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FÉNIX

FÉNIX

Status: En proceso
Genre:Maltrato Emocional / Elección equivocada / Mujer despreciada
Popularitas:157.2k
Nilai: 5
nombre de autor: JHOHANNA PEREZ

⚠️✋🔞

"¿Qué pasa cuando la fachada de galán encantador se transforma en un infierno de maltrato y abuso? Karina Sotomayor, una joven hermosa y fuerte, creció en un hogar tóxico donde el machismo y el maltrato doméstico eran la norma. Su padre, un hombre controlador y abusivo, le exige que se case con Juan Diego Morales, un hombre adinerado y atractivo que parece ser el príncipe encantador perfecto. Pero detrás de su fachada de galán, Juan Diego es un lobo vestido de oveja que hará de la vida de Karina un verdadero infierno.

Después de años de maltrato y sufrimiento, Karina encuentra la oportunidad de escapar y huir de su pasado. Con la ayuda de un desconocido que se convierte en su ángel guardián y salvavidas, Karina comienza un nuevo capítulo en su vida. Acompáñame en este viaje de dolor, resiliencia y nuevas oportunidades donde nuestra protagonista renacerá como el ave fénix.

¿Será capaz Karina de superar su pasado y encontrar el amor y la felicidad que merece?...

NovelToon tiene autorización de JHOHANNA PEREZ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Un sacrificio más...

Karina despertó minutos después. Pero al ver a Juan Diego, deseó haberse quedado inconsciente.

—Hola, mi reina, aquí estoy. ¿Cómo te sientes? —La dulzura fingida en la voz de Juan Diego le revolvió el estómago, por lo que, aún mareada, tuvo que levantarse apresuradamente y correr al baño para vomitar.

Juan Diego la siguió rápido, y al verla inclinarse sobre el inodoro, le sostuvo la larga cabellera con aparente preocupación.

—¿Qué te ocurre? —preguntó, frunciendo el ceño.

—¡Déjame, maldito infeliz! —Karina se apartó bruscamente, empujándolo con todas sus fuerzas—. ¡No me toques! ¡Deja tu hipocresía!

Juan Diego cerró los puños y respiró hondo, tratando de controlar la ira que empezaba a asomar en su mirada.

—Mira, Karina, no me hagas perder la paciencia. Estoy siendo considerado contigo a pesar de las estupideces que has hecho últimamente. Realmente estoy preocupado por ti. Deja de ser altanera y no me obligues a darte tu merecido —gruñó, acercándose con una mirada dura y fría.

El tenso momento fue interrumpido de pronto por la entrada del doctor, quien, con tono profesional, se dirigió a Juan Diego.

—Señor Morales, creo que debemos realizarle algunos estudios a la señora para determinar la causa de estos síntomas.

Juan Diego se giró hacia el médico y asintió de inmediato.

—Estoy de acuerdo. Vamos, mi reina, te llevaré —dijo, intentando recuperar su tono amable mientras tomaba a Karina del brazo.

Karina quiso resistirse, deseaba gritar y alejarse de él, pero sabía que si lo hacía se armaría un escándalo. Y considerando el delicado estado de salud de su madre, no podía permitirse llamar la atención. Cerró los ojos un instante, respiró hondo y, resignada, cedió a la voluntad de Juan Diego, dejándose guiar hacia la sala de exámenes.

Karina fue llevada a una sala de exámenes. Juan Diego, fingiendo ser el esposo ejemplar, no se apartó de su lado ni un momento. Se mantenía atento y solícito, como si realmente le importara, pero Karina no le dirigió la palabra en absoluto. Lo odiaba con cada fibra de su ser y su silencio era la única forma de demostrarle su desprecio.

Una hora después, el mismo médico que la había atendido regresó con los resultados en mano. Su expresión era tranquila, incluso parecía levemente sonriente.

—¿Qué tiene mi esposa, doctor? —preguntó el magnate, poniéndose de pie de inmediato, expectante.

—Nada grave, señor Morales. Al contrario, es una gran noticia —respondió el médico, mirando a ambos con amabilidad—. La señora está embarazada.

La noticia cayó como un balde de agua helada sobre Karina. Sus ojos se nublaron, pero no era de felicidad. El estómago se le revolvió de nuevo, y esta vez no por náuseas. No deseaba ser madre, no ahora... y mucho menos deseaba un hijo de su verdugo.

Se quedó en absoluto silencio, mirando un punto fijo en la pared, mientras Juan Diego sonreía ampliamente, radiante de alegría. Para él, la noticia era perfecta; las cosas no podían haber salido mejor. Ahora Karina estaría atada a él para siempre, y ya no tendría que esforzarse tanto para mantenerla a su lado.

