Viviana es la menor de tres hermanas, su vida da un giro inesperado cuando se ve obligada a tomar el lugar de su segunda hermana para casarse con un Despiadado multimillonario y así poder salvar la vida de toda su familia, tras el matrimonio forzado Ares Grey la hace vivir un infierno por venganza... Acompáña a Viviana en esta historia desafortunada.
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Un Problema
Me desperté con un sobresalto, mi corazón latia con ansiedad al escuchar los gritos que provenían de abajo.
Me levanté de la cama y salí corriendo de mi habitación, bajando las escaleras con rapidez para ver qué estaba pasando.
Al llegar a la planta baja, mi mirada se posó en la sala, y lo que vi me dejó sin aliento.
Mi padre estaba siendo sujetado por el cuello por un hombre muy alto y grande, con una mirada cruel en sus ojos.
Detrás de él, había varios hombres más con apariencia rústica, parecían matones.
Mi madre estaba sentada en el sofá, sollozando y con una expresión de terror en su rostro.
El hombre que sujetaba a mi padre era el que se iba a casar con mi hermana Tania.
No entendía qué estaba pasando, pero mi instinto me decía que algo estaba mal.
—¿Dónde está tu hija?—, preguntó el hombre con una voz baja y amenazante.
Mi padre se debatió de su agarre, pero no pudo liberarse. —No lo sé— dijo con dificultad. —Huyó. Pero la encontraré y se la llevaré para el atardecer—.
El hombre sonrió con una expresión maliciosa. —Mas te vale, como no lo hagas, acabare con tu vida—, dijo con una voz fría y calculada.
Lo soltó con un empujón, y mi padre cayó al suelo con un golpe seco. El hombre se limpió la mano con asco, como si hubiera tocado algo repugnante.
Antes de salir de la casa, el hombre miró hacia mi y nuestros ojos se encontraron, sentí un escalofrío recorrer mi espalda al ver la expresión maliciosa en su rostro.
Me miró con una intensidad que me hizo sentir como si pudiera ver dentro de mi alma.
Me quedé paralizada, sin saber qué hacer ni qué decir. El hombre y sus acompañantes salieron de la casa, dejando a mi padre tirado en el suelo y a mi madre sollozando en el sofá. Yo me quedé allí, congelada en el miedo y la incertidumbre.
Salí del shock y corrí hacia mi padre para ayudarlo a levantarse, mi madre también se acercó para echar una mano. Pero cuando mi padre estuvo de pie, nos empujó con brusquedad y gritó que lo soltáramos.
—¿Dónde está Tania?—, preguntó con una voz que resonó en toda la sala.
Me quedé desconcertada y le pregunté —¿De qué hablas, papá?—.
—¡Huyó!—, gritó mi padre, su rostro estaba enrojecido de ira. —¡Esa estúpida huyó y ahora tengo que encontrarla!—
Me quedé congelada por un momento, sin saber qué decir. Mi padre me tomó por los brazos y me sacudió con fuerza, haciéndome sentir un dolor agudo en los hombros.
Mi madre intentó intervenir, diciendo —¡Suéltala Enrique, déjala!— pero mi padre la empujó con violencia y ella cayó al sofá, sollozando.
Lo miré a los ojos, y vi la ira y la desesperación reflejadas en ellos. —¿Dónde está tu hermana?— gritó de nuevo.
Con miedo, le dije —No lo sé, papá. No sé dónde está Tania—.
Pero no me creyó. Me miró con una expresión de incredulidad y furia. —Más te vale que aparezca—, dijo con una voz baja y amenazante. —Porque de no, tendrás serios problemas. ¿Entendiste?—
Asentí con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta. No sabía qué había pasado con Tania, pero sabía que tenía que encontrarla antes de que mi padre lo hiciera. De lo contrario, las consecuencias serían terribles.
Subí a mi habitación y tomé mi teléfono, tratando de comunicarme con algunas de las amigas de Tania.
Pero ninguna de ellas sabía nada de ella, o al menos eso decían. Decidí llamar a Javier, el novio de Tania, pero no me respondió. Así que llamé a su hermana, Jenifer, mi amiga.
—¿Hola?—, contestó Jenifer al teléfono.
—Hola, Jeni. Soy Viviana. Necesito hablar contigo— le dije, tratando de sonar calmada.
—¿Qué pasa, Vivi? ¿Todo bien?—, me preguntó Jenifer, notando algo en mi voz.
—No—, le dije, suspirando. —Tania ha desaparecido y mi padre está furioso. Estoy tratando de encontrarla, pero no sé dónde está. ¿Sabes algo de Javier? ¿Está en casa?—.
—No, Javier no está en casa— me dijo Jenifer. —No sé a dónde se fue, pero se llevó toda su ropa. Creo que se fue de viaje o algo así—.
Me sentí un escalofrío recorrer mi espalda. —¿Toda su ropa? ¿Estás segura?—
—Sí, estoy segura—, me dijo Jenifer. —Mi mamá estaba muy extraña cuando se dio cuenta. Dijo que Javier se fue sin decir nada, solo se llevó todas sus cosas—.
