Encuentro Improbable II "Vísperas Del Ocaso"

Pasaron varios años de aquel suceso que ahora, solo formaba parte de un hermoso recuerdo cargado de amor. El dolor que la había inundado en su momento se había convertido en una melancolía dulce, un eco de un amor que jamás olvidaría.

Yoriko había comenzado su vida desde cero. El mundo se le presentaba como un lienzo en blanco, una oportunidad para dibujar un futuro lleno de esperanza. Y lo hizo con coraje, con un corazón que había aprendido a sanar sus heridas.

Pudo volverse a enamorar. Y casualmente, el elegido para compartir su vida había sido el mismo doctor que tanto la había cuidado. El doctor Han, con su amabilidad, su compasión y su delicadeza, había sido una luz en la oscuridad de su dolor.

El destino parecía haber conspirado a su favor, uniendo sus caminos de una manera mágica y significativa. Su historia de amor era un testimonio de que la vida es un ciclo constante de pérdidas y reencuentros. Que la tristeza puede dar paso a la esperanza y que el amor siempre encuentra una forma de florecer en los lugares más inesperados.

No pasó mucho tiempo para que ambos terminaran casados, sellando su amor con un compromiso eterno. La ceremonia fue sencilla, pero llena de significado. Yoriko y el doctor Han se prometieron amor y fidelidad ante un cielo azul y un sol que parecía bendecir su unión.

Juntos, formaron una hermosa familia, llena de amor y felicidad. Su hogar se llenó de risas, de juegos infantiles y de un aroma a pan recién horneado. Curiosamente, tuvieron dos hermosos hijos a los que bautizaron con los nombres de Zander y Aiko, en memoria de su fiel amado y su pequeña hermana.

Los niños crecieron rodeados de amor. Siempre escuchaban las historias de sus padres sobre el amor verdadero y la importancia de valorar cada momento de la vida. Yoriko les contaba con ternura los recuerdos de Zander, su valentía, su cariño, su luz que la había guiado en la oscuridad.

Y a pesar de la tristeza que había marcado el pasado, Yoriko había encontrado una nueva forma de ser feliz. Su amor por Zander había transformado su vida, había hecho de ella una mujer más fuerte, más compasiva, más capaz de amar y de ser amada.

Y en la tranquilidad de su hogar, rodeada de sus hijos y del amor de su esposo, Yoriko podía sentir la presencia de Zander, un amor eterno que la acompañaba en cada paso de su camino.

Aunque el tiempo había sanado las heridas de Yoriko, el recuerdo de Zander seguía vivo en su corazón. Era un dolor dulce, un amor que se había convertido en un tesoro preciado, una llama que ardía con más fuerza en la oscuridad.

Cada noche, miraba al cielo estrellado y le hablaba en silencio, compartiendo sus alegrías y tristezas. Le contaba de sus hijos, de cómo crecían sanos y felices, de cómo la vida le sonreía de nuevo. Le contaba de su amor por el doctor Han, un amor que había llenado de luz su corazón herido.

Sabía que él siempre estaría presente en su vida de alguna manera. En el brillo de las estrellas, en el canto de los pájaros, en la brisa suave que acariciaba su rostro. Su amor era eterno, un lazo invisible que los unía más allá de la muerte.

Y en esos momentos de soledad, Yoriko sentía que Zander la escuchaba, que la guiaba con su amor desde un lugar indefinido. Un amor que la había transformado, que la había hecho más fuerte, más sabia, más capaz de amar y de ser amada.

No se sabe realmente qué pasó con Kendo, la anciana o el pequeño Kyo. Pero seguramente tuvieron una vida llena de recompensas y felicidad. La anciana, con su sabiduría y su bondad, seguramente encontró paz en la contemplación de la naturaleza y en el amor de los animales que la rodeaban. Kendo, con su corazón noble y su dedicación a la justicia, seguramente encontró un camino honorable y provechoso. Y el pequeño Kyo, libre de la opresión de su pasado, seguramente disfrutó de una infancia llena de alegría y amor.

