Atrapados Por El INSTINTO

El cielo había comenzado a despejarse después de la tormenta que había marcado el último capítulo de la vida de Oliver y Leon. Pero el sol, aunque brillante, no lograba disipar completamente las dudas que habitaban en el corazón de Oliver. Caminaba por las calles de la ciudad, con el sonido de sus pasos resonando en la acera, la luz dorada del atardecer reflejada en los edificios lo envolvía en un cálido abrazo que sin embargo carecía de consuelo. Su mente iba y venía, luchando con sus miedos: ¿Cómo sería el futuro? ¿Podrían sobrevivir a las expectativas de los demás en un mundo que parecía no tener espacio para su amor?

Mientras avanzaba, Oliver trataba de aferrarse a las palabras que había compartido con Leon. La promesa de que ambos podrían encontrar su camino juntos iluminaba su camino, pero cada paso estaba sudado en ansiedad. Se detuvo en un parque que solía visitar con Leon, un lugar donde sus risas solían mezclarse entre los susurros del viento. La belleza del paisaje le recordaba lo que podía perder, y su interior se retorció ante esa idea.

Pasaron pocos minutos cuando la imagen de Leon le invadió la mente, haciendo que su corazón se acelerara. **¡Qué voz tan suave!** pensó, como un eco que podía recordar perfectamente. **¿Por qué el amor tenía que ser tan complicado?** Se sentó en una de las bancas, la madera crujía levemente bajo su peso. Su mente viajaba a ese primer beso, esos momentos mágicos que se sentían tan lejos, como si pertenecieran a otra vida.

—No puedes rendirte, Oliver —se dijo a sí mismo, tratando de ahogar la voz de la inseguridad que amenazaba con convertirse en un grito ensordecedor. Tomó una respiración profunda, y al hacerlo, cerró los ojos por un instante, dejando que la serenidad del parque lo envolviera.

Fue entonces cuando su teléfono vibró en el bolsillo de su chaqueta. Al sacarlo, vio que era un mensaje de Leon.

**"Volveré a casa hoy. Espero que podamos hablar, me gustaría verte."**

La ansiedad que había estado acumulando se evaporó por un momento. A pesar de la tormenta interna, había un rayo de esperanza. Oliver se sintió decidido. **Esto era su oportunidad.** Se levantó de la banca, sintiéndose rejuvenecido, y comenzó a caminar hacia el apartamento que compartían.

Cuando llegó a la puerta de su hogar, el corazón le latía con fuerza, y la duda volvió a apoderarse de él. “¿Y si Leon decide que no quiere pelear por esto? ¿Y si le resulta más fácil volver a su vida anterior?” Pero se negó a dejar que esos pensamientos lo detuvieran. Hizo una respiración profunda, apretó el pomo de la puerta y entró.

El aroma de la cena flotaba en el aire; Leon había estado cocinando, una de sus maneras favoritas de desestresarse. En la pequeña sala de estar, vio a Leon de espaldas, concentrado en la cocina. La imagen era tranquila y familiar, pero había un aura de tensión en el ambiente.

—Hola, Oliver —dijo Leon, girándose con una sonrisa que fue como una luz tenue en medio de la tormenta de emociones. Pero Oliver también percibía el ligero temblor en su voz.

—Hola —respondió Oliver, sintiendo que las palabras se atascaban en su garganta. Necesitaba ser honesto, no solo consigo mismo, sino también con Leon. Sin embargo, la carga emocional era pesada, y el miedo a perderlo lo mantenía en un limbo.

Leon se acercó a la mesa, sirviendo dos platos de pasta humeante. —Espero que tengas hambre. Pensé que sería buena idea cocinar algo para... disculparme, por lo que sucedió.

—No es necesario que te disculpes —replicó Oliver, tomando asiento. La fragancia de la comida le hizo recordar todos los momentos compartidos en esa cocina—. Estoy aquí porque quiero hablar.

