Siempre nos hablan del tiempo como algo lineal, primero el pasado, luego el presente y por último el futuro y también nos hablan de que el único tiempo real es el presente, porque el pasado ya pasó y el futuro no está hasta que llega, pero ¿Qué tal si no fuera así? ¿Qué pensarías si te digo que el tiempo, paradójicamente, es y no es línea a la vez? ¿Y que vivimos varios momentos al mismo tiempo y esto no se limita para nada al presente?
Te invito a descubrir poco a poco la complejidad de esta historia y a sumergirte en un océano de emoción a medida que leas su trama.
NovelToon tiene autorización de Víctor Solórzano para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo III, Andrew
Habían pasado cinco días desde
el incidente de la viga del techo. El señor Héctor —el albañil— había reparado
todos los daños y luego había reforzado toda la estructura de la casa. Ese
trabajo le había salido algo costoso a mi madre.
En cuanto al hecho de que Andrea
y yo descubrimos que algunos de nuestros sueños son premonitorios. Es algo que
aún estamos asimilando. Eso nos preocupa, en especial a mí, con lo reales, lo
vividos que son mis sueños y pesadillas, lo realmente emocionantes y
aterradores que pueden ser, la idea de que algo de eso se vuelva real o que así
sea de forma metafórica anticipe algo real, resulta simplemente abrumadora.
Eran las cinco de la madrugada,
el alba había iniciado y el viento entraba por la ventaba de mi cuarto, dándome
heladas caricias. Hace cinco minutos que me había despertado.
—En estos últimos cinco días no
he tenido sueños o al menos no recuerdo haberlos tenido. —Suspiré y me
concentré en escuchar el absoluto silencio que reinaba en cada rincón de la
casa—. Bueno, quizá sea lo mejor.
Me levanté para bañarme. Era día
miércoles, así que debía llegar más temprano al liceo para las prácticas del
equipo de basquetbol. Me relajé mientras el agua caliente de la ducha recorría
mi cuerpo.
«Algunas de las cosas que he
soñado que bien podrían hacerse realidad a futuro son agradables, unas más
importantes que otras, pero hay otras que son todo lo contrario. Además, lo
mejor del futuro es que es incierto… a menos que tenga una premonición sobre
los números para ganarme el premio gordo de la lotería.»
Salí de la ducha, me sequé, me
vestí con el uniforme del liceo y coloqué mis zapatos. Luego agarré mi bolso,
donde además de mis cuadernos, libros y demás útiles escolares también cargaba el
uniforme del equipo de basquetbol para cambiarme antes de la práctica. Bajé las
escaleras del primer piso, mi desayuno estaba servido, al igual que el de mi
hermana, mi madre había preparado más temprano el desayuno de los tres y, luego
de comer el suyo, se había vuelto a acostar, como acostumbraba los días que me
tocaba practica de basquetbol, que eran los miércoles y los jueves, mientras
que los partidos eran siempre en día viernes.
Las prácticas de esta y la
próxima semana eran especialmente importantes, debido a que la otra semana más
arriba tendríamos el primer partido del torneo estatal estudiantil. Y si
ganábamos el torneo, iríamos al torneo nacional. El objetivo que nos teníamos
planteado para este año era ganar el torneo nacional, algo que casi logramos el
año pasado, cuando quedamos como subcampeones.
Comí rápidamente el arroz, los
huevos y el tocino. Luego me bebí el vaso de chicha. Me fui a cepillar y luego
me marché al liceo.
Llegué sin ninguna irregularidad
de por medio, aunque, tal como me había pasado cada vez que salía a la calle
desde ese día, seguía pensando en el accidente automovilístico que presencié.
«Con algo como eso fácilmente se
puede morir alguien y ese alguien fácilmente puedo ser yo.»
Una vez entré al liceo me dirigí
directamente a la cancha de basquetbol, saludé a Armando, el único miembro del
equipo que llegó antes de mí, y me marché a los vestidores de chicos para
colocarme el uniforme del equipo. Una vez me vestí, fui directo a la cancha.
—¿El entrenador ya llegó? —pregunté
a Armando.
—No, son apenas las seis, él
suele llegar a las seis y quince —respondió mientras miraba su reloj —¿Qué te
hizo llegar más temprano de lo habitual? Normalmente estoy solo a esta hora.
—En los últimos cinco días no he
tenido las típicas ganas de volver a dormirme y durar quince o treinta minutos
extra en la cama. —Alcé levemente los hombros y los bajé.
Luego de eso se hizo un silencio
prolongado entre los dos, el cual me resultó incómodo, por lo que decidí hablar
de otra cosa.
—¿Cómo te va con tu novia? Me
comentaste que se llama Jessica ¿No?
—Me va bien, Andrew, de hecho,
quizá parezca apresurado porque sólo llevamos un mes y apenas hemos tenido tres
citas, pero quiero presentarle a mis padres este sábado.
—¡Muy bien, eso quiere decir que
debes estar full enamorado! —Sonreí ampliamente —¿Físicamente hasta donde han llegado?
—¡Sabes bien que no le voy a dar
respuesta a esa pregunta!
—Bueno, te entiendo, es como
dicen, los caballeros no tenemos memoria.
—En la tercera cita me regaló
una carta que escribió a mano expresando sus sentimientos por mí y me llamó «el
caballero de su corazón.»
Los minutos pasaron rápidamente
a medida que la conversación se extendía y entonces llegó el entrenador, que
llevaba consigo la bolsa con los balones. Sonó su silbato para que nos
formáramos frente a él.
—¡Es decepcionante que sólo dos
de los cinco miembros titulares del equipo estén aquí a esta hora! —Frunció el
ceño—. Bueno, ¿qué más podemos hacer?, quiero verlos jugar a ustedes dos uno
contra el otro, gana el primero en anotar diez puntos o más, si el resto de los
titulares llega antes de que terminen, declararé al ganador según como hayan
quedado los puntos para ese momento.
El entrenador me dejó el balón a
mí para que iniciara el partido conmigo a la ofensiva, Armando comenzó a
marcarme, lo eludí con una finta e hice mi lanzamiento, era un tiro de tres
puntos, pero rebotó del aro y Armando logró agarrarlo. Él corrió muy rápido
hacia el lado opuesto de la cancha mientras driblaba a un ritmo increíble, así
que logró evadirme y hacer una clavada.
Tomé el balón mientras él seguía
guindado del aro y pronto un montón de imágenes recorrieron mi mente a toda
velocidad, todas trataban de Armando y yo jugando, pero eran jugadas que aún no
realizábamos.
A partir de ese punto jugué
anticipándome a los movimientos de Armando, no sólo por esa primera secuencia
de imágenes premonitorias, sino porque hubo otras premoniciones que al final me
permitieron leer la forma de jugar de Armando como si fuera un libro abierto.
El pequeño partido entre él y yo terminó diez puntos a cuatro a mi favor.
«Así que no sólo puede ocurrir
mientras sueño.»