La novela trata sobre una joven llamada Jazz que, después de un accidente de tránsito, se reencarna en el mundo de su novela favorita, "Príncipe de la Oscuridad". Ahora es la reina Anastasia, casada con el rey Richard y es madre del pequeño Ethan de cinco años. A medida que explora este nuevo mundo, Jazz debe navegar por la política y la magia, mientras descubre su papel en la historia y su conexión hacia ese mundo.
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Capítulo 21: Armonía y el conflicto fronterizo
El banquete fue preparado con esmero en el comedor principal, adornado para la ocasión con arreglos florales y candelabros que iluminaban la sala con una calidez especial. la familia real se dirigió al gran salón. Ethan, aún algo débil pero emocionado, se dejó guiar por sus padres.
El chef Claude había supervisado personalmente cada detalle del festín, asegurándose de que fuera tan nutritivo como delicioso. Entre los platos, destacó el postre de fresas, fruta favorita de Anastasia como de Ethan, presentado con elegancia en el centro de la mesa.
Al sentarse, Ethan miró con asombro la comida servida frente a él.
—¡Wao, mamá! ¡La comida es mucha! —dijo con entusiasmo—. ¡Y ahí está mi fruta favorita!
Claude sonrió con orgullo y se acercó para explicar cada uno de los platos.
—Claro, joven príncipe. Este postre de fresas lleva crema batida fresca, un toque de miel natural, y está decorado con flores de vainilla tostada para darle un toque nutritivo y crujiente. Lo llamamos "Sabor del Amanecer," porque su dulzura y frescura alegran cualquier día.
Ethan miró el postre con ojos brillantes y exclamó:
—¡Se ve delicioso!
Anastasia sonrió, tomando una pequeña cuchara para probarlo.
—Lo es —confirmó, saboreándolo—. Gracias, Claude.
Richard asintió, disfrutando del momento tranquilo junto a su familia. Pero antes de que comenzaran a comer, Anastasia, conmovida por la felicidad que se sentía en el ambiente, se levantó de su asiento y dijo:
—Quiero que todos se unan a nosotros. Sirvientes, mayordomos, todos los que trabajan en este castillo. Este día merece ser celebrado por todos.
Richard miró a su esposa, sorprendido al principio, pero luego sonrió ligeramente y asintió.
—De acuerdo —dijo con voz tranquila.
La noticia se extendió rápidamente, y en poco tiempo, las mesas del gran comedor se llenaron. Todos compartieron la comida en un ambiente lleno de alegría y esperanza. La risa y las conversaciones llenaban el castillo, como si el regreso de Ethan hubiera sanado las heridas invisibles que cargaban sus habitantes.
Cuando todo terminó, Richard se retiró al despacho, donde su semblante cambió de inmediato. La sonrisa ligera que había mostrado desapareció, dejando ver la seriedad de un emperador enfrentando los problemas de su reino. Allí lo esperaba Chat, el segundo al mando desde que Lemel había partido al campo de batalla.
En la novela, Chat siempre había sido un personaje rodeado de sombras. Aunque era leal a su deber y eficiente en su trabajo, había algo inquietante en su rivalidad con Lemel. Chat siempre envidió la confianza que el emperador depositaba en Lemel, mientras él se sentía relegado a segundo plano. Esa envidia alimentó un rencor silencioso que, con el tiempo, comenzó a torcer sus intenciones. Aunque aún servía al reino, había momentos en los que sus acciones parecían más motivadas por su orgullo que por su lealtad, y al final traicionó a Richard Tú viendo algo que ver con el atentado, y así se convirtió en Cuidadano legal del reino de sur.
Chat entró con un informe y se lo entrego rey.
—Su Majestad, este es el informe enviado por Lemel —dijo mientras Richard tomaba los documentos.
—Continúa.
—Las aldeas pequeñas en los límites del reino del Oriente están siendo atacadas por rebeldes que se oponen a la paz entre los imperios de Este, Oeste, Norte y Sur —explicó Chat con seriedad—. Sin embargo, las más afectadas han sido nuestras aldeas fronterizas.
Richard leyó el informe detenidamente, asimilando cada detalle antes de hablar.
—Entendido. Asegúrate de enviar tropas para reforzar esas zonas y obtener más información sobre lo que está ocurriendo.
—Sí, Su Majestad —respondió Chat, pero antes de retirarse, agregó:— Hemos capturado a cinco de esos rebeldes, pero se niegan a hablar.
Richard alzó la vista del informe, su mirada se endureció ligeramente.
—Hagan lo necesario para obtener respuestas. Si insisten en guardar silencio, asegúrense de que no puedan volver a difundir sus ideales, o algo más práctico, corta sus lenguas.
