El Laberinto De Los Sueños

Cuando Emma cruzó la puerta, un destello de luz la envolvió. Al abrir los ojos, se encontró en una sala infinita y oscura. No había paredes ni techo visibles, solo un suelo brillante como cristal negro que reflejaba el cielo estrellado. La sensación era de vacío, de estar suspendida en medio de la nada, pero con un extraño peso en el pecho.

Entonces, comenzaron los sonidos. Al principio, eran murmullos suaves, ecos que rebotaban en el espacio infinito, apenas discernibles. Pero poco a poco las voces se hicieron más claras, más insistentes. Emma reconoció algunas de inmediato: la voz de Ethan, su hermano, llamándola; la voz de su madre, suplicando entre lágrimas; y la voz de Clara, su mejor amiga, pronunciando palabras que sonaban llenas de reproche.

—Emma, por favor, despierta —dijo Ethan, su tono lleno de desesperación.

Emma giró rápidamente hacia donde creía que estaba su hermano, pero no vio nada. Las voces no tenían un origen visible.

—¿Dónde estás? ¡Estoy aquí! —gritó, pero su voz no producía eco, como si este lugar absorbiera todo sonido que no viniera de los ecos.

—¿Por qué no me escuchaste ese día? —la voz de Clara resonó más fuerte esta vez, acusadora, haciendo que Emma apretara los puños.

—¿Qué hice mal? —murmuró Emma, sintiendo una mezcla de culpa y confusión.

De repente, un sonido metálico quebró el aire. Frente a ella, el suelo comenzó a ondular como si fuera agua, y una figura emergió lentamente de su reflejo. Era otra versión de sí misma, pero más oscura, con los ojos fríos y un aire amenazante.

—¿Por qué sigues intentando despertar? —preguntó la figura, cruzando los brazos. Su voz era idéntica a la de Emma, pero cargada de burla—. La vida allá afuera no es más fácil que aquí.

Emma retrocedió un paso, incapaz de apartar la mirada de esa versión distorsionada de sí misma.

—¿Quién eres?

La figura sonrió con una mezcla de arrogancia y desprecio.

—Soy tú. Pero no la tú que todos conocen. Soy la parte de ti que has intentado ignorar. La que tiene miedo, la que duda, la que piensa que no merece despertar.

Emma sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras de la figura tocaban algo profundo en ella, una verdad que preferiría no enfrentar.

—Eso no es cierto —dijo, con un intento de firmeza en su voz.

La figura soltó una carcajada breve y seca.

—¿No es cierto? Entonces dime, ¿por qué sigues aquí, atrapada en este mundo de sueños? Podrías haber despertado hace mucho si realmente lo desearas. Pero no lo hiciste. ¿Por qué?

Emma abrió la boca para responder, pero no encontró palabras. La pregunta la golpeó con fuerza. ¿Por qué seguía atrapada? ¿Era miedo? ¿Duda? ¿O tal vez algo más profundo, algo que no había querido admitir?

La figura oscura dio un paso hacia ella, cerrando la distancia.

—¿Sabes lo que pienso? Creo que prefieres quedarte aquí, donde no tienes que enfrentar el dolor, ni a tu hermano, ni a Clara, ni a nadie. Aquí puedes fingir que el mundo no importa.

—¡No es cierto! —gritó Emma, sintiendo que las lágrimas llenaban sus ojos.

—¿No lo es? —la figura ladeó la cabeza, con una expresión que mezclaba lástima y burla—. Entonces, ¿por qué nunca enfrentaste a Ethan cuando sabías que algo andaba mal? ¿Por qué nunca intentaste arreglar las cosas con Clara después de aquella pelea?

Emma apretó los puños con fuerza. Las palabras de su contraparte eran como cuchillos, cada una más afilada que la anterior.

—Porque tenía miedo —dijo finalmente, con la voz temblorosa pero firme—. Tenía miedo de empeorar las cosas, de decir algo que los lastimara más.

La figura oscura se detuvo, evaluándola.

—Admitirlo es un comienzo. Pero ¿es suficiente?

Emma levantó la cabeza, enfrentando la mirada fría de su otra yo.

—Tal vez no sea suficiente ahora, pero por eso estoy aquí. No quiero rendirme. Quiero arreglar las cosas, aunque sea difícil.

La figura oscura permaneció en silencio por un momento antes de dar un paso atrás. Su expresión cambió ligeramente, perdiendo algo de su dureza.

—Esas son palabras bonitas, Emma. Pero el verdadero desafío comienza cuando despiertes. Allí no tendrás segundas oportunidades.

—Lo sé —dijo Emma, con más confianza esta vez—. Pero estoy lista para intentarlo.

La figura sonrió, aunque esta vez no había burla en su gesto.

—Entonces demuéstralo.

Con esas palabras, la figura se desvaneció, disolviéndose en el reflejo del suelo. Al desaparecer, el espacio comenzó a cambiar. Las estrellas en el cielo estallaron en destellos de luz, iluminando el vacío, y un nuevo sonido rompió el silencio: el latido de un corazón.

Emma se dio cuenta de que era el suyo. Cada latido resonaba en la sala, llenándola con una sensación de vida, de esperanza. Frente a ella, el suelo se transformó, y de él emergió una puerta. Era diferente de las anteriores: más simple, pero con un brillo cálido que invitaba a cruzarla.

Emma se acercó a la puerta, pero antes de abrirla, miró hacia atrás, hacia el vacío donde había enfrentado sus mayores dudas.

—No importa cuán difícil sea —murmuró para sí misma—. Seguiré adelante.

Tomó el pomo de la puerta y la abrió. Una luz intensa la envolvió, y por primera vez desde que comenzó su viaje, sintió que estaba más cerca que nunca de despertar.