—Mi reina, es la mejor noticia que he recibido —exclamó, abrazándola con fuerza.

Karina permaneció rígida, sin corresponder ese abrazo, sintiendo náuseas al contacto con él. En cuanto el médico se retiró de la sala, ella lo miró con rabia contenida y soltó, con la voz quebrada pero firme:

—No mereces ser padre. Eres un desgraciado... reniego de que seas el padre de mi hijo.

Juan Diego soltó una risa baja, cargada de cinismo, y le acarició la mejilla de manera posesiva.

—En cambio yo estoy muy feliz de que seas la madre de mi primogénito. Ven, vamos a casa. Debes alimentarte bien y cuidarte mucho... quiero que mi hijo crezca sano y fuerte.

Karina dio un paso atrás, mirándolo con desprecio.

—No puedo creer que seas tan cínico. ¡Yo no voy a ir a ningún lado! Si estoy aquí es solo por mi madre. No creas que voy a volver contigo, ni siquiera aunque esté embarazada. Así que... ¡esfumate, idiota!

La expresión del magnate cambió de inmediato. La sonrisa se borró, reemplazada por una mirada fría y amenazante. Se acercó a ella lentamente, apretándole la barbilla con fuerza hasta hacerla doler, obligándola a mirarlo a los ojos.

—Perfecto. Tú no vuelves conmigo... y yo me encargo de que a tu madre la desconecten. No la volverás a ver nunca. Así que piénsalo bien, mi reina. La vida de tu madre está en tus manos.

Antes de que Karina pudiera responder, él la sujetó con violencia y le estampó un beso agresivo, lleno de rabia y posesión.

—¡No serías capaz! —exclamó ella con los dientes apretados, la furia chispeando en sus ojos.

—No te engañes, hermosa. Sabes muy bien de lo que soy capaz —susurró él, sin apartar la mirada—. No me retes. Haz lo que te digo: ve a despedirte de la inútil de tu madre... y después regresamos a casa.

Karina sintió que el corazón se le rompía en mil pedazos. Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro mientras la impotencia se apoderaba de ella. No podía creer que incluso la vida de su madre dependiera de ese infeliz.

Sin decir nada más, la pelinegra caminó lentamente de regreso a la habitación donde estaba su madre. Allí encontró a sus hermanos, Joel y Orlando, y a su padre, Fernando Sotomayor, todos en silencio, velando a la mujer en coma.

La rabia, contenida durante demasiado tiempo, explotó como un volcán.

—¡Partida de hipócritas! —gritó, con voz desgarrada—. ¡Lárguense! ¿Cómo pueden fingir que les importa, cuando tú, Fernando, eres el único culpable de que ella esté en esa maldita cama luchando por su vida? ¡Y ustedes dos son sus cómplices! ¡Reniego de llevar su maldita sangre! ¡Los odio con todas mis fuerzas!

Sollozando, se acercó a la camilla donde yacía su madre. Sus piernas temblaban, pero se arrodilló a su lado, abrazándola con desesperación.

—Mamita... despierta, te lo suplico... ¡te necesito! Por favor, no te vayas, no me dejes... —rogó entre sollozos, mientras besaba las manos frías y quietas de su madre.

La habitación quedó en silencio, cargada de dolor, rabia y desesperanza.

Karina supo que Juan Diego hablaba en serio cuando descubrió que ese hospital pertenecía a un amigo íntimo del magnate. El trato preferencial que le daban a él y, por extensión, a ella por ser su esposa, no hizo más que reafirmarle que, una vez más, estaba en sus manos, atrapada sin escapatoria.

Así que, sin duda alguna, se sacrificó nuevamente, solo por su madre. Resignada, después de besar la frente de su madre y prometerle con un hilo de voz que volvería al día siguiente, se marchó junto a Juan Diego, rumbo a la maldita jaula de oro a la que estaba condenada.

—¡Espera, Karina, por favor! Hablemos... yo... —la alcanzó Joel, jadeante, con el rostro tenso y los ojos brillantes por la culpa.

Karina se detuvo apenas un segundo, volviéndose con la mirada cargada de desprecio.

—No tengo nada que hablar contigo —espetó con frialdad—. Solo espero que la vida te cobre con creces la indiferencia con la que has visto durante años el maltrato de mi padre hacia mi madre. Deseo que no tengas un segundo de paz, ni siquiera para dormir. Porque tú, al igual que Orlando, saben perfectamente que lo que tiene a mi madre en esa cama no es un ataque de ladrones... sino un ataque de Fernando Sotomayor. Deseo que tu conciencia te pese, que sufras cada segundo de tu existencia por ser cómplice de un criminal. ¡Deseo que te sientas miserable por no haber hecho nada para cuidar ni defender a tu propia madre!

