"Sin Reglas"
París Miller, hija de padres ausentes, ha pasado su vida rompiendo reglas para llamar su atención. Después de ser expulsada de todas las escuelas, sus padres la envían a una escuela militar dirigida por su abuelo. París se niega, pero no tiene opción.
Allí conocerá a Maximiliano, un joven oficial obsesionado con las reglas. El choque entre ellos será inevitable, pero mientras París desafía todo, Maximiliano deberá decidir si seguir el orden... o aprender a romper las reglas por ella.
Una comedia romántica sobre rebeldes, reglas rotas y segundas oportunidades.
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capitulo 3
Narra Maximiliano.
Antes de que París llegara al internado, el director me había llamado a su oficina. Ya sabía que no iba a ser un día normal, no conociendo el historial de su nieta. La palabra "rebelde" nunca le hizo justicia. El director me habló de su comportamiento y de cómo su actitud podía ser una gran prueba para mi capacidad como responsable.
Cuando finalmente la vi llegar, no pude evitar observarla desde la distancia. París, con su caminar desafiante, tropezó con una piedra y casi se cayó. En lugar de molestarse o ponérsela seria como lo haría con cualquiera, me sorprendí riendo por lo bajo. ¿Cuándo fue la última vez que algo tan simple me causaba gracia? Había pasado mucho tiempo desde que no me reía de algo tan insignificante.
Era una niña de 17 años, pero con esa actitud rebelde y esos ojos verdes que parecían atravesarlo todo, que de alguna forma lograba captar la atención de todos, aunque nunca lo buscara. Era preciosa, pero eso solo hacía más evidente lo mucho que se apartaba de mí. Tenía una especie de aura sarcástica, burlona, que chocaba completamente con mi propio sentido del deber y la disciplina. Y eso me molestaba más de lo que quería admitir.
En esa semana, la había visto meterse en más líos de los que debería. No le importaba el reglamento, no le importaba nada. Ni siquiera tomarse un momento para leer las reglas que todos debíamos seguir. Como si todo le importara poco. ¿Qué esperaba de mí, que la dejara hacer lo que quisiera?
Decidí sentarla en mi oficina y empezar desde el principio, explicándole todo lo que no quería escuchar. Con paciencia, pero también con firmeza, le comencé a decir todas las reglas una por una. No me costó nada, porque las sabía de memoria. Cada una de ellas era parte de mi vida diaria, algo que nunca cuestionaba. París, sin embargo, parecía no escuchar, su mirada perdida en algún punto fuera de la ventana, como si lo que yo dijera no tuviera importancia.
Pero no me importaba. Esto era parte de mi trabajo, y sabía que iba a tener que ser constante con ella. Si pensaba que me iba a dejar influenciar por su actitud, estaba muy equivocada.
Paris no se hacía fácil. En cada desafío, desde el campo de entrenamiento hasta los ejercicios más simples, su actitud se notaba más que nunca. No le importaba seguir las reglas. En el campo, mientras los demás se esforzaban, ella simplemente se detenía. ¿Por qué hacer el esfuerzo cuando todo el mundo estaba viendo? Pensaba que por ser la nieta del director, iba a recibir algún tipo de trato especial, que se le daría el beneficio de la duda, pero nada de eso sucedió.
Los obstáculos eran los mismos para todos, sin importar tu apellido o tu relación con el director. Sin embargo, ella se encontraba con uno tras otro, y se rendía tan fácilmente. Era tan pequeña que ni siquiera saltando alcanzaba a tocar los obstáculos más bajos. Su frustración era visible, pero más que intentar, se tiraba al suelo, desmoronada, como si la vida misma fuera demasiado para ella.
"Esto no es para mí", murmuró una vez, y yo no pude evitar observarla con una mezcla de curiosidad y frustración. Había algo en ella, una especie de fuerza interna, pero también un abandono total ante cualquier reto. No luchaba como los demás.
Y el problema no era solo su actitud. Era el hecho de que, en su mente, pensaba que por ser la nieta del dueño del internado, tenía carta libre para todo. Nada de eso iba a suceder.
Los demás cadetes no tardaron en notar su actitud, y las conversaciones en los pasillos comenzaron a girar en torno a ella. No solo no respetaba las reglas, sino que, de alguna manera, parecía tener el poder de incomodar a todos los que la rodeaban. Algunos murmuraban en voz baja, otros simplemente la ignoraban, pero ninguno se veía dispuesto a tolerar su indiferencia.
El campo de entrenamiento no era un lugar para ser tratado con concesiones. Era un lugar para probar a cada uno, sin importar sus apellidos, sin importar su historia. Y Paris, aunque pensaba que sus problemas desaparecerían por el simple hecho de ser quien era, rápidamente se dio cuenta de que no sería tan fácil.
pero quisiera que terminase de otra forma