Tras la pérdida de de su persona amada Ethan decide buscarlo en un nuevo universo. Precisamente en ese universo está la persona indicada pero el pasado oscuro lo persigue no quedará libre de los pecados sucedidos en su propio mundo, la destrucción de su propio amor
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Deseos ardientes
Al llegar a casa, Ethan sentía un nudo en el estómago. La imagen de Lian, tan frágil y vulnerable, aún lo atormentaba. Habían tenido un día que había comenzado de maravilla, pero que rápidamente se había tornado en una tormenta emocional. Era apenas mediodía, pero la sensación de inquietud lo acompañaba como una sombra.
Lian, por su parte, decidió que lo mejor era tomar una ducha. El agua caliente podría ayudarlo a relajarse, a despejar su mente de los pensamientos oscuros que lo habían seguido desde la tarde. Se desnudó lentamente, sintiendo cómo cada prenda caía al suelo, liberándolo de la carga del día. Al entrar en la ducha, el agua caía sobre su piel como un abrazo cálido, y poco a poco la temperatura de su cuerpo aumentaba. Cerró los ojos y dejó que el vapor lo envolviera, sintiendo cómo cada gota lo acariciaba.
Mientras tanto, Ethan se acomodó en el sofá y decidió distraerse viendo algo en la televisión. Buscó su programa musical favorito; la melodía de Alabi resonó en la sala, llenando el aire con sus suaves acordes. Pero su mente no podía concentrarse en las imágenes que pasaban ante sus ojos. En lugar de eso, pensaba en Lian, en cómo había cambiado en cuestión de horas. La fragilidad del momento lo mantenía alerta.
Al cabo de unos minutos, Lian salió del baño envuelto en vapor, sintiéndose renovado. La luz del sol entraba por la ventana, iluminando su figura mientras se dirigía a su habitación. Al abrir el armario, se dio cuenta de que había mucha ropa de Ethan allí; sudaderas, camisetas y pantalones que parecían esperar ser usados. Con una sonrisa traviesa, decidió probarse algunas prendas.
Se puso una sudadera de Ethan que le quedaba holgada; le llegaba hasta unos centímetros antes de las rodillas. El tejido suave y cálido lo abrazaba como un refugio. Se miró en el espejo y sonrió al verse; se sentía cómodo, pero también increíblemente atractivo.
Mientras tanto, Ethan seguía atrapado en sus pensamientos hasta que una melodía familiar lo sacó de su ensimismamiento. —Rosa, qué linda eres, Rosa…— La canción de Alabi sonaba justo en el momento en que Lian bajaba las escaleras.
Lian apareció en la entrada del salón, y Ethan no pudo evitar quedarse sin palabras. La imagen de Lian con esa sudadera holgada resaltaba su figura delicada y hermosa de una manera que lo dejó sin aliento. Cada curva y cada línea de su cuerpo parecían cobrar vida bajo la tela suave. El efecto era hipnotizante.
^^ℂ𝕦𝕒𝕟𝕕𝕠 𝕝𝕒 𝕡𝕚𝕖𝕝 𝕒𝕣𝕕𝕖 𝕓𝕒𝕛𝕠 𝕤𝕦 𝕥𝕠𝕢𝕦𝕖, 𝕖𝕝 𝕕𝕖𝕤𝕖𝕠 𝕤𝕖 𝕕𝕖𝕣𝕣𝕒𝕞𝕒 𝕔𝕠𝕞𝕠 𝕥𝕠𝕣𝕣𝕖𝕟𝕥𝕖 𝕚𝕞𝕡𝕒𝕣𝕒𝕓𝕝𝕖^^
—Rosa, qué linda eres, Rosa…— seguía sonando la canción mientras Lian avanzaba hacia él con una confianza inesperada.
Ethan tragó saliva. No podía apartar la mirada. Lian parecía un sueño hecho realidad, un ser etéreo que había descendido para iluminar su mundo gris. La combinación del vapor del baño y la música creaba un ambiente casi mágico.
—No tienes que decir nada —dijo Lian, sus mejillas sonrojadas—. Solo con que me beses está bien.