Me quedé en silencio por un momento, procesando la información. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaban Tania y Javier? ¿Y por qué se habían ido sin decir nada?.
—Jeni, ¿crees que Tania y Javier estén juntos?—, le pregunté, esperando que ella tuviera alguna idea.
—No lo sé, Vivi—, me dijo Jenifer. —Pero si se fueron juntos, eso explicaría por qué Javier se llevó toda su ropa. ¿Quieres que trate de averiguar algo más?—
—Sí, por favor—, le dije, sintiendo una pequeña esperanza. —Necesito saber qué está pasando—.
Me senté en la cama, mirando el teléfono que acababa de colgar. La conversación con Jenifer me había dejado con más preguntas que respuestas. ¿Dónde estaban Tania y Javier? ¿Se habían ido juntos? ¿Y qué iba a pasar cuando mi padre se enterara?.
Sentí un nudo en el estómago al pensar en la reacción de mi padre. No iba a ser fácil decirle que posiblemente Tania se había ido con su novio.
Mi padre iba a estar furioso, y yo iba a ser la que tendría que darle la noticia.
Me levanté de la cama y bajé las escaleras, sabiendo que tenía que enfrentarme a mi padre en algún momento.
Cuando llegué a la sala, mi padre estaba sentado en el sofá, mirando por la ventana con una expresión de ira en su rostro.
—Papá, necesito hablar contigo—, le dije, tratando de sonar calmada.
Me miró con una expresión de impaciencia. —¿Qué pasa?—
Me tomé un momento para respirar profundamente antes de hablar. —Creo que Tania se fue con Javier—, le dije, tratando de ser lo más directa posible.
Mi padre se puso de pie de un salto, su rostro enrojecido de ira. —¿Qué estás diciendo?— gritó. —¿Cómo sabes eso?—
Le expliqué lo que Jenifer me había dicho, y mi padre se puso aún más furioso. —¡Esa estúpida!—, gritó. —¡Se va a arrepentir de esto!—
—Tu lárgate de aqui—su grito retumbó mis oidos, sentí un escalofrío recorrer mi espalda al ver la ira de mi padre. Sabía que iba a hacer algo para encontrar a Tania, y no iba a ser bueno para ella.
Me fui de casa, necesitaba escapar de la ira y la tensión que se había apoderado de ella. Llamé a Esteban, mi novio, y le pregunté si estaba en casa.
Me dijo que sí, y decidí ir a visitarlo. Me vestí rápidamente y salí por la parte trasera de la casa, tomando un taxi en dirección a su casa.
Cuando llegué, Esteban me estaba esperando en la entrada. Corrí hacia él y le di un fuerte abrazo, sintiendo un alivio instantáneo.
Me preguntó si todo estaba bien, y le contesté que sí, aunque en realidad no era así. Me dio un beso que me hizo sentir mejor, y entramos a su casa.
La madre de Esteban me recibió con una cálida sonrisa, y me sentí inmediatamente cómoda. Me gustaba estar en casa de Esteban porque era un lugar cálido y tierno, muy diferente a la tensión y el estrés que había en mi casa. Pasé la tarde con ellos, y por un momento, me olvidé de todos los problemas que me estaban agobiando.
Pero cuando llegó la tarde, supe que tenía que irme. Esteban se ofreció a llevarme a casa, y acepté. Me despedí de su madre y subí a su auto. De camino a casa, solo podía pensar en lo que iba a pasar con Tania.
Esteban notó mi preocupación y tomó mi mano, entrelazándola con la suya. Me dio un tierno beso en la mano, y sonreí.
Cuando llegamos a la parte trasera de mi casa, Esteban se detuvo y me miró. —Nos vemos después—, me dijo, y me dio un beso en los labios. Me bajé del auto y me quedé de pie, observando cómo se alejaba.
Rodeé la casa para entrar por la puerta principal, y fue entonces cuando vi algo que me hizo sentir un escalofrío. Había un montón de autos de lujo negros estacionados frente a mi casa.
Corrí hacia la entrada, mi corazón latiendo con ansiedad. Tomé las llaves con mis manos temblando y entré a la casa.
Lo que vi me dejó sin aliento. Había muchos hombres en mi casa, todos ellos con trajes oscuros y expresiones serias. Me sentí como si hubiera entrado en una pesadilla.
Me quedé paralizada por un momento, mi mirada fija en los hombres que habían irrumpido en mi casa esa mañana. ¿Qué estaban haciendo aquí de nuevo? Me acerqué a mi padre, que estaba de pie en la sala, con una expresión seria y tensa.
—Papá, ¿qué pasa?—, le pregunté, tratando de mantener la calma.
Pero mi padre no me respondió. En su lugar, me miró con una expresión furiosa y dijo: —Sube con tu madre—.
Mi madre se acercó a mí y me tomó del brazo, guiándome hacia las escaleras. Quise decir algo más, preguntarle qué estaba pasando y por qué esos hombres estaban en nuestra casa, pero la mirada de mi padre me hizo callar.
Subimos a mi habitación en silencio, mi madre cerrando la puerta detrás de nosotros. Me senté en la cama, sintiendo una sensación de ansiedad y miedo....