Diana Quintana, una mujer con el Corazón De Hielo. su historia inicia cuando descubre que su prometido le es infiel, tenían un hijo, pero el pequeño muere en un accidente, en el cual estuvo involucrado el padre del niño, y Dante Linares. hecho que la marcó y le cambió la vida.
Dante, es influenciado para que acabe con Diana. Para lograrlo, es obligado a casarse con ella, ahí comienza una lucha de poderes, con sombras del pasado que los atormenta. ¿Será qué algún día esas sombras desaparezcan?
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El heredero de los Linares.
05
—Te escuché perfectamente —dijo Antonella, volteando y acomodando sus lentes—. No te engañes. Uso este aparato en la oreja para escuchar mejor, igual que los anteojos para la vista. Este mundo está muy avanzado.
—¿Pero tiene o no tiene gatos?
—No, no tengo ninguno. Me acompañan mis empleadas... y ahora tú. Por cierto, estos días serán muy entretenidos. Te hace falta educación: tu postura debe ser recta y tu actitud debe cambiar. Te daré solo un mes para que estés a la altura de todos esos niños ricos.
Antonella lo observó de arriba abajo. El muchacho se veía humilde, quizá algo torpe. Su ropa parecía sacada de una tienda de cachivaches: vieja, rota, pasada de moda.
Hace un año, Dante trabajaba como guardia en la marina. Con suerte podía pagar un pequeño cuarto; todo lo que ganaba lo invertía en sus estudios. Por supuesto, quería mejorar su vida... vengar la muerte de su madre.
A Dante le pareció poco el plazo que le dio su abuela, así que apretó los puños con rabia.
—¡Señora, tengo solo una condición!
—¡Eso me agrada! —respondió Antonella, sonriendo con interés—. Empiezas muy bien. En esta vida, nada es gratis.
Antonella iniciaba sus lecciones: enseñarle que todo tiene un precio.
—¡Quiero someter a una persona! A una mujer, en realidad… Su nombre es Diana Quintana.
Una sonrisa apareció en el rostro de Antonella. Sus ojos brillaron con un destello singular, como si hubiera esperado que su nieto dijera ese nombre.
—¡La familia Quintana! Sabes que es la más poderosa del lugar. Meterse con ellos es como abrir la puerta del infierno, un pase directo al otro mundo.
Golpeó el sofá con su bastón y se sentó con dificultad. Cada palabra fue pronunciada con cuidado. Detrás de esa supuesta buena acción, se escondía un plan macabro.
—No me importa —respondió él—. Si eres tan poderosa como dices, yo puedo hacerlo. Puedo destruir a Diana.
—Demuéstrame que eres capaz y te daré el poder que buscas. Puedo poner todo a tu nombre. Convertirte en el hombre más poderoso de la ciudad.
—Es un trato, señora. Yo puedo hacerlo. Puedo convertirme en un hombre despiadado. Después de todo, ella me debe un año de vida.
Un hombre lleno de rabia. Con sed de venganza hacia su verduga. Con sombras del pasado que apenas comienzan a asomarse.
Una guerra está por iniciar... y solo ganará el más fuerte.
Un mes después, Diana entró a su oficina. Encendió su laptop y sorbió un trago de café.
—Señorita... —la secretaria entró con temor. La había visto pasar hacía un rato y parecía de mal humor.
—Roberta, puedes pasar. Necesito que busques mi vestido para esta noche, lo llevas a mi casa, lo dejas sobre mi cama... y no tocas nada.
Diana ni siquiera la volteó a ver. Seguía concentrada en los números que la pantalla mostraba.
—Justamente eso iba a recordarle. La cena en honor al nieto de los Linares…
—No te preocupes, lo tengo presente. Hoy saldré temprano. Iré al salón de belleza.
—Por cierto, recuérdales a todos que hoy hacen horas extras. Pronto enfrentaremos a la competencia. Aún no se pronuncian, pero se rumora que es fuerte. Necesitamos ganar la licitación del nuevo hospital. Esa obra debe ser nuestra.
La competencia apenas iniciaba. Y mientras Diana se preparaba, Dante observaba la compañía desde lejos. Desde el primer día se había empapado de todo. Han sido días difíciles... aunque nada comparado con sobrevivir en prisión y la sombra que lo atormenta.
Al caer la tarde, el salón del evento comenzó a llenarse.
Las familias más prestigiosas se reunieron en una noche esperada. Todos querían conocer al nieto de la familia Linares.
Muchos se habían hecho una imagen de él: un joven adinerado, estudiante del extranjero... Rusia, Francia o España eran los países que se mencionaban con más frecuencia.
A las chicas solteras las vistieron con sus mejores galas, con la esperanza de estar a la altura de un joven con tanta clase.
Se decía que Antonella buscaba una esposa para el heredero. Quería encontrarla esa misma noche. Aunque ya tenía una candidata en mente.
Para vencer al enemigo… hay que tenerlo demasiado cerca.
Su principal opción: Diana Quintana.
Ella llegó en una limusina, del brazo de un joven elegante al que llamaba Boris.
Su vestido, traído de Francia.
Tacones hechos a medida.
Peinado impecable que resaltaba sus ojos.
—Boris, no vayas a pisar mi vestido —advirtió al bajarse.
Luego miró los reflectores de las cámaras. Bastó su arrogante mirada para alejarlos.
—Que no me molesten. No estoy de ánimo. He tenido que correr para llegar. Hoy, mi humor no es el mejor.
—Si no lo dices, ni me doy cuenta… —Boris se burló, ofreciéndole el brazo como todo un caballero.
—No estoy bromeando. Te juro que vine solo porque mi padre dijo que ellos quieren invertir en la compañía.
La arrogancia con la que caminaba desplegaba un aura que nadie se atrevía a interrumpir.
El salón se fue llenando poco a poco.
Todos iban de etiqueta.
Los colores blanco y dorado predominaban en la decoración.
Antonella quería que todos supieran lo poderosos que eran los Linares.
No escatimó en absolutamente nada.