La Súplica De Heran

La primera vez que lo vi, me dejó impactada pero no por su presencia, sino por la sangre que corría por su pecho.

Al otro día de llegar comencé a cocinar, no lo ví. preparé un menú. No era mi deber servir nada me dijo Andrés el guardaespalda o ayudante. Eran ellos quienes se encargaban de servirlo.

Le envié un borrador con un menú para que lo corrigiera.

Dijo que estaba perfecto.

Los días transcurrían con calma, mi rutina era muy buena. Con el tiempo que me sobraba, inventaba nuevas recetas. De postres y acompañamientos.

Tendrás que ampliar el menú. Llegó una invitada. Me dijo Andrés. Él me hablaba muy poco, pero a mí no me importaba estaba acostumbrada a la soledad.

Para mí no había problemas, mientras tuviera la despensa llena.

Pero los problemas comenzaron con la invitada.

Quería un menú especial para ella. Solo carnes y verduras, nada de masas y dulces.

No tenía libros de cocina así que tuve que empezar a improvisar. Pero al parecer no le gustó mi mano.

Apareció de un momento a reclamar.

Era una bonita rubia, no era tan alta muy delgada, demasiado diría.

Le traté de explicar que mi especialidad eran las pastas y que estaba aprendiendo cocina. Que si ella quería podía conseguir un libro de cocina.

--O sea yo tengo que solucionar tus problemas?. --No seas necia.

--A tí te pagan para eso, no a mi

--Es que no hay otra solución.

--O se cocina usted.

Salió molesta casi volando la puerta.

Después de terminar en la cocina iba por las noches a caminar, llegaba a la playa, y me sentaba por una hora, luego me devolvía a la cabaña.

Vi algo que me llamó la atención. Era la rubia estaba con una linterna prendiendo y apagando la luz, hacia el mar.

Me pareció raro y me devolví. Fuí directo a la casa grande donde Andrés.

Esteban en el comedor los tres guardias jugando cartas.

--Puedo hablar con usted Andrés?

Los hombres miraron extrañados.

--Dígalo delante de ellos, no tenemos secretos.

--La invitada está en la playa con una linterna haciendo juegos de luces hacia el mar.

--Me pareció llamativo, por eso ...

No pude continuar, se pararon rápido, las sillas cayeron Andrés subió la escalera y mientras lo hacía me gritó que me escondiera, los otros se fueron corriendo hacia afuera.

Parti rauda a la cabaña no encendí la luz. Estaba todo a oscuras.

Escuché los disparos, eran muchos, en el fundo crecí escuchandolos , habían muchos ladrones de animales y eran repelidos a balazos.

Cada vez estaban más cerca. Salí de la cabaña y me quedé escondida en una bodega. Tomé una pala grande, no se para que. Pero de alguna manera tenía que defenderme. Escuché unas voces.

Era la rubia la que hablaba, les explicaba como tenían que entrar y cual era el cuarto donde Francisco dormía.

Los hombres siguieron avanzando y ella se quedó rezagada. La ví que golpeaba su cabeza contra un pilar de madera.

Supuse que estaba haciendo un plan.

La tomé por la espalda con fuerza, y la amarré con un cable rápido, se sorprendió creyendo que era uno de los hombres del jefe.

--Me tomaron por sorpresa, me golpearon muy feo. Ayúdame

No sabía que yo había visto todo.

--Cállate.

--Eres la cocinera?

--Sueltame! No sabes quién soy?

--Si lo sé, eres la mujer que traicionó a su amante.

Se quedó callada, entendió que debía cambiar su posición.

--No te imaginas con quién te estás metiendo.

--Si me sueltas, veré que no te hagan daño.

--Son muchos hombres y ellos son cuatro. Los van a matar a todos.

La gente que me contrato son poderosos.

--A mi me paga la familia Fiore, a ellos les debo mi lealtad.

La empuje y la amarré a un poste. Le tapé la boca.

