Irika Bilbao es una hermosa muchacha que oara llegar a Estados Unidos, tuvo que viajar vestida de hombre, pues en el barco donde iba de polizón, existían rumores que las mujeres eran sometidas y obligadas a bajezas, todo por conseguir el famoso ''Sueño Americano'', tras la muerte de su mejor amigo, entra al programa de protección de testigos.
Constantine es un capitán de la Policía de Miami, viene de una familia de tradición policiaca y militar. Su novia es asesinada por miembros de una pandilla de ilegales y ahora busca venganza.
¿Qué pasará cuando este par se conozcan?
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Primer cheque y visa americana.
Irika miraba el pequeño papel de forma cuadrangular, donde pululaban varios ceros a la derecha. Era su primera ganancia de muchos miles de dólares. Eso solo significaba, que pronto podría mandarle a su familia dinero, al igual que a la madre de Joaõ.
¡Joaõ!
Su entrañable amigo, como lo extrañaba, sobre todo, en este momento para celebrar su primer triunfo.
Una lágrima se escapó, pero la atajó antes de que llamara a otras más. Sonrió suave, sabía que su hermano del alma, estaba celebrando donde quisiera que esté.
- Te prometo que a tu madre y hermana, nada les faltará. - lanzó aquella promesa en un susurro al viento, que soplaba con calidez marina.
- Señorita Irika Bilbao, - se levanta al escuchar que la llaman - la esperan en la oficina del encargado de emigración y visado. - le informa la joven mujer.
Irika se pone en pie, camina un poco, la secretaria toca la puerta y ambas escuchan el permiso para ingresar a la oficina.
Detrás de la mesa, se encontraba un hombre de mediana edad, con rostro y mirada severa.
- Adelante, tome asiento. - dijo con cara de pocos amigos.
La joven secretaria se retiró, sintiendo pena por la pobre chica.
- Buenos días... - trató de saludar Irika, antes de ser interrumpida.
- No sé qué tiene de bueno, - contestó severo - eres otra emigrante más, que viene a invadir Mi país, - el corazón de Iri se contrajo por aquellas horribles palabras - pero no puedo negarme a darte la visa, ya que eres la ramera de Constantine Lamprou, un idiota hijito de mamá. - el hombre no pretendía parar su verborrea xenófoba - Después de aquí, lo más seguro es que irás a llorarle a tu amant...
En esos momentos la puerta se abrió, dejando a la vista a un Constantine, que respiraba de manera pesada del coraje, por haber escuchado toda la mierda que el fulano le dijo a su mujer.
- No tiene que ir a llorarme, pues ya ves, yo mismo te he escuchado y ya había escuchado de varios emigrantes que eras un tipo xenófobo, racista y discriminador. - el rostro del tipo era pálido como hoja de papel - ¿Estás consciente que este comportamiento tuyo, te causará problemas? - le dice con voz marcada.
- Ca... capitán Lam... Lamprou. - tartamudeó el hombre de cabello entre cano y rubio.
- Señor Cooper, creo que debe estudiar historia de los Estados Unidos, para que se entere de que aquí todos somos inmigrantes, que todos provenimos de familias que vinieron a invadir y a apoderarse de una nación que le pertenece realmente a los nativos americanos. Que este país, que usted define como SUYO, no es más que un territorio ajeno que nosotros hemos estado ocupando, creyéndonos los dueños con derechos. - concluye su discurso.
El hombre que aún se mantenía sentado en su silla, sin poder articular una sola palabra ante lo dicho por el hombre de gran tamaño, frente a él.
La secretaria que se mantenía justo unos pasos detrás de Constantine, se alegró internamente, porque por fin, alguien había puesto a ese sujeto, en su sitio.
- Ahora firma el visado de la señorita Bilbao, que es la última vez que tienes esa potestad en este lugar. - le dijo Constantine.
Luego de que todo estuviera en orden e Irika, ya tenía su visa de residencia, el siguiente paso era buscar un juez para unir sus vidas en matrimonio. No pretendía seguir viviendo con ella en la clandestinidad. Si bien era cierto que muchas parejas se casaban antes de obtener la visa, él quiso primero que ella obtuviera la visa, para que no se sintiera presionada a casarse con él, por un deber, sino que ella lo eligiera.
Por otra parte, Irika, anhelaba ser la única mujer en la vida de su griego. Ella lo amaba, ese amor había crecido, forjándose en su corazón con la fuerza de una espada antigua.
Irika, obtuvo una cuenta en un banco nacional, luego giró su cheque, una vez pudo transferir el dinero a su nueva cuenta, se dispuso a llamar a su madre y a la madre de Joaõ, quien estaba viviendo en el hogar de los Bilbao, para decirles que les enviaría dinero.
- Hola mamá, tía, les llamo para decirles que he recibido mi primer pago como modelo y que les enviaré... - les dijo.
- No, no, no Iri, para mí no es necesario... - dijo la madre de Joaõ.
- Ni que lo diga tía, usted se merece esto y más, además es una promesa que le hice a mi hermano. - le contradice.
Con toda la pena del mundo, tuvo que aceptar el obsequio de su ahijada.
Terminaron de hablar e Irika se encaminó al despacho de su amado, para llevarle un café.
Lo encontró tecleando con gran habilidad, frente al computador portátil. Llevaba lentes de lectura, anti-reflejo, que lo hacían lucir muy sexy. Eso provocó a Iri, quien se lo comió con la mirada.
Con la cautela de una pantera, la morena colocó la taza de café, en la mesa auxiliar junto a la puerta. Caminó con sensualidad, hasta llegar a su objetivo, que por su concentración no se había percatado de que su mujer había entrado.
Irika le dio un pequeño empujón, haciéndolo recostar sobre el respaldo del sillón de cuero. Constantine le dio una mirada llena de deseo. Solo bastaba su presencia, para provocarle las más calientes sensaciones.
La morena se trepó sobre su regazo, colocando lado a lado sus largas piernas morenas, que él de inmediato se puso a masajear mandando descargas hacia el centro de ambos.
- Eres muy traviesa mi garota. - le dijo muy cerca de sus labios.
La besó con demanda, saboreando el dulce sabor de su boca.
- Que deliciosa boca tienes, eres mi perdición. - le habló con voz ronca y sensual, para luego, volver a besarla.
Se puso en pie y apartó el computador, mas todo lo que en el escritorio estaba. Le sacó el cárdigan de tejido ligero, también los shorts de tela suave que esta, traía, dejándola solo en unas diminutas tangas brasileras.
- Te voy a probar mi bella garota. - le afirma, y acto seguido, se arrodilla frente a aquella fuente del placer que tanto ama.
Como un hambriento, lamió, saboreó y chupó, toda aquella fruta jugosa que se chorreaba por el placer recibido.
Irika volvió a ver el firmamento y más allá, de la boca de su amado.
Sus cuerpos se unieron en un vaivén frenético que los llevó juntos a alcanzar el cielo.
es obvuo que alguiek del departamento de policia le ayuda a zeze
si duda de irika la perdera y puede que llegue otro y le de la confianza que el no le da por dios es su esposa por algo se caso con ella