Ander Hernández, un futbolista nacido en cuna de oro, decide ocultar su apellido para construir su carrera sin la sombra de su influyente padre. En su camino, conoce a Dalia Molina, una mujer que desafía los estándares tradicionales de belleza con su figura curvilínea y sus adorables mejillas.
Dalia, que acaba de sufrir una pérdida devastadora, se enfrenta al reto de sacar adelante a su madre y a su hermana menor. Pero su mundo da un giro inesperado cuando un hombre, tan diferente de ella en apariencia y situación económica, irrumpe en su vida, alterando todos sus planes.
A pesar de sus diferencias, tanto físicas como sociales, los corazones de Ander y Dalia laten al unísono, mostrando que, aunque sean polos opuestos en muchos aspectos, comparten lo más importante: un espíritu noble y un amor que trasciende todas las barreras.
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Parte 2
Ander
Esa mujer se veía increíble, yo era alguien muy contento en ese ámbito, sin embargo, cuando me metí en el fútbol, me di cuenta de que no podía seguir de esa forma, que debía controlarme mucho más para hacer correctamente mi entrenamiento.
—Ander, ¿qué tanto piensas? —Es uno de mis compañeros quien me da una palmada en la espalda.
Acabamos de entrenar, me dolía un poco las piernas, pero no importaba. Valía la pena, porque en unos meses íbamos a jugar con la selección. Sería mi oportunidad para mostrarme delante de todos.
—¿Nuestra estrella está dudando? —Es otro de mis amigos que pone su mano alrededor de mi cuello, mientras se ríen los demás.
—Intensos, solamente estoy pensando que será de nosotros.
—Te pones muy reflexivo, deberíamos ir donde te encanto la gordita —Pongo los ojos en blanco.
—Odio que utilices tonos despectivos.
—No te lo tomes tan personal, está buena. Pero no deja de tener su peso.
—Ustedes andan con influencers o con mujeres que se creen superiores —Les digo con una sonrisa burlona mientras tomo un gran sorbo de agua.
Mis compañeros se ríen y seguimos conversando mientras caminamos hacia los vestuarios. La conversación se desvía hacia el próximo partido y nuestras expectativas. Cada uno compartía sus sueños y aspiraciones, y aunque bromeábamos, todos sabíamos lo mucho que significaba este juego para nosotros.
—Ander, ¿has pensado en lo que vas a hacer después del fútbol? —pregunta uno de ellos de repente.
—A veces. Creo que todos deberíamos tener un plan, pero por ahora, estoy enfocado en dar lo mejor de mí en cada entrenamiento y partido —respondo.
—Esa es la actitud —dice otro, dándome una palmada en la espalda.
Había luchado demasiado por este sueño, no podía dudar de nada, no podía hacerlo, menos ahora. Seguimos hablando de un montón de cosas, mientras lo hacíamos terminamos organizándonos para ir al restaurante donde estaba Daila.
Se veía tan tierna, sus cachetes rellenos que me hacían sentir una leve cosquilla de como sería estar llena de otra cosa. Su linda sonrisa, aunque al principio fue muy falsa, pero luego cuando me la dedico a mí, tan perfecta haciendo ver sus mejillas rojitas y rellenitas.
Cierro los ojos, no podía tener distracciones, mucho menos una mujer. Había huido de eso, desde que cumplí 18 años, ahora con 23 años, no podía dudar de mis metas, no podía dudar de mis sueños.
Respiro profundo, mientras llegamos al restaurante. Estaba con su uniforme, que no la hacía ver nada bien. Fue atendernos con una sonrisa, este sería mi lugar favorito si pudiera estar aquí todo el tiempo, verla trabajar. Aunque no me gusto como le sonrió a su amigo el chef la primera vez que vinimos.
Odie como sus mejillas se vieron rellenitas por otro. Aunque me cuestionaba porque me importaba, solo había sido una vez que la vi.