La mirada de Leon se tornó más seria, y aunque había una sonrisa levantada, su tristeza aún era palpable. —Entiendo. Después de nuestra conversación en el parque, he estado pensando en todo lo que hemos compartido. No quiero perder lo que tenemos, pero me aterra lo que pueda pasar si decidimos seguir adelante.

Oliver sintió que había un eco de sus propios miedos en las palabras de Leon. Pero ya no podía dejar que las dudas lo dominaran. —He llegado a comprender que el miedo no puede ser mi guía —dijo, eligiendo cuidadosamente cada palabra—. No puedo dejar que las expectativas de los demás nos priven de vivir nuestra vida como queremos.

Leon frunció el ceño, mirándolo atentamente. —¿Qué quieres decir?

Oliver se detuvo por un momento, asegurándose de que su corazón estaba abierto y su voz era firme. —Lo que quiero decir es que la verdad es lo que realmente importa. No quiero que escondamos nuestro amor ni que vivamos a oscuras. Quiero enfrentar el miedo de la forma más valiente posible: siendo honestos.

Hubo un silencio que se extendió entre ellos, pesado pero lleno de significado. Después de un par de segundos que parecieron eternos, Leon finalmente asentó. —Te entiendo. Pero, ¿cómo lo hacemos? A veces parece que tengo un pie en la puerta de la aceptación y el otro atrapado en el miedo de lo desconocido.

—No lo sé —Oliver confesó, sintiendo cómo una mezcla de emociones se enredaba en su pecho—. Pero creo que debemos enfrentarlo juntos. Si caminas a mi lado, tal vez sea más llevadero. Me gustaría que fuéramos el tipo de pareja que no se esconde, que se sostiene el uno al otro ante cualquier adversidad.

Leon sonrió, notando ese brillo de determinación en los ojos de Oliver. Había algo edificante en saber que no estaba solo en esta lucha. —Me gusta esa idea. Al fin y al cabo, siempre hemos enfrentado las tormentas juntos, ¿no?

—Exactamente —respondió Oliver, sintiendo que un puente se estaba construyendo entre ellos nuevamente. Pasaron unos momentos, disfrutando de la comida en silencio, las tensiones iniciales aliviándose lentamente.

Una vez que terminaron, se sentaron nuevamente, esta vez con una taza de café caliente en las manos. —Te escuché decir que el miedo es un monstruo que se alimenta de la soledad. ¿Qué tal si lo enfrentamos juntos? —preguntó Leon.

—Eso suena perfectamente. Y esta vez, no vamos a escondernos. —Oliver dejó que su mirada se adentrara en los ojos de Leon. —La verdad puede ser aterradora, pero no quiero que nuestras vidas se basen en lo que los demás piensan. Quiero que se basen en lo que realmente somos.

Leon tomó una profunda respiración, como si estuviera absorbiendo la sinceridad de Oliver. —Tienes razón. Pero quiero hacer esto de la manera correcta. Tal vez podamos empezar con nuestras familias, compartiéndolo sin miedo a su rechazo.

—Sí, es un buen comienzo —Oliver dijo, aliviado al darse cuenta de que en el fondo no era solo él quien quería dar ese paso adelante. —Y también quiero ser honesto sobre lo que siento. No quiero que la carga de esta relación recaiga sobre un solo individuo.

—Lo prometo —dijo Leon, su mirada ardía de determinación—. Juntos, enfrentaremos cada paso que venga. Puede que el camino no sea correcto, pero al menos será nuestro camino.

Con una sonrisa que iluminaba sus corazones, ambos sentían que el sol comenzaba a brillar, deshaciendo las nubes de duda que habían oscurecido su amor. En ese pequeño apartamento compartido, donde las inseguridades aparecían y desaparecían, la esperanza se iba cocinando a fuego lento, convirtiendo sus miedos en luz, y sus promesas en un camino hacia la verdad que los uniría aún más. Así, con un nuevo sentido de dirección, Oliver y Leon se prepararon para abordar el futuro, listos para enfrentar los miedos y abrazar la autenticidad de su amor.