No había visto armas en la cocina. Seguro estaban dentro de la casa. Nunca ví los guardias armados. Tomé la pala y me acerqué a la casa. Vi a otro de los hombres, estaba agazapado. Le disparó a algo que creyó moverse. Le dí con la pala por la espalda. Se quejó y quedó en el suelo inconsciente creo.

Seguí mi camino ví a otros dos, estaban al parecer muertos. Le dí un golpe en la cabeza a otro que había agachado.

Vi más allá a uno de los guardias que viajó conmigo en el auto. Estaba muerto.

Fue muy fuerte, a los otros no los conocía pero a este hombre yo le había cocinado, no habíamos conversado pero vivíamos en la misma propiedad.

Sentí que me tocaron suavemente, era Andrés, me hizo un gesto que lo siguiera.

Agarré mi pala y lo seguí.

Bajamos un piso, era el subterráneo y ahí acostado estaba un hombre cubierto de sangre.

Era Francisco Fiore, estaba muy mal. Le abrí la camisa y tenía un disparo, no dejaba de salir sangre por el orificio. Con un trapo le tapé el orificio. Pero se estaba desangrando, la sangre salía a borbotones.

Busqué en los cajones. Encontré por fin agua oxigenada, era lo que usábamos en el campo cuando los animales se herian, era muy efectivo, si servía en ellos, no debería fallar en éste caso. Tomé un paño y lo mojé con agua oxigenada y taponee la herida. Lo mantuve así hasta que me dolieron las manos.

Saqué el paño y revisé la herida. Había parado la hemorragia, nunca fallaba. Seguía inconsciente, Andrés volvió y lo revisó, se sorprendió cuando vió que ya no sangraba.

--Tendre que subir, no sé si volveré.

-- Lo hirieron, pero antes les disparamos a varios.

--Habian dos muertos afuera, yo les pegué a dos más y la mujer la dejé amarrada en la bodega.

Por primera vez ví a él hombre sonreír.

-- Osea nunca fuimos tres , éramos cuatro para defender a Fiore.

--Toma. Me pasó una pistola.

--Está cargada, se que no te pagan para esto. Pero yo le debo la vida a Francisco.

--Ya envié a Joan a avisarles a la familia, si logramos aguantar unas horas saldremos de ésta.

No le dije nada pero le recibí el arma. Nunca había disparado una pistola, pero si rifles. En el campo y dos mujeres solas viviendo lejos de todo era necesario aprender, supuse que eran similares.

--Estaré defendiendo la puerta.

--Trata de mantenerlo con vida por favor.

--Cierra con llave y pon ese mueble para dar más tiempo si tratan de entrar.

Cuando salió la cerré y coloqué todo lo que encontré para dificultar la entrada.

Con agua le limpié su cuerpo, todo cubierto ya de la sangre seca.

Sentía su corazón latir lentamente. Pero respiraba.

Me senté frente a él y lo pude observar. Era un hombre fuerte y atractivo. Estaba en buena forma física, seguro practicaba algún deporte. No sabía que hora era, pero seguro ya eran más de la una. No sé sentía nada afuera. Había silencio.

Le comencé a hablar, le conté de mi nombre, de dónde venía y de mis planes del futuro. Después de un rato me callé. Le sentí un ruido raro en su respiración. Lo puse de lado para que respirara mejor.

Se sintieron varios disparos más y llegó el silencio de nuevo.

Tomé el arma y la dejé a mi lado, podría ser que ya se acercara el fin. Sinceramente mis manos tiritaban, no quería morir aún. Y menos de ésta forma.

Seguramente estaba amaneciendo, y él seguía inconsciente.

Sentí unos golpes en la puerta. Me acerqué.

--Ana? Soy yo Andrés, ya pasó el peligro, abre la puerta.

Era él, saqué todo lo que había puesto para proteger la entrada.

Era Andrés, se veía mal pero vivo. Pasó directo a verlo.

--Como sigue?

--Está estable, dejó de sangrar y respira con normalidad.

--Gracias, lo mantuviste vivo.

--Los refuerzos ya vienen.

