Olvidada por su familia, utilizada por el imperio y traicionada por aquellos en quienes más confiaba… así terminó la vida de Liliane, la hija ignorada del duque.
Amada en silencio por un príncipe que nunca llegó a tiempo, y asesinada por el hombre a quien había ayudado a coronar emperador junto a su amante rival, Seraphine.
Pero el destino le ofrece una segunda oportunidad.
Liliane renace en el mismo mundo que la vio caer, conservando los recuerdos de su trágica primera vida. Esta vez, no será una pieza en el tablero… será quien mueva las fichas.
Mientras el segundo príncipe intenta acercarse de nuevo y Seraphine teje sus planes desde las sombras, un inesperado aliado aparece: el primer príncipe, quien oculta un amor y un pasado que podrían cambiarlo todo.
Entre secretos, conspiraciones y promesas rotas, Liliane luchará no solo por su vida, sino por decidir si el amor merece otra oportunidad… o si la venganza es el verdadero camino hacia su libertad.
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Capítulo 3: La decisión de cambiar el destino
El sol comenzaba a filtrarse por las ventanas de la habitación. La luz dorada bañaba el rostro de Liliane, quien seguía sentada frente al espejo, intentando aceptar la realidad de su regreso.
Liliane (pensando):
"Volví... No solo para vivir, sino para arreglar lo que se rompió... Y esta vez, no dejaré que me utilicen."
Tocó el medallón que inexplicablemente colgaba de su cuello. No recordaba haberlo tenido antes, pero cuando lo abrió, dentro había un pequeño grabado: "Confía en tu instinto, el destino puede torcerse."
La puerta volvió a abrirse suavemente.
Javier:
—Joven dama, la duquesa desea verla en el salón principal.
Liliane (serena, pero decidida):
—Gracias, Javier. Iré de inmediato.
Se levantó, alisó el vestido que no se sentía suyo, y caminó por los largos pasillos del castillo D’Este, un lugar que le había sido familiar pero que ahora parecía completamente nuevo.
Cuando llegó al salón principal, su madre, la duquesa Marguerite, la esperaba con su habitual expresión fría.
Duquesa Marguerite:
—Finalmente has despertado. Pensamos que no sobrevivirías.
Liliane (con voz firme, aunque respetuosa):
—Estoy aquí, madre. Gracias por preocuparse.
La duquesa levantó una ceja, sorprendida por la compostura de su hija.
Duquesa Marguerite:
—Hoy vendrá el segundo príncipe, Aiden, a visitarnos. Recuerda comportarte. Él sigue siendo tu prometido.
El nombre de Aiden atravesó su corazón como una daga. El mismo hombre que había traicionado su amor y la había llevado a la muerte en su vida anterior...
Liliane (pensando):
"En esta vida, no te amaré ciegamente... Esta vez, no me destruirás."
Liliane (con una sonrisa falsa):
—Por supuesto, madre.
La duquesa asintió y la despidió con un movimiento de mano.
Horas más tarde, en el gran salón, el carruaje imperial se detuvo. Los sirvientes abrieron las puertas, y Aiden, el segundo príncipe, bajó elegantemente, acompañado de su sombra inseparable: Seraphine, vestida de forma sobria, pero con una mirada altiva.
Liliane (pensando al verlos llegar):
"Aquí empieza todo. La serpiente y el traidor."
La duquesa les dio la bienvenida con la cortesía habitual.
Duquesa Marguerite:
—Su Alteza, es un honor tenerlo aquí.
Aiden (con una sonrisa encantadora):
—El honor es mío, duquesa. He venido a visitar a mi prometida.
Se giró hacia Liliane, y por un momento, sus ojos se encontraron. En la vida pasada, ese encuentro habría hecho latir su corazón. Ahora solo sentía un frío amargo.
Aiden:
—Liliane, me alegra verte recuperada.
Liliane (con una sonrisa suave, pero llena de distancia):
—Gracias por su preocupación, su Alteza.
Seraphine, a su lado, no pudo evitar intervenir:
Seraphine (fingiendo dulzura):
—Lady Liliane, he rezado cada día por su salud. Qué bendición tenerla de nuevo entre nosotros.
Liliane (con una mirada cortante):
—Gracias, Lady Seraphine. La vida siempre nos da nuevas oportunidades… ¿verdad?
Seraphine palideció ligeramente, pero mantuvo su sonrisa.
Aiden:
—Liliane, me gustaría pasear contigo por los jardines. Necesito hablar contigo a solas.
Liliane (asintiendo sin emoción):
—Como desee, su Alteza.
Caminaron en silencio hasta el invernadero. Allí, Aiden se detuvo y la miró con una mezcla de cariño y… culpa.
Aiden:
—Han pasado días difíciles para ti…
Liliane (serena, mirándolo fijamente):
—Y aún más difíciles los que vendrán, su Alteza.
Aiden (confundido):
—¿A qué te refieres?
Liliane:
—A que, a veces, lo que creemos controlado se desmorona sin aviso… Y las promesas, cuando se traicionan, tienen un precio.
Aiden (desconcertado, pero recuperando su compostura):
—Liliane, no entiendo tu tono. ¿He hecho algo para merecer tal distancia?
Liliane (con frialdad):
—Aún no.
Aiden:
—Quiero que sepas que te valoro profundamente.
Liliane (con una sonrisa amarga):
—Yo también valoraba muchas cosas… en otra vida.
El silencio entre ellos fue tenso. Aiden no entendía el peso de sus palabras. Pero Liliane sí sabía que, desde ese momento, comenzaría a proteger su corazón. Y a cambiar el destino que le había sido impuesto.
Liliane (pensando mientras se alejaba de él):
"A partir de hoy, no seré la tonta que te ayudó a ascender solo para ser sacrificada. Esta vez... yo decido."