Sin más palabras, Lian se sentó en las piernas de Ethan, cruzando sus brazos alrededor del cuello de este. La cercanía era electrizante; el corazón de Ethan latía con fuerza mientras sentía el calor del cuerpo de Lian contra el suyo.
Sus labios se encontraron en un beso que era tanto dulce como desesperado. Lian parecía devorar a Ethan con cada roce; sus labios se movían con una necesidad palpable que hacía que Ethan se sintiera como un termómetro a punto de estallar.
Ethan respondió con fervor, atrapando a Lian entre sus brazos mientras sus manos recorrían la espalda del chico, sintiendo la suavidad de su piel bajo la tela de la sudadera. El beso se profundizaba; era como si el mundo exterior hubiera desaparecido por completo.
—Lian… —susurró Ethan entre besos, sintiendo cómo el deseo crecía dentro de él—. Eres… increíble.
Lian sonrió contra sus labios antes de volver a besarlo, esta vez con más intensidad. Sus cuerpos se movían al unísono, como si estuvieran bailando al ritmo de la música que llenaba el aire. Cada beso era un nuevo descubrimiento; cada caricia era un pacto silencioso entre ellos.
La sudadera de Ethan se convertía en un símbolo de intimidad; Lian se sentía protegido y querido mientras exploraban esta nueva faceta de su relación. Las manos de Ethan se deslizaron hacia abajo, acariciando suavemente los muslos de Lian mientras este soltaba un suave gemido.
—¿Te gusta? —preguntó Ethan con una sonrisa traviesa.
—Me encanta —respondió Lian, sintiendo cómo el calor se acumulaba entre ellos—. Pero necesito más.
Con un movimiento decidido, Lian se inclinó hacia atrás, tirando suavemente de Ethan para que se levantara junto a él. Se dirigieron hacia el sofá, donde se acomodaron juntos como en un mar de almohadas y mantas. La música continuaba sonando suavemente en el fondo, creando un ambiente acogedor y romántico.
Lian tomó la iniciativa esta vez; sus manos comenzaron a explorar el torso de Ethan, deslizándose bajo la camiseta que llevaba puesta. La piel de Ethan era cálida y firme bajo sus dedos; cada roce hacía que Lian sintiera mariposas en el estómago.
—Ethan… —murmuró Lian mientras sus labios recorrían el cuello del chico—. Quiero sentirte más cerca.
Ethan cerró los ojos y dejó escapar un suspiro profundo al sentir las caricias de Lian. Era como si cada toque encendiera una chispa dentro de él; el deseo se intensificaba con cada segundo que pasaban juntos.
—Yo también quiero eso —respondió Ethan con voz ronca—. Pero vamos despacio.
Lian asintió, entendiendo la necesidad de disfrutar cada momento sin apresurarse. Se acercó más a Ethan, sintiendo cómo sus cuerpos se ajustaban perfectamente uno al otro. Sus labios se encontraron nuevamente; esta vez fue un beso suave pero lleno de promesas.
La sudadera de Ethan caía sobre los hombros de Lian mientras este se movía sobre él, explorando cada rincón del cuerpo del chico con sus manos y labios. La conexión entre ellos era profunda; cada caricia era una declaración silenciosa de amor y deseo.
Ethan sintió cómo su corazón latía con fuerza mientras Lian continuaba explorando su cuerpo. La forma en que lo miraba lo hacía sentir especial; era como si cada mirada estuviera llena de admiración y deseo.
—Eres hermoso —susurró Lian mientras sus labios encontraban nuevamente los de Ethan—. No puedo dejar de pensar en lo afortunado que soy.
Ethan sonrió ante esas palabras; el calor que emanaba de Lian lo envolvía como una manta suave. Se inclinó hacia adelante y atrapó los labios de Lian nuevamente, profundizando el beso mientras sus manos exploraban la espalda del chico.
La música seguía sonando suavemente en el fondo: —Rosa, qué linda eres…— resonaba como una declaración perfecta para ese momento lleno de intimidad y conexión.
Con cada beso, con cada caricia, ambos sabían que estaban construyendo algo hermoso; algo que iba más allá del deseo físico. Era un vínculo profundo que prometía ser duradero.