Me rasco la cabeza cuando veo como una niña se comporta con ella, enarco una ceja, furioso.
—No mires así, parece que fueras a matar a alguien —Siempre había tenido mala cara, pero ahora creo que lo tenía el doble.
—Es que esa niña le está diciendo cosas de su peso, cuando quisiera tener ella ese cuerpazo —Gruño, cuando giro a ver a mis amigos me miran totalmente sorprendidos —¿Qué?
—Nunca creí que te iba a escuchar hablar de ese modo.
—No me jodan —Pongo los ojos en blanco.
—Años desde que quieres defender a alguien, yo te ayudaré —Mi amigo levanta la mano y en un segundo este cachete a nuestro lado con una sonrisa, pero cuando me mira esa sonrisa se vuelve más hermosa.
—Hola, ¿qué necesitan?
—Nada, pero te veías incómoda —Sus ojos grandes y preciosos, como todo en ella.
—Gracias.
Un grito llamándola nos interrumpe el momento, le iba a decir al dueño que si volvía a hacer eso, no le iba a dar en su vida la promoción que tanto quiere entre los jugadores.
Minutos después la escucho discutir, bueno, todo el restaurante la está escuchando discutir. Puedo ver su cuerpo está tenso, con su mochila en hombros, pero no duda en decir.
—Renuncio —Sale corriendo, de verdad que sale corriendo y por reflejo la sigo.
Mis amigos ni siquiera se dignan a frenarme, saben que no podrán contra mí. Entonces la veo esperar un taxi.
—¿Te llevo? —Ella se asusta, mientras se toca el pecho totalmente nerviosa.
—¿Eres un loquito que me va a secuestrar? —Linda y graciosa.
—No, a menos que quieras —Sus ojos se ponen más grande.
—Acepto tu oferta —Asiento y camino hacia el carro y ella me sigue —Mi mamá tuvo un accidente, está en el hospital general.
—¿Qué? Vamos rápido —Empiezo a moverme más rápido, y entro rápido en este.
No era el último carro, pero tampoco estaba feo. Menos mal había invertido en esto, de alguna forma debía conquistarla.
Cuando llegamos al hospital ella corre para preguntar por su mamá y yo la sigo, porque sí pasa algo. Corre hacia alguna habitación y yo camino despacio.
—¡Mamá! —Veo como la abraza fuertemente, una chica mucho más joven que ella, se ve a su lado. Era una versión de Daila, pero delgada.
—Mija, ¿no estabas trabajando? Le dije a la enfermera que no te dijera.
—¿Cómo no querían decirme, mamá? Se te quebró un pie por primera vez en tu vida —Su mamá desvía la mirada.
—No es para tanto.
—Dime eso cuando puedas andar correctamente en unos meses, Dios —Puedo sentir como la voz de Daila se quiebra —Por favor, no me hagas dar sustos.
Veo que es un momento muy íntimo y me hago a un lado de la puerta, esperando pacientemente. Escuchando solamente como ellas hablan.
—¿Tu quién eres? —Es la versión pequeña de Daila quien me habla.
—Acompaño a tu hermana —La muchacha se cruza de brazos y ladea su cabeza.
—No te ves inservible, no le des dolores de cabeza —Me dice ella mientras suspira —Es suficiente con mamá y conmigo, desde que papá murió, le toca más duro.
—¿Tu padre está muerto? —Ella me mira con una ceja enarcada.
—¿Tratar de ligar con mi mamá y no sabes eso? —Se cruza de brazos —De verdad no has hablado con mi hermana —Niega con la cabeza.
—Señora Castro —La enfermera llega y empieza a hablar.
Puedo ver como la expresión de Daila se va derrumbando, necesitaba mucho dinero para ayudar a su familia. Y en ese momento se me ocurre una locura.
—Hazte pasar por mi novia —Es lo primero que se me ocurre cuando sale de la habitación.