Desde pequeño he sido un experimento, tengo sangre especial....
Datos de la historia:
°Género apocalíptico y de ciencia ficción, con elementos de drama, romance y temas LGBT. Tiene una combinación de aventuras post-apocalípticas, conflictos interpersonales, y exploraciones sobre la supervivencia y la reconstrucción de la sociedad.
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Capítulo 3: Traición y Perdida.
Nikko miraba el horizonte con una mezcla de incertidumbre y dolor. La isla, que había sido su refugio, ahora se sentía como una prisión. Los rumores sobre el brote del virus se habían esparcido como el fuego, pero había algo más que lo perturbaba, algo que no podía ignorar.
La traición siempre llega de donde menos se espera. Nikko lo sabía, pero nunca imaginó que vendría de alguien tan cercano. La desconfianza empezó a infiltrarse en el campamento como un veneno invisible, y las miradas furtivas y los susurros se volvieron comunes.
Una noche, mientras Nikko revisaba los suministros en el almacén, escuchó pasos sigilosos. Apagó la linterna y se escondió detrás de unas cajas. A través de la penumbra, vio a Kaito, su mejor amigo y confidente, sacando raciones de comida y agua. Nikko sintió un nudo en el estómago. ¿Por qué Kaito haría algo así? Decidió confrontarlo.
—¿Qué estás haciendo, Kaito? —preguntó Nikko, saliendo de su escondite.
Kaito se sobresaltó, sus ojos reflejaban la culpa y el miedo.
—Nikko... yo... no es lo que parece —balbuceó Kaito.
—Entonces explícame —exigió Nikko, tratando de mantener la calma.
Kaito vaciló, pero finalmente habló.
—Hay gente en la isla... personas que necesitan estos suministros. No puedo dejarlos morir.
La revelación golpeó a Nikko como un mazazo. No solo había un brote de virus, sino también otros sobrevivientes en la isla. Pero Kaito había actuado a espaldas de todos, poniendo en riesgo la seguridad del grupo.
—Esto es traición, Kaito. Nos has puesto a todos en peligro —dijo Nikko con voz dura.
Kaito bajó la cabeza, consciente de la gravedad de sus acciones.
—Lo sé, pero no podía quedarme de brazos cruzados. Debes entender, Nikko, lo hice por una buena razón.
Nikko se sentía dividido entre la lealtad a su amigo y la responsabilidad hacia su grupo. La confianza se había roto, y con ella, una parte de su propio ser.
—Tendremos que decidir qué hacer contigo, Kaito. Pero por ahora, regresa al campamento. No digas nada a nadie —ordenó Nikko.
Kaito asintió y se marchó en silencio, dejando a Nikko solo con sus pensamientos. La traición había sido descubierta, pero las consecuencias aún eran inciertas. Y mientras el virus continuaba su avance implacable, Nikko sabía que las pérdidas solo estaban comenzando.
Esa noche, Nikko no pudo dormir. Las palabras de Kaito resonaban en su mente, mezcladas con el sonido de las olas golpeando la orilla. La moralidad de la situación era compleja; ayudar a otros en necesidad era lo correcto, pero hacerlo a escondidas y poniendo en peligro a todos no lo era. Decidió que necesitaba consejo, así que fue a ver a Aiko, la líder del campamento.
Aiko estaba despierta, trabajando en su tienda, su rostro iluminado por la luz de una lámpara de aceite.
—Aiko, necesito hablar contigo —dijo Nikko, entrando.
Aiko levantó la vista y, al ver la seriedad en el rostro de Nikko, supo que no era una conversación trivial.
—¿Qué sucede, Nikko? —preguntó ella, dejando a un lado sus papeles.
Nikko le contó todo, desde la traición de Kaito hasta la revelación de otros sobrevivientes en la isla. A medida que hablaba, podía ver la preocupación crecer en los ojos de Aiko.
—Esto es grave —dijo Aiko cuando Nikko terminó—. Pero debemos manejarlo con cuidado. La noticia de otros sobrevivientes puede causar pánico, y no podemos permitirnos eso ahora.
—¿Qué hacemos con Kaito? —preguntó Nikko.
Aiko suspiró, considerando sus opciones.
—Necesitamos confrontarlo delante del grupo, pero de una manera que no cause división. Hablaré con él primero, y luego convocaremos una reunión. Debemos ser transparentes, pero también protectores.
Nikko asintió, sintiéndose un poco más tranquilo sabiendo que Aiko tenía un plan. Salió de la tienda y se dirigió al campamento, donde encontró a Kaito sentado solo, mirando el fuego.
—Aiko quiere hablar contigo —le dijo Nikko.
Kaito asintió, levantándose lentamente. No intercambiaron palabras mientras caminaban hacia la tienda de Aiko, pero el silencio entre ellos estaba cargado de tensión.
Aiko los esperaba, y cuando Kaito entró, Nikko se quedó afuera, dejando que hablaran en privado. Miró el cielo nocturno, preguntándose cómo habían llegado a este punto. La traición de Kaito era un golpe, pero la revelación de otros sobrevivientes traía consigo una nueva esperanza y nuevos peligros.
