Desde niña, Zara soñaba con el día de su boda, creyendo que sería el comienzo de una vida feliz y plena. Pero en el mismo momento en que da el "sí, quiero" en el registro civil, sus sueños se hacen añicos cuando aparece la amante de su marido, embarazada y reclamando su lugar. Devastada, Zara anula el matrimonio y huye a un país lejano, donde comienza de nuevo su vida como esposa de alquiler, manteniendo una fachada de frialdad para proteger su corazón. Pero todo cambia cuando un nuevo cliente entra en su vida, desafiando sus reglas y despertando sentimientos que creía haber perdido para siempre. Ahora Zara debe decidir entre seguir su contrato o arriesgarlo todo por un amor inesperado.
NovelToon tiene autorización de Jullia Soares para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 20
Zara Miller
En cuanto Alexander salió, me quedé sentada por un instante, tratando de organizar mis pensamientos. Tenía una forma de desarmarme sin decir una palabra. Su presencia era, al mismo tiempo, un ancla y un enigma, algo que quería descubrir, pero que aún no tenía el valor de preguntar.
Volví al área de emergencias. Mi turno aún no había terminado; faltaban dos horas y quería aprovechar cada minuto para demostrar que merecía estar allí. Sabía que muchos solo me veían como la esposa del doctor Alexander, uno de los mejores cirujanos del hospital, y esa sombra me molestaba más de lo que quería admitir.
Atendí a algunos pacientes con heridas menores y a otros en estado crítico. Mi enfoque era total, mis movimientos precisos, y mi mente se sumergía en ese flujo donde todo tenía sentido. El médico de turno me observaba con una expresión de sorpresa, casi de admiración. Comentó algo sobre mi agilidad y cómo parecía experimentada para alguien que estaba en su primera semana en ese hospital. Yo solo sonreí y continué.
La verdad es que quería demostrar, no a él, sino a mí misma, que no estaba allí por ser la esposa del doctor Alexander a los ojos de los demás, sino porque lo merecía. Quería que todos vieran que tenía valor por mis propias habilidades y no por un nombre o una alianza.
Cuando finalmente terminó mi turno, dejé el área de emergencias sintiendo el peso del cansancio, pero también una satisfacción discreta. Salí del hospital y, para mi sorpresa, Alexander estaba allí, esperándome en la entrada con un enorme ramo de rosas rosadas.
—Feliz cumpleaños, Zara —dijo, con una sonrisa que me hizo olvidar el cansancio por un momento.
Ese gesto, tan simple y a la vez tan significativo, calentó mi corazón. Caminamos hacia su coche, y mientras volvíamos a casa, el silencio entre nosotros era cómodo. Alexander siempre tenía un aire de misterio, una barrera que parecía infranqueable cuando se trataba de su pasado.
Sabía que había perdido a su esposa, Anna, y a su hijo en un accidente, pero los detalles eran un territorio que aún no estaba listo para explorar conmigo. Y, por más que mi curiosidad fuera grande, respetaba eso. No quería tocar heridas que tal vez aún estuvieran muy abiertas.
Cuando llegamos a casa, un delicioso aroma proveniente de la cocina nos recibió. Ese lugar, nuestro hogar, empezaba a tener un sentido diferente para mí. Alexander se movía de forma natural a mi lado, y la idea de ser su esposa, aunque solo fuera de mentira, ya no me incomodaba tanto. Al contrario, comenzaba a encontrar una extraña paz en ese papel, aunque no fuera real.
Al entrar en la cocina, mi mejor amigo estaba allí, sosteniendo un pastel con una vela encendida. No sabía exactamente en qué momento Alexander lo había conocido, pero eso hizo que mi corazón saltara. No estaba sola. Habían preparado algo para mí, algo simple pero lleno de significado.
—¡Sorpresa! —dijo Stefan, sonriendo mientras se acercaba.
Alexander y él comenzaron a cantar "Feliz Cumpleaños" y, por un momento, todos los desafíos, todas las dudas, desaparecieron. Era como si todo tuviera sentido. Como si estar allí, en ese papel, fuera exactamente donde debería estar.
Mientras ambos cantaban para mí, me di cuenta de que, poco a poco, esa fachada de un matrimonio de conveniencia se estaba desmoronando. Me sentía bien al lado de Alexander, y no solo como una compañera improvisada, sino como alguien que realmente se preocupaba por él. Quizás era demasiado pronto para entender todo lo que estaba sucediendo, pero en ese momento, mientras apagaba las velas del pastel, sabía que estaba en el camino correcto. Y deseé, al soplar las velas, que Alexander sintiera lo mismo.