Pero como cualquier persona común y corriente quedaron olvidados de la historia. Sus nombres se perdieron en el tiempo, sus actos de bondad y valentía se esfumaron en el olvido. El mundo siguió girando, sin prestar atención a sus pequeñas victorias.

Aunque sus caminos se separaron, el bien que habían hecho en el pasado seguramente les trajo paz y redención. Su corazón no cargaba con el peso de la culpa ni de la maldad. Su alma había encontrado la tranquilidad en la sabiduría de la vida.

Mucho menos sabemos qué fue de Ajax y Lord Van. ¿Habrán enmendado sus errores? ¿Habrán encontrado la redención que tanto necesitaban? Es difícil decirlo. A veces, el camino de la rehabilitación es largo y tortuoso. Pero la esperanza nos dice que todos merecemos una segunda oportunidad para enmendar nuestros errores.

La vida es un ciclo constante de recompensas y castigos, de amor y odio, de luz y oscuridad. Y solo el tiempo puede juzgar a cada uno de nosotros.

Yoriko viajó un tiempo después con su familia hacia las coordenadas escritas en aquel papel que se le había entregado en sueños. Tardó en hacerlo. El recuerdo de Zander era muy reciente y doloroso para ella. La idea de encontrarse con su lugar de descanso la llenaba de temor y tristeza. Pero el amor que le tenía era más fuerte que su dolor. Y la esperanza de volver a sentir su presencia la impulsaba a continuar.

Al fin pudo hacerlo, llevando consigo el amor y la esperanza en su corazón. El viaje fue largo y penoso. Cada paso que daba la acercaba más a la realidad de la pérdida, a la certeza de que Zander ya no estaba con ella en este mundo.

Allí se encontraba, solitaria y bajo un frondoso árbol, el cual reconoció de inmediato. Su lugar de encuentro en el mundo de los sueños. ¡Era real! Al pie de este se encontraba una pequeña lápida. En ella, se podía leer "Aquí yace Zander, quien tuvo una vida corta pero fructífera, 1543-1570".

Las lágrimas brotaron de los ojos de Yoriko al leer esas palabras. Pero también una sensación de paz y gratitud por haber sido parte de la vida de aquel ser especial. La tristeza se mezclaba con la alegría de haber conocido un amor tan intenso y verdadero.

Y en ese lugar sagrado, bajo la sombra del árbol que los había unido en el mundo de los sueños, Yoriko sintió que su corazón había encontrado la paz. La paz de saber que su amor era eterno, que su alma gemela siempre estaría con ella, guiándola con su luz a través de la eternidad.

Luego, continuaba un poco más abajo un pequeño epitafio que apenas se lograba leer. El paso de los años había hecho que se desgastara, pero estaba dedicado a su amada. "Real o no, nuestra historia quedará grabada por toda la eternidad. No me olvides nunca. ¡Te amo!". Las palabras, a pesar de su desgaste, tenían una fuerza conmovedora. Eran un testimonio del amor eterno que Zander le había prometido.

Yoriko se arrodilló frente a la lápida, dejando caer una rosa blanca sobre ella como símbolo de su amor eterno. Cerró los ojos y sintió la presencia de Zander a su lado, susurrándole al oído palabras de aliento y amor. Era un sentimiento indescriptible, una conexión que transcendía la muerte. Sabía que él siempre estaría allí, guiándola y protegiéndola desde el más allá.

Con el corazón lleno de gratitud y amor, Yoriko se levantó y se alejó del lugar, llevando consigo el recuerdo de su amado y la certeza de que su historia de amor trascendería el tiempo y el espacio. A partir de ese momento, decidió vivir cada día como si fuera el último, valorando cada momento y amando con intensidad.

La vida le había enseñado que el amor es un regalo preciado, que debe ser cultivado y celebrado cada día. Y que aun en la ausencia, el amor verdadero perdura en el alma, guiando nuestros pasos a través de la eternidad.

FIN...