Poco después, Aiko salió con Kaito.
—Vamos a convocar una reunión —anunció Aiko, su voz firme—. Todos deben saber lo que está pasando.
La reunión fue tensa. Aiko explicó la situación con calma, revelando la existencia de otros sobrevivientes y la necesidad de ayudarles, pero también la traición de Kaito. El campamento reaccionó con una mezcla de sorpresa, miedo y enojo.
—Debemos unirnos más que nunca —dijo Aiko, mirando a cada uno de los presentes—. La traición es grave, pero también debemos entender las razones detrás de ella. Kaito actuó por compasión, aunque de manera equivocada. Decidiremos juntos cómo proceder, pero también debemos enfocarnos en protegernos y ayudar a aquellos que lo necesiten.
Nikko observó cómo el grupo discutía y finalmente llegaba a un consenso. La confianza no se restauraría de la noche a la mañana, pero estaban dispuestos a trabajar juntos para enfrentar las nuevas amenazas.
Esa noche, Nikko se dio cuenta de algo importante. La traición había sido una lección dolorosa, pero también había revelado la fortaleza del grupo. Y mientras el virus continuaba su avance, sabían que solo unidos podrían superar lo que venía.
A la mañana siguiente, el campamento estaba envuelto en una calma tensa. La noche anterior había dejado una marca profunda en todos, y ahora cada paso, cada mirada, estaba cargada de una nueva cautela. Nikko se levantó temprano, decidido a aprovechar el día para organizar la próxima fase de su plan.
Sabían que la prioridad inmediata era asegurar más suministros y explorar la isla en busca de los otros sobrevivientes. Nikko se reunió con Aiko para discutir la logística.
—Necesitamos un equipo de exploración —dijo Nikko—. Alguien tiene que ir y encontrar a esos sobrevivientes, asegurarse de que no estén infectados y ver qué necesitan.
Aiko asintió, mirando el mapa que tenían extendido sobre la mesa.
—Kaito debe formar parte de ese equipo —dijo ella—. Será una oportunidad para que recupere la confianza del grupo. Además, conoce el terreno mejor que nadie.
Nikko estaba de acuerdo. A pesar de la traición, sabía que Kaito era un activo valioso y que necesitaban su conocimiento. Decidieron formar un equipo de cinco personas, con Kaito, Nikko, y tres de los miembros más fuertes y confiables del campamento: Hana, Kenji, y Ryo.
Antes de partir, Aiko reunió al campamento para darles una última charla.
—Hoy no es solo una misión de exploración —dijo ella—. Es una misión de esperanza. Nos enfrentamos a un desafío enorme, pero debemos recordar que no estamos solos. Debemos ayudarnos mutuamente y mantener la fe en que podemos superar esto.
Con esas palabras resonando en sus mentes, el equipo se puso en marcha. Se internaron en la densa vegetación de la isla, moviéndose con rapidez pero con precaución. Cada sonido de la selva parecía amplificado, cada sombra un posible peligro.
Después de horas de caminata, llegaron a una pequeña cabaña oculta entre los árboles. La encontraron vacía, pero había señales de vida reciente: mantas, restos de comida y herramientas improvisadas.
—Están cerca —dijo Kaito, examinando el área—. No deben haber ido muy lejos.
El equipo decidió dividirse en parejas para abarcar más terreno. Nikko y Kaito se quedaron juntos, mientras que Hana, Kenji, y Ryo se dispersaron en diferentes direcciones.
Caminando en silencio, Nikko y Kaito finalmente encontraron un rastro de huellas. Las siguieron hasta una pequeña playa, donde vieron a un grupo de personas acampadas. Eran una docena, sucios y cansados, pero vivos.
Uno de ellos, un hombre mayor con una barba gris, se levantó al verlos.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó con desconfianza.
—Somos sobrevivientes como ustedes —respondió Nikko—. Venimos de un campamento al otro lado de la isla. Sabemos del brote de virus y estamos aquí para ayudar.
El hombre dudó por un momento, pero luego asintió.
—Soy Takeshi. Hemos estado aquí desde que empezó todo esto. Estamos desesperados por ayuda.
Mientras Nikko y Kaito hablaban con Takeshi y su grupo, los otros miembros del equipo se unieron a ellos. La reunión fue emotiva; las lágrimas de alivio y las expresiones de gratitud se mezclaron con las historias de sufrimiento y pérdida.
Regresaron al campamento principal al atardecer, trayendo consigo a los nuevos sobrevivientes. La bienvenida fue cálida pero también solemne, sabiendo que su llegada significaba más bocas que alimentar y más vidas que proteger.
Esa noche, alrededor del fuego, Nikko miró a su alrededor, viendo los rostros cansados pero determinados de sus compañeros. La traición de Kaito había sido dolorosa, pero también había llevado a un encuentro inesperado con otros seres humanos necesitados.