballo en movimiento mientras disparo."

"Bueno," dijo Elaiza con determinación, "si puede mantenerse sobre un caballo al galope, seguramente puede sobrevivir a unos cuantos pasos de vals. ¡Inténtelo de nuevo! Más ligero, más fluido..." elaiza continua a contando los pasos.

Con la guía paciente y las risas contagiosas de Elaiza, Jorge comenzó a relajarse un poco. Sus pasos seguían siendo torpes y descoordinados, pero había una sonrisa genuina en su rostro mientras intentaba seguir el ritmo.

Elaiza, por su parte, se movía con gracia a su alrededor, a veces tropezando a propósito para reír junto con él.

En un momento dado, Jorge giró a Elaiza con tanto entusiasmo que casi la hace perder el equilibrio, y ambos terminaron riendo a carcajadas, tropezando el uno con el otro.

Finalmente, exhaustos y riendo, se detuvieron. El sonido lejano de la música seguía flotando en el aire, pero su pequeño baile improvisado en el patio trasero había creado un momento de ligereza y conexión genuina entre ellos, un breve escape de las tensiones del palacio y un recuerdo que seguramente atesorarían en la formalidad de la corte.

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Teresa Neri Aguilar
La trama es interesante el problema es que se escribe un solo capítulo cada 5 días es mucho tiempo de espera lo que dificulta la continuidad además de que es una pena por el interés que despierta
Chero Chan: gracias por tu comentario intentaré terminarla lo antes posible, o subir más seguido pero por mi trabajo real me es un poco complicado /Gosh/
total 1 replies
Maria Valles
muy feo final no llego a ningún lado para otra vez leo primero el final y de ahí me decido si leo la historia completa o no siento que perdí mi tiempo 😠😠
Chero Chan: aún no termina la novela está en emisión, disculpa si no subo más números, espero que cuando termine te guste
total 1 replies
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