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Nuestro Desastre Perfecto

Nuestro Desastre Perfecto

Status: Terminada
Genre:Romance / Comedia / Amor eterno / Completas
Popularitas:653
Nilai: 5
nombre de autor: HopeVelez

🌆 Cuando el orden choca con el caos, todo puede pasar.

Lucía, 23 años, llega a la ciudad buscando independencia y estabilidad. Su vida es una agenda perfectamente organizada… hasta que se muda a un piso compartido con tres compañeros que pondrán su paciencia —y sus planes— a prueba.

Diego, 25, su opuesto absoluto: creativo, relajado, sin un rumbo claro, pero con un encanto desordenado que desconcierta a Lucía más de lo que quisiera admitir.

Carla, la amiga que la convenció de mudarse, intenta mediar entre ellos… aunque muchas veces termina enredándolo todo aún más.
Y Javi, gamer y streamer a tiempo completo, aporta risas, caos y discusiones nocturnas por el WiFi.

Entre rutinas rotas, guitarras desafinadas, sarcasmo y atracciones inesperadas, esta convivencia se convierte en algo mucho más que un simple reparto de gastos.

✨ Una historia fresca, divertida y cercana sobre lo difícil —y emocionante— que puede ser compartir techo, espacio… y un pedacito de vida.

NovelToon tiene autorización de HopeVelez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 14 – La burbuja

El reloj de la cocina marcaba las tres de la madrugada.

El vaso seguía abandonado sobre la mesa, olvidado como todo lo demás. La tormenta afuera golpeaba los cristales con insistencia, pero para Lucía y Diego, el mundo había quedado en suspenso, reducido a ese pequeño rincón iluminado por la tenue luz amarillenta que provenía de la calle a través de la ventana.

Él seguía con la frente apoyada contra la de ella, sonriendo apenas, como si no terminara de creerse lo que acababa de pasar.

—Dime que no estoy soñando.

Lucía rió bajito, nerviosa, sintiendo cómo el sonido le temblaba en el pecho.

—Si lo estás, al menos estamos soñando lo mismo y no creo que quiera despertar.

Diego deslizó los brazos alrededor de su cintura y la abrazó despacio, con una ternura que desarmaba cualquier defensa, cualquier sarcasmo habitual.

—Sabía que había algo entre nosotros. Solo… no pensé que sería tan fuerte.

Lucía cerró los ojos, dejándose envolver por esa calidez que no esperaba, que no quería reconocer, pero que la atravesaba de lleno. Era absurdo, imposible, un error que en su cabeza tenía mil razones para no ocurrir… y sin embargo, en ese momento se sentía como el lugar más seguro del mundo.

—Esto no puede ser tan sencillo —murmuró ella, aún con la cabeza apoyada en su pecho.

—¿Y quién quiere sencillo? —respondió él, con una risa suave que le vibró en el pecho—. A mí me gustan los líos.

Ella levantó la vista para protestar, ya con una réplica en la punta de la lengua, pero él volvió a besarla. Esta vez no hubo urgencia ni duda: fue un beso lento, paciente, como si quisiera memorizar cada detalle, cada segundo, como si estuviera escribiendo una canción sin palabras.

Cuando se separaron, Lucía se dio cuenta de que estaba sonriendo sin darse cuenta.

—Si alguien nos ve…

—Entonces que miren. —Diego le guiñó un ojo, con la seguridad traviesa que la volvía loca—. Pero por ahora, que este sea nuestro secreto.

El silencio regresó, pero era distinto al de antes: un silencio cómodo, cómplice, donde no había necesidad de hablar. Solo respiraban juntos, compartiendo el mismo espacio, como si la tormenta hubiera creado una burbuja que los aislaba del resto del mundo.

Hablaron a media voz de tonterías y de cosas que no decían a nadie más: de canciones inacabadas, de la colección secreta de tazas de Lucía, de los viajes que soñaban hacer y de las pequeñas manías que los hacían únicos.

Poco a poco, el cansancio fue venciendo a ambos. Terminaron en el sofá, compartiendo la misma manta, demasiado cerca como para fingir distancia. Lucía apoyó la cabeza en su hombro, y Diego dejó caer la suya sobre el cabello aún húmedo de ella.

Antes de quedarse dormida, Lucía tuvo una certeza extraña, nueva. Por primera vez desde que había llegado a ese piso, no se sintió una inquilina más. No se sintió fuera de lugar ni atrapada en un caos ajeno.

Por primera vez, se sintió en casa.

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