Sin darle oportunidad de responder, Karina dio media vuelta y caminó hacia la salida, con Juan Diego pisándole los talones. Su figura firme y decidida se alejaba mientras Joel quedaba atrás, hundido en la culpa, cargando la maldición de su hermana menor como un peso insoportable.

Joel sintió cómo las lágrimas comenzaban a brotar, ardiéndole los ojos. Nunca había llorado tan profundamente dolido como ahora. Las palabras de Karina habían sido duras, crueles incluso, pero cada una cargada de una verdad que le atravesaba el alma. Se quedó quieto, con la mirada fija en el suelo, y en ese instante, se juró a sí mismo que buscaría la redención. Investigaría a su padre, y si confirmaba que él era el responsable del estado crítico de su madre, se lo haría pagar, sin importar las consecuencias.

Joel quería redimirse, no solo con su madre, sino también con su hermana… y con la mujer que le había robado el corazón en silencio. Quería cambiar, demostrar que podía ser un mejor hijo, un mejor hermano… y un mejor pretendiente.

Mientras tanto, Karina viajaba en silencio de regreso a la mansión Morales. Cada kilómetro recorrido era una carga emocional más pesada. Al llegar, no esperó a que Ernesto, el chofer, le abriera la puerta. Bajó del auto rápidamente, con paso decidido, y caminó hacia la entrada sin saludar siquiera a la odiosa empleada que la observaba desde el vestíbulo.

Sin mirar a nadie, subió las escaleras, cada paso resonando con la fuerza de su rabia y tristeza. Entró a la habitación que compartía con el magnate y cerró la puerta del baño con seguro. Allí, finalmente, su fachada de fortaleza se resquebrajó. Se desvistió lentamente, se metió bajo la regadera y dejó que el agua caliente cayera sobre ella.

Las lágrimas comenzaron a brotar, pero esta vez no hizo nada por detenerlas. Se dejó caer contra la fría pared de mármol, abrazándose a sí misma mientras las lágrimas se camuflaban con el agua de la ducha, corriendo por su rostro en una mezcla de impotencia y dolor. El sonido del agua era lo único que llenaba la habitación, un triste testigo de su sufrimiento silencioso....

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Olga Ortiz
excelente novela, me encanta como escribes, gracias
Olga Ortiz
solo enfrentando con ayuda profesional y con un amor como Massimo te tiene, solo así podrá dejar de lado ese trauma
Olga Ortiz
cada día fortalecen más su amor, serán muy felices
Olga Ortiz
no creas que Karina es la zorra de Aitana, ella si lo ama de verdad y después de pasar por todo, eso también sabe ser agradecida y no dejará que le hagan nada a ella y a Massimo
Mary Gonzlz
más capítulos autora escritora porfa
Olga Ortiz
que tierno es Massimo con Karina, espero que esté amor los fortalezca y nadie los pueda separar
Olga Ortiz
la novela es muy buena, tiene una buena temática, espero que pronto se recupere que pueda sentirse bien para que pueda hacer lo que quiera en la vida entre esas escribir, porque lo hace muy bien
Olga Ortiz
el infierno está aquí mismo en la tierra y nadie se va sin pagar lo que se debe, haber matado a su propio hijo por celos que solo en su mente sucia había, eso no tiene como pagarlo
Olga Ortiz
eso no es nada más y nada menos lo que merece un monstruo como ese, así debería ser la justicia para todas las mujeres que han tenido que sufrir toda esa violencia por alguien no sólo su esposo, hasta hay algunas que no sobrevivieron a esa furia
Olga Ortiz
que Juan Diego, tu mismo te hechaste la soga al cuello, se te cayó la mascara
Olga Ortiz
no creo que alguien se coma el cuento de ese mal nacido
Olga Ortiz
eso es Massimo, deja en claro todo lo que pasó en la vida de Karina desde que ayudaste a Karina
Olga Ortiz
me alegro que al fin los hermanos abrieron los ojos y se dieron cuenta de lo que hacían
Olga Ortiz
estás acorralado Juan Diego, vas a ir a la cárcel
Olga Ortiz
ese degenerado es un enfermo mental, nadie en su sano juicio hace algo así
Olga Ortiz
quisiera ver la cara de ese bicho cuando supo que ese niño era suyo
Olga Ortiz
ya se dieron cuenta de que juntos son fuertes y que su conexión es muy importante
Olga Ortiz
nooo puede ser que sea tan degenerada de traicionarlo
Olga Ortiz
ya me imagino lo detestable de esa mujer, como para que Massimo haya sufrido por ella
Olga Ortiz
Massimo no hace sino ganarse su corazón, y pronto lo logrará
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