Chat asintió, una leve sonrisa cruzó su rostro, pero era difícil discernir si era de satisfacción o algo más.
—Como ordene, mi rey.
Después de que Chat saliera del despacho, Richard dejó escapar un largo suspiro y se frotó la frente con cansancio. Volvió su atención a los informes que tenía delante, buscando respuestas entre las líneas de los papeles.
De pronto, un golpe suave resonó en la puerta.
—¿Sí? —dijo Richard, sin apartar la mirada de los documentos.
—¿Puedo pasar? —se oyó la voz de Anastasia al otro lado.
Richard alzó la vista, ligeramente sorprendido. Pensó para sí: ¿Qué habrá pasado? ¿Por qué viene de repente?
—Claro, Anastasia, entra —respondió, dejándose caer en el respaldo de su silla.
Anastasia abrió la puerta y avanzó con pasos tranquilos, su rostro sereno pero con un aire de preocupación.
—Quería preguntarte si mañana podría salir —dijo con suavidad—. El banquete de los reinos se acerca, y este año me toca a mí organizarlo.
En realidad le toca a la esposa del rey del Sur, pero como Anastasia sigue viva, pues me toca a mí....Pensó Jazz.
Richard Miró a su esposa, sus ojos buscando alguna señal más allá de su petición.
—Está bien, no hay problema —dijo al fin, con una leve sonrisa—. Por cierto, hoy saldré hacia las fronteras del reino. Están atacando nuestras aldeas.
Anastasia lo miró fijamente, con un brillo en los ojos que delataba algo más que preocupación. Sus pensamientos la llevaron de inmediato a los detalles de la novela: Si mal no recuerdo, el causante de esos ataques es el padre de Owen, el rey del Sur, junto con la reina del Norte. Están conspirando para asesinar a Richard y poner a Ethan como su sucesor. Y como es un niño... podrían desaparecerlo fácilmente o matarlo para se precisos.
Richard notó su expresión pensativa y frunció el ceño ligeramente.
—¿En qué piensas, Anastasia? —preguntó con curiosidad.
Anastasia parpadeó rápidamente y respondió:
—Emm, nada... —titubeó por un momento, pero luego añadió con más firmeza—. Pero, si vas a las fronteras, deberías investigar el Rosa Mistick Ahí encontrarás la respuesta que buscas.
Richard arqueó una ceja, intrigado por la sugerencia.
—¿El Rosa Místick? —repitió, como si probara las palabras en su mente.
—Sí, allí podría encontrar algo más para resolver esto.
Aunque allí Richard encontrará al que delatara al mano derecha del rey del Sur, pero que lo descubra por su cuenta, pensó Anastasia.
Richard la observó con detenimiento durante unos segundos. Luego, una sonrisa ligera apareció en su rostro.
—Lo tendré en cuenta —dijo, con una mezcla de curiosidad y afecto en su tono.
Anastasia le devolvió la sonrisa
—Bueno, Richard… —dijo Anastasia, mirándolo fijamente—, me retiro.
Richard, sin embargo, se acercó a ella con una sonrisa en los labios.
—¿Qué tal si recordamos el beso de aquella vez? —dijo, mirando fijamente sus ojos.
Anastasia, sorprendida por su cercanía, tartamudeó.
—Be-be… beso… —dijo, sin poder evitar el nerviosismo.
Richard se acercó aún más, casi rozando su rostro.
—Sí, mi bella esposa —susurró, respirando cerca de su cara—. Ahora tengo que salir.
Anastasia, ligeramente sonrojada, intentó pensar en algo para cambiar de tema.
—¿Podría ser mañana? —preguntó, en un intento de suavizar la situación.
Richard soltó una carcajada, divertida y un poco traviesa. Agarró suavemente su barbilla.
—No habrá mañana —dijo, acercándose aún más—. ¿Acaso no te dije que saldría a ver los daños ocasionados por los rebeldes?
Anastasia, nerviosa por la situación, rió levemente.
—Ja-ja… —rió nerviosa y luego agregó—: Sí, lo recuerdo. Entonces será cuando regreses.
Richard la miró fijamente, sus ojos llenos de deseo y cariño.
—Está bien… No podré soportarlo, porque necesito de tus labios. Pero está bien, te respeto —dijo, sonriéndole con ternura.
Anastasia sonrió también, aunque sentía ese cosquilleo que solo él podía provocarle. Richard, satisfecho con su respuesta, le dio un último vistazo antes de salir.
—volveré en cinco días.
Anastasia asintió, y Richard salió del despacho a prepararse para poder ir a las fronteras.