Deseo Incontrolable

Su pene se desliza entremedio de mi trasero y sus manos se aferran a mi cintura. Definitivamente todo se ha salido de control.

—¿Te gustaría sentirlo aquí? — presiona la punta de su pene justo en mi parte baja a través de la ropa interior y vuelvo a sentir esa corriente. ¿Por qué me enciende tanto oírlo hablarme así?

Su pene se siente caliente y la humedad se hace presente al percibir su calor casi directo a través de la fina prenda.

—¿Por qué eres tan cruel?

—Puedo percibir que lo estás sintiendo bien— lo presiona un poco más y suelto un gemido involuntario.

Es increíble esa presión y roce constante. Estoy derritiéndome con tanto calor, tanto por dentro, como por fuera. Con la brusquedad en que ejerce presión, he llegado a pensar que fácilmente mi ropa interior puede deslizarse más de la cuenta y, en cualquier momento penetrarme de golpe. Su agarre en mi cintura me somete a él, evitando que pueda moverme. Si es capaz de provocar esto con solo embestirme sin penetración alguna, no quiero imaginar cuando la haya. Terminaré enloqueciendo.

Mueve mi ropa interior a un lado y siento el roce directo en mi piel. El calor y la humedad de nuestros fluidos se juntan, sus lentos movimientos se pueden escuchar claramente. Es fascinante y excitante oírlo jadeando. Hubo un momento donde, por sentir la punta de su pene colocarse en la apertura de mi vagina, mi cuerpo se tensa. La nalgada que repentinamente me proporciona y sin aviso, me hace soltar un gemido de sorpresa. Luego de lo que sucedió ayer, todavía hoy duelen demasiado.

—¡Doctor! — chillo, mientras escucho su malvada risa.

—¿No te gusta? — con una mano frota mi trasero, mientras con la otra juega con su pene en mi entrada.

—Nos van a oír— mis piernas flaquean debido a los temblores.

Tengo temor de que su hermana se aparezca por aquí y nos escuche haciendo estas cosas.

—Que nos escuchen; que escuchen cómo tú interior lo pide a gritos y cómo disfrutas de que te nalgueen — es todo un depravado—. De hoy no pasas sin que te coma—su dedo se desliza entremedio de mis labios y el roce me tiene jadeando.

El repentino toque en la puerta nos asusta a los dos.

—¿Doctor? — escuchamos la voz de Marcela, una de las enfermeras del asilo.

—¡Maldita sea! — protesta, arreglándose el pantalón.

Quise darme prisa y arreglarme la ropa. Tan pronto terminamos, el doctor le abre la puerta.

—¿Qué sucede? ¿Por qué tanto alboroto?

—Es Ramona Velázquez, doctor. Acaban de llevársela en una ambulancia para el hospital.

—¿Por qué no me avisaron antes de llevársela?

—La Sra. Beatriz fue quien dio la orden para llamar a la ambulancia, doctor. Se la han llevado para el Ryder.

—Ya salgo para allá. Gracias por avisarme— va a quitarse la bata y luego me mira—. No sé cuál es la gravedad del asunto, pero como no estaré, quédate hasta el mediodía y luego ve a tu casa. Te llamaré luego, ¿de acuerdo?

—No te preocupes por eso. Vaya rápido, yo me encargo del resto. Pondré un aviso en la puerta.

—Muy bien. Luego arreglamos cuentas— sonríe, antes de salir de la oficina.

Aprovecho el día para hacer los trámites necesarios para la factura. Vinieron varios pacientes a pedir referidos y a atenderse, pero como el doctor no estuvo, tuvieron todos que irse. Verdaderamente el día estuvo sumamente aburrido. Luego de cerrar la oficina, me dirigo a la casa y encuentro a mi mamá con varios cubos y detergentes en mano.

—No sabía que vendrías tan temprano, hija— su actitud es extraña, se ve nerviosa de verme.

—Hubo una emergencia con una paciente y el doctor tuvo que irse a atenderla, por eso salí temprano. ¿Qué haces?

—Estaba limpiando, pero ya terminé.

—No te quiero limpiando, mamá. Te puedes lastimar. ¿Y Jeremy?

—Se fue. Se va a quedar con los amigos por unos días.

—¿Amigos? ¿Y eso? ¿Por qué no me dijo nada?

—Ya sabes cómo es él. ¿Quieres almorzar algo?

—No, no tengo hambre, mamá.

Busco mis cosas para darme una buena ducha. La ropa interior me molesta por lo húmeda que estoy. Eso fue muy intenso. Siempre tienen que interrumpir cuando mejor está la cosa. Me encuentro vistiéndome, cuando veo la maleta de Jeremy debajo de la cama. ¿Se fue a quedar con sus amigos sin llevarse sus cosas? Pensando en la actitud extraña de mi mamá, tuve curiosidad de saber si se ha llevado algo de lo suyo y eso es lo que me lleva a abrir la maleta. Todas sus cosas están aquí. Hay muchos papeles dentro y, bueno, la curiosidad me carcome por dentro. Entre todos esos papeles, hubo uno que me llamó la atención al ver que era un tipo de certificado de baja a nombre de Jeremy, debido a supuestas complicaciones de salud. ¿Baja? ¿Complicaciones? ¿De qué trata todo esto? Bajo la curiosidad, busco indagar más y busco todos los documentos que se encuentran adjuntados al mismo, descubriendo algo que termina rompiendo mi corazón en mil pedazos. Hay un sinnúmero de información y un diagnóstico de cáncer collo rectal, razón por la cual le dieron la baja. Esto no puede ser verdad. En mi mente estaba atando cabos, pensando en su actitud durante estas semanas que se ha estado quedando aquí. ¿Por qué no nos dijo esto? ¿Por qué? Salgo corriendo del cuarto en busca de mi madre y ella se asusta al verme.

—¿Qué te pasa, hija?

—¿Dónde está Jeremy, mamá?

—Ya te dije.

—¿Dónde está? — insisto mostrándole los papeles y baja la cabeza.

—¿Qué haces con esto, pequeña?

—¿Lo sabías? ¿Lo sabías, mamá? ¿Dónde está Jeremy?

—No te alteres, eso no te hace bien, mi amor.

—¿Dónde está Jeremy?

—Está en el hospital, pero necesito que te calmes.

—¿Qué le sucedió? — pregunto asustada.

—Estuvo con fuertes vómitos esta mañana y tuve que llamar una ambulancia para que lo se lo llevaran.

—¡¿Por qué no me dijiste nada?! ¡¿En qué hospital está?!

—Está en Hima, pero espera. Él no quiere que lo veas así.

—Él no puede prohibirme nada. ¡Ese condenado me va a oír! — busco las llaves de mi auto y salgo corriendo como una demente.