Llegaron como a la media hora. Varios hombres lo sacaron y subieron a una camioneta, a mí me llevaron a un auto. No pregunte nada, estaba cansada y solo necesitaba seguridad. Y a pesar de todo me sentía segura. Entre esa gente.

Me quedé dormida, no desperté hasta que un hombre me tocó el hombro. Me dijo que habíamos llegado.

Era una casa pequeña pero bonita. Me dijeron que me acomodara en un dormitorio y lo hice.

--Levantate! me dijo la voz de la madre

--Mi hijo quiere verte.

Subí al segundo piso, y ahí estaba tendido en la cama, a su lado estaba su padre.

--Muchas gracias Ana, por salvarme la vida.

--No se preocupe señor, pero no lo haga una costumbre.

Solo quería salir de ahí, me sentía incómoda.

Él me tendió su mano y yo se la di.

Sentí una vibración cuando tocó mi mano, y no me gustó, me hizo sentir muy débil.

--Aun falta un tiempo, para ser libre, nos llevarán a otro lugar y quiero que me acompañes.

--Eres mi comodín de la buena suerte.

El anciano miraba, hablaban entre los tres en su idioma.

El hijo aunque débil hablaba de forma firme. Se notaba que discutían entre ellos.

Me sentí incómoda y me paré para irme.

--Mis padres no están de acuerdo con mi decisión, pero soy el que decide.

--Se que es peligroso, ya lo viste. Mi vida no es fácil. En un año más seré libre.

--Pero quiero contar con tu presencia, harás lo mismo, solo cocinar y te compraré libros para que sigas aprendiendo.

Algo dentro de mi me dijo ALÉJATE! Pon distancia.

La razón me decía no lo sigas y el maldito corazón me decía hazlo él te gusta.

Cómo podría yo optar a un hombre así? Nunca! solo podía confirmarme con estar cerca.

Las Valle no aceptan migajas, y yo estúpida provinciana las estaba aceptando.

--Claro señor Fiore, lo acompañaré. Sabía que no era bueno.

Una semana después nos trasladamos a un nuevo lugar.

Ahora había más de diez guardias.

No lo veía mucho, él siguió recuperándose y muy pronto le llegó compañía femenina, una hermosa morena. Mucho más agradable que la rubia.

Con los libros aprendí bastante y a la vez comencé a escribir mis propias recetas.

Le pedí a Andrés que me comprara un cuaderno para escribir.

Le pasé el dinero, no tenía la menor idea de cuánto costaba.

Me trajo devuelta un hermoso cuaderno de tapas verdes. También Lápices de distintos colores y algunos adornos.

Me lo entregó todo en una carpeta verde. Sabía que lo que le había dado no cubría todo lo que me había traído.

Cuando le pedí que me dijera lo que le debía, me dijo que era un obsequio. No acepté.

--Por favor dígame cuánto le debo?

--Y un trueque?

--Que?

--Un pastel? Uno grande de frutas y crema.

Me prometí que le haría uno gigante.

Veía a la pareja pasear por el campo. Él se veía recuperado totalmente y felíz con la morena.

En la noche cuando terminé mis labores llame a Andrés.

Había demorado dos días en terminar el pastel. Se veía más hermoso que el original del libro.p

Él literalmente quedó con la boca abierta.

Lo dejé ahí y me fuí.

Ya era fin de mes y era día de visitas, los padres venían a verlos.

Andrés me había avisado que venían los hermanos, esposas y sobrinos, era además una reunión familiar. Estaba levantada de temprano preparando todo. No quería críticas.

Francisco apareció como un fantasma en la cocina. No lo escuché.

--Como estás Ana?

Mi corazón latía a mil por hora, maldito corazón. Menos mal que no se podía ver.

Tragué aire y le respondí.

--Buenos días señor Fiore. ¿Que necesita?

--Nada, solo quería saludarte y darte las gracias por estar aquí.

--Andrés me convido un trozo de su pastel que tú le hiciste.

--Estaba insuperable. Realmente tienes manos de ángel para la cocina. Es lo tuyo Ana.

-- Deberías pensar alguna vez en poner una pastelería.

--Yo sería tu cliente principal.

