En la turbulenta Inglaterra medieval, Lady Isabella de Worthington, una mujer de espíritu indomable y belleza inigualable, descubre la infidelidad de su marido, Lord Geoffrey. En una época donde las mujeres tienen pocas opciones, Isabella toma la valiente decisión de pedir el divorcio, algo prácticamente inaudito en su tiempo. Gracias a la ley de la región que otorga beneficios a la parte agraviada, Isabella logra quedarse con la mayoría de las propiedades y acciones de su exmarido.Liberada de las ataduras de un matrimonio infeliz, Isabella canaliza su energía y recursos en abrir su propia boutique en el corazón de Londres, un lugar donde las mujeres pueden encontrar los más exquisitos vestidos y accesorios. Su tienda rápidamente se convierte en el lugar de moda, atrayendo a la nobleza y a la realeza.
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Un matrimonio feliz
El amanecer después de su boda trajo consigo una serenidad que Isabella nunca antes había experimentado. A través de las ventanas de la nueva casa que ahora compartía con Alexander, los primeros rayos de sol se colaban, iluminando la habitación con una luz suave. Isabella, aún recostada en la cama, observó cómo las sombras jugueteaban en las paredes mientras su mente vagaba por los recuerdos del día anterior. Todo había sido perfecto: la ceremonia, el baile, las palabras amables de los invitados. Pero lo que más atesoraba era la sensación de haber encontrado finalmente un hogar en los brazos de Alexander.
Alexander, aún medio dormido, se giró hacia ella con una sonrisa. Parecía más relajado que nunca, como si, al igual que Isabella, hubiera encontrado la paz en ese nuevo comienzo. Su brazo se deslizó por la cintura de ella, acercándola suavemente.
—Buenos días, esposa mía —murmuró con voz ronca, con un tono lleno de ternura.
Isabella sonrió, disfrutando de la calidez de ese momento.
—Buenos días, esposo mío —respondió en un susurro.
La intimidad y el cariño que compartían ahora era diferente de cualquier otra cosa que Isabella hubiera experimentado en su vida.
Ambos permanecieron un rato en silencio, disfrutando de la tranquilidad de su nuevo hogar. La casa que Alexander había preparado para ellos era más que una simple residencia. Había sido cuidadosamente decorada con detalles que reflejaban los gustos de ambos. Los colores suaves y las líneas elegantes de los muebles creaban una atmósfera acogedora, y cada rincón estaba diseñado para brindarles confort y privacidad.
—¿Qué quieres hacer hoy? —preguntó Alexander mientras se apoyaba en su codo, observando a Isabella con una sonrisa pícara—. ¿Descansar todo el día? ¿O explorar nuestra nueva vida juntos?
Isabella rió suavemente. Aunque la idea de quedarse en la cama todo el día era tentadora, había algo en ella que deseaba empezar a trazar el futuro, no solo como la dueña de su exitosa boutique, sino también como esposa.
—Quiero explorar —dijo, llena de determinación—. Quiero ver qué nos espera en este nuevo capítulo.
Alexander la miró con admiración. Era una de las cosas que más amaba de ella: su espíritu indomable, su deseo constante de avanzar y construir algo mejor.
—Entonces, exploremos —dijo, inclinándose para darle un beso suave en la frente—. El día es nuestro.
La mañana avanzó con calma mientras ambos se preparaban para salir. Isabella eligió un vestido sencillo pero elegante, adecuado para caminar por el pueblo y conocer las nuevas oportunidades que les aguardaban. Alexander, siempre impecable, se vistió con un atuendo sobrio pero distinguido, demostrando una vez más su refinada naturaleza.
Salieron juntos, caminando de la mano por las calles adoquinadas de la ciudad. La luz del sol bañaba los edificios, y el aire fresco de la mañana hacía que el día se sintiera lleno de promesas. A medida que avanzaban, saludaban a los ciudadanos que reconocían a Isabella, algunos de los cuales eran clientes fieles de su boutique. La sonrisa de los transeúntes reflejaba el respeto y la admiración que sentían por la pareja.
Mientras caminaban, llegaron hasta el mercado principal, donde los comerciantes ofrecían una variedad de productos, desde frutas frescas hasta tejidos exquisitos. Isabella y Alexander disfrutaron del bullicio y la vida que se respiraba en el lugar. Mientras ella examinaba telas, él observaba con atención, siempre atento a sus gustos y necesidades.
—Recuerdo cuando solíamos correr por estos mismos mercados cuando éramos niños —dijo Alexander con una sonrisa nostálgica, tomando una de las telas entre sus manos—. Nunca pensé que un día estaríamos aquí juntos, compartiendo algo tan... cotidiano, pero a la vez tan especial.
Isabella también sonrió, recordando aquellos días de infancia en los que Alexander la había acompañado en tantas aventuras inocentes. Pero ahora, sus vidas habían tomado un camino completamente distinto, uno que les había permitido redescubrirse como adultos.
—Es curioso cómo la vida da tantas vueltas —murmuró ella, sus dedos rozaban suavemente la seda que sostenía—. Nunca imaginé que acabaría aquí... contigo.
Alexander la miró con una intensidad que hizo que su corazón diera un vuelco. Aunque habían pasado tanto tiempo juntos durante los últimos meses, aún había momentos en los que Isabella se sorprendía por la profundidad de sus sentimientos hacia él.
—Y nunca imaginé que algún día tendría la oportunidad de amarte —respondió Alexander en voz baja, inclinándose para besar su mano.
El mercado era un lugar bullicioso, pero para ellos, el mundo exterior parecía desvanecerse, dejándolos a solas en su burbuja de felicidad recién encontrada.
Después de un rato, decidieron regresar a la boutique de Isabella. Aunque la tienda estaba en manos capaces, Isabella sentía una gran responsabilidad hacia su negocio, y quería asegurarse de que todo marchaba bien. Al llegar, fue recibida con sonrisas y felicitaciones por parte de sus empleadas, quienes estaban emocionadas de ver a su jefa casada y feliz.
—Todo ha estado funcionando perfectamente, señora —dijo una de las costureras más experimentadas—. Los pedidos siguen llegando, y hemos recibido varios elogios por las nuevas colecciones.
Isabella se sintió orgullosa. Su boutique no solo era un negocio; representaba su independencia y su capacidad para forjar su propio camino en un mundo que, a menudo, no favorecía a las mujeres. Saber que su éxito seguía creciendo era un recordatorio de todo lo que había logrado, incluso en los momentos más difíciles de su vida.
Alexander la observaba desde la distancia, con una expresión de admiración en su rostro. Sabía lo importante que era para Isabella mantener su independencia y su éxito, y estaba más que dispuesto a apoyarla en cada paso de su camino.
—Estoy tan orgulloso de ti —le dijo, acercándose y tomando su mano cuando se quedaron solos en su oficina.
—Y yo estoy agradecida de tenerte a mi lado —respondió ella, con una sonrisa cálida.
La tarde se desvaneció en un suave crepúsculo, e Isabella y Alexander decidieron regresar a casa. Habían explorado, habían compartido y habían planificado los primeros pasos de su nueva vida juntos.
Esa noche, al recostarse en su cama, Isabella miró a Alexander y sintió una profunda paz. La vida, con todos sus altibajos, la había traído hasta este punto. Y ahora, mientras cerraba los ojos, sabía que estaba exactamente donde debía estar.