La historia de Mireya: "Me ha tocado trabajar por cosas que los demás dan por sentado. Soy joven, pero estoy segura de que soy capaz de cualquier cosa". El recurrente encuentro con Lex, un hombre mayor, en el club donde atendía; ponen su mundo de cabeza. -Del universo de DAÑADO (comic)
NovelToon tiene autorización de NekoRisu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
21 - Inevitable
Me quedé embobada mirando el torso desnudo de Lex. "Diablos, Mireya, deja de mirarlo que pecas en tus pensamientos", me reproché. "Pero si esos abdominales no me permiten ni pensar, pecado es ignorarlos", me respondí.
Lex era un hombre extremadamente guapo, no era tan grueso, pero sí estaba fornido y se veía fuerte y trabajado. Su altura me hacía ver como una enana y eso me fascinaba de algún modo retorcido.
Intentaba apartar la mirada, pero Lex se dirigía hacia mí y no podía descuidarme. "Descuidarte de qué, ni que te fuera a forzar" "Ojalá me forzara..." "Basta, estúpida, tienes una hermosa vida con Conner ahora". "Solo agradece y vete sin más". "Un abrazo a ese torso desnudo no significaría nada".
Mi cabeza estaba confundida, los pensamientos competían unos con otros a medida que afloraban y mi cerebro intentaba escoger el más conveniente sin éxito. Intenté hablar, pero no sabía qué decir.
—¿Cómo te sientes? —me preguntó mientras sacudía su cabello con otra toalla.
Mis ojos miraban cómo se aflojaba el nudo de la que tenía en la cintura, no, en la cadera, no, cada vez más abajo. La sujetó antes de que se soltara y una parte de mí lamentó no ver más de él. "Acabas de despertar y ya estás que explotas de calentura". Desde que castigaron a Conner que no habíamos podido tener un encuentro íntimo con propiedad y no entendía realmente qué rayos le pasaba a mis hormonas.
—Ey, Mireya, mírame —Lex tomó mi cara y miró mis ojos fijamente acercándose tanto que quedó a unos pocos centímetros de distancia. Sentía su respiración y el calor y aroma que emanaba de su cuerpo recién aseado—. Tus ojos se ven bien. ¿Cómo te sientes? —preguntó de nuevo.
—Caliente —se me escapó. "¡¡Qué rayos, mujeeer!!" Estaba tan absorta en mis pensamientos que fue lo único que logró escapar de mi boca.
—¿Cómo dices? —me miró confundido, una pequeña sonrisa, que trataba de ocultar, se escapaba de su boca.
—Digo que estás tibio —horrible excusa—. Que te puedes resfriar, creo que deberías ponerte... ropa caliente —peor... Esta vez no pudo evitar reírse.
—Te golpeaste la cabeza anoche. Tenías un pequeño corte y te curé, pero ¿habrá sido tan fuerte el golpe como para que hables incoherencias? —se giró mientras se cubría con una polera polo verde oscuro que resaltaba su hermoso cabello dorado aún húmedo.
—Comida —"¡Aaah! ¡Ordena ya esa cabeza!"—. Me desmayé porque no había comido —al fin algo decente salió de mis labios.
—Eso no está bien. Si no te alimentas vas a desaparecer.
—¿Estás insinuando que soy una flacucha?
—No estoy insinuando nada —me tocó la barbilla con su dedo índice—. Sería inapropiado que te dijera lo que pienso de ti luego de que hicimos un trato tú y yo debido a tu escuálido novio. No voy a provocarte.
—Ya lo estás haciendo —se me escapó.
—Ja, ja, ja —rio mientras caminaba hasta el walking closet del que salió luego con unos jeans increíblemente favorecedores. Lex tenía unos muslos gruesos y sensuales como los que jamás antes vi en un hombre. —Si me permites... en cuanto a tu peso, creo que te ves bien así como estás.
Lo ignoré porque quería estar más delgada. Comencé a levantarme y me di cuenta que seguía con la ropa del día anterior. Me sentí sucia frente al pulcro Lex y corrí al baño luego de tomar mi teléfono. Miré la hora: "las ocho, maldita sea, ya no llego al colegio". Le marqué a Conner.
—¡Mireya! Estoy fuera de tu departamento desde hace unos minutos y...
—Escúchame, Conner. —"Valor, que no has hecho nada malo" —Estoy con Lex.
—¡¿Qué?! —tuve que alejar el teléfono de mi oído tras su ensordecedor grito. No me esperaba esa reacción.
—¡Que me escuches! —le respondí—. Me desmayé y él me encontró. Acabo de despertar —me quedé esperando una respuesta, pero solo se quedó al otro lado respirando fuerte. "Está enojado". Quizás mi historia no era creíble—. Tienes que creerme. No alcanzo a buscar mi uniforme. Voy a ir al colegio con esta ropa, nos vemos allá y te explico —esperé su respuesta unos segundos, pero como no dijo nada, le colgué. No tenía tiempo qué perder.
Me lavé como pude en tiempo récord y salí corriendo a ponerme los zapatos que estaban junto a la cama puestos en paralelo.
—Por favor ¿me puedes dejar en el colegio? —le rogué a Lex.
—¿Piensas ir vestida así? —llevaba una polera negra y un shorts de mezclilla—. Creo que no te permitirán entrar.
—No me importa. La mamá de Conner es mi tutora y ya me pidió que buscara a alguien más. Si le avisan de mi inasistencia tendré más problemas —corrimos al auto.
Hacía un hermoso sol que me llenó de energía. Tenía mucho que hacer y como era viernes me tocaba trabajar hasta más tarde.
—Yo puedo ser tu tutor —me dijo mientras conducía. Por un momento me pareció una idea esclarecedora, pero luego surgieron dudas.
—¡Qué enfermo! —le dije sin pensar—. Digo, tú y yo ya no podríamos... ¿o sí? Digo, después de lo que pasó, lo que siento... —cerré mi boca y Lex rio. Nunca lo había visto de tan buen ánimo.
—No, no puedes tener relaciones con un tutor —dijo y me sonrojé al infinito.
—¡Ah! ¡¿Cómo dices eso tan en seco?! —nos reímos un rato. Frenaba cada pensamiento de un futuro con Lex. Intentaba pensar en la vida que llevaba ahora que me tenía bastante satisfecha. Bajé corriendo apenas llegamos al colegio y le di las gracias—. Te debo una —le dije sin dobles intenciones.
—Hoy te voy a ir a ver. Vas a trabajar hasta la madrugada para mí y quiero que sigamos conversando después de tu salida —me sorprendió.
—Acepto su propuesta hasta mi hora de salida, señor —di énfasis en esta palabra final que sabía cuánto lo fastidiaba—. Puedo ser suya solo hasta esa hora —"deja de coquetearle, tarada".
—Trato hecho —nos despedimos y me recorrió una exquisita ansiedad por encontrarnos nuevamente en el club.
—Solo vamos a conversar —me dije a mí misma en voz alta con incomprendida culpa.