--Seguro Andrés hizo algo o es especial para ti, para que le prepararas algo tan exquisito.

Quedé sorprendida con sus palabras. Pero no tenía porqué dar explicaciones.

--Agradezco sus palabras señor Fiore.

--Podrías decirme Francisco?

--No Señor, usted es mi patrón, prefiero seguir así.

--Soy al hombre al que le salvaste la vida, yo te la debo.

-- Si hay algo que alguna vez quisieras solo pídelo Ana.

Porque decía esas cosas...ufff

--No estés nerviosa por mis padres. Todo lo que sale de tus manos es arte culinario.

Se dió vuelta y se fue.

Tenía diecinueve años, estaba sola y no estaba segura de nada más que cada vez que ese hombre estaba a mi lado mi ritmo cardíaco se volvía loco. ¿Que sería?

Sea lo que sea esa sensación me hacía feliz, y hasta sentía deseos de sonreír. Nunca lo hacía.

Nunca aprendí a reír.

Pero tenerlo cerca me producía miles de sensaciones maravillosas.

Llegaron al almuerzo. Tenía todo listo. Tres platos, jugos naturales, variedades de postres y algunos pasteles.

Los guardias servían todo, yo me preocupaba de llenar los platos.

Los padres de Francisco me producían una aversión, no me agradaban ninguno de los dos, a los demás miembros de la familia no los conocía.

Pero me pagaban por lo que hacía y me gustaba.

A las ocho tenía todo listo. Lavado y guardado, me iba retirando cuando apareció un hombre joven se notaba ebrio.

--Así que tú eres la chica de la que todos hablan.

--Que tienes de especial? Eres.....

Lo miré sin comprender.

--Señor necesita algo que le prepare? Le dije seria

--Solo conocerte. Tú fuiste la que arruinaste el plan.

--Debo felicitarte puta. Por tu culpa mataron a Jimena.

--No sé de que habla, si no quiere nada. Con permiso, me retiro.

Pasé por el lado y el tomó mi brazo con fuerza.

--Suelteme! Le dí con mi mano abierta un palmazo en su cara , le dolió, porque me soltó de inmediato.

--Eres una chica dura verdad? Yo también soy un Fiore perra.

Tomé un sartén de fierro que estaba colgado.

Grito?

No, no era costumbre pedir ayuda a nadie.

--No se que quiere? Ni me interesa. Pero no sé la haré fácil.

Trató de acercarse para tomarme, le di por la cabeza y justamente cayó al suelo. El estruendo produjo que alguien llegara a la cocina.

Era la madre.

--Que hiciste bruta?

--Ayuda!!! ella lo mató.

--No está muerto señora, solo recibió un sartén por la cabeza.

Llegaron todos.

--Te lo dije! esta mujer, nos va a hundir, ella será tu fin. Las cartas me lo dijeron.

--Que pasó? Me preguntó él.

--Este hombre dijo ser un Fiore, me acusó que el plan había fallado por mi culpa y que Jimena había muerto también por mi culpa.

--No entiendo nada Señor

--Se los dije, él era el traidor. Dijo Francisco

--¿Está vivo?

--Hijo, es mi sobrino , como crees que él iba a hacer algo así? No es el traidor!

--No le creas a esta mujer. Ella no es de la familia. Soy tu madre

--Y este tampoco es un Fiore, es un Vani es de tu familia dijo el anciano molesto.

--No lo quiero volver a ver.

-- Saquenlo! La voz rasposa del viejo hizo que todos guardarán silencio.

Lo sacaron, y todos se fueron de la cocina.

Había tomado una decisión debía salir. Llevaba un tiempo trabajando y era feliz a su lado, pero ya no me sentía segura, la madre definitivamente no me soportaba y yo a ella menos.

Mañana hablaría con Francisco y me iría.

Era tiempo de partir.

Arreglé mi bolso y sentía que con cada prenda que arreglaba mi corazón se iba despedazando. Y por primera vez desde que mi abuela se fue sentí caer mis lágrimas.

Cuánto te extraño abuelita, estoy tan sola.

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