Eliza, una noble empobrecida, está desesperada por pagar sus deudas cuando recibe una oferta inesperada: convertirse en espía para Lady Marguerite en el ducado del Duque Richard. Sin embargo, su misión toma un giro inesperado cuando el duque, consciente de las amenazas que rodean a sus hijos, le propone un matrimonio por contrato para proteger a su familia. Eliza acepta, consciente de que su vida se complicará enormemente.
Tras la muerte del duque, Eliza se convierte en la tutora legal de Thomas y Anne, y asume el título de Duquesa de Gotha. Pero su posición es amenazada por Alexander, el hijo mayor del duque, un hombre frío y calculador respaldado por la poderosa familia de su difunta madre. Alexander de Ghota.
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Capitulo 3
Eliza tragó saliva, preparándose para lo que vendría.
—Mis hijos han pasado por muchas dificultades. No necesito recordarle que sus vidas han
estado marcadas por la tragedia y la pérdida. No puedo permitirme ningún error cuando se
trata de su bienestar. Usted ha pasado las pruebas, pero aún necesito asegurarme de su
verdadera lealtad.
Eliza se mantuvo firme, a pesar de la intensidad de las palabras del duque.
—Entiendo, su excelencia. Mi única intención es servir a su familia con honor y
dedicación.
El duque asintió lentamente, pero sus ojos no perdieron su desconfianza.
—Habrá ocasiones en las que sus lealtades serán puestas a prueba. Quiero que sepa que
siempre estaré observando. La seguridad y el bienestar de mis hijos dependen de ello.
—Lo entiendo perfectamente, su excelencia. No le fallaré.
El duque la estudió por un momento más, luego hizo un gesto para que se retirara.
—Puede irse. Y recuerde, Lady Eliza, la confianza se gana con el tiempo.
Eliza se levantó temprano al día siguiente, la inquietud de la noche anterior aún presente en
su mente. Mientras se vestía, recordaba las palabras del duque y su mirada penetrante.
¿Podría realmente jugar con alguien así? La duda la atormentaba, pero sabía que no tenía
otra opción. Su vida y su futuro dependían de este trabajo.
Los niños ya estaban despiertos cuando llegó a la sala de juegos. Thomas, con su cabello
oscuro y ojos inquisitivos, estaba sentado en silencio mirando un libro. Anne, con sus rizos
dorados y mirada soñadora, jugaba con una muñeca en el rincón.
—Buenos días, Thomas. Buenos días, Anne —saludó Eliza con una sonrisa, intentando
ocultar su nerviosismo.
—Buenos días, Lady Eliza —respondió Thomas educadamente, sin apartar la vista de su
libro.
Anne levantó la mirada por un momento y luego volvió a concentrarse en su muñeca.
Eliza se acercó a Thomas, notando la expresión concentrada en su rostro. —¿Qué estás
leyendo, Thomas?
—Es un libro sobre historia —respondió Thomas, su voz sin emoción—. Papá dice que es
importante conocer el pasado para entender el presente.
—Tiene razón —dijo Eliza, sentándose a su lado—. Pero también es importante disfrutar
del presente. ¿Te gusta la historia?
Thomas asintió ligeramente, pero no dijo nada más. Eliza sintió una punzada de tristeza al
ver lo retraído que estaba. Recordó a su hermano menor, que también había sido reservado
y serio antes de enfermar.
Mientras observaba a Thomas, Eliza notó que Anne la miraba con curiosidad. Decidió
acercarse a la pequeña.
—Hola, Anne. ¿Qué estás haciendo? —preguntó con suavidad.
—Jugando con mi muñeca —respondió Anne en voz baja, apenas levantando la vista.
—¿Cómo se llama tu muñeca? —preguntó Eliza, arrodillándose para estar a la altura de
Anne.
—Se llama Lila —dijo Anne, sosteniendo la muñeca con delicadeza—. Era de mamá.
Eliza sintió un nudo en la garganta al escuchar eso. La mención de su madre siempre
parecía traer un aire de melancolía a los niños.
—Es una muñeca muy bonita —dijo Eliza, sonriendo con ternura—. ¿Puedo jugar contigo
y Lila?
Anne asintió tímidamente, permitiendo que Eliza se uniera a su juego. Mientras jugaban,
Eliza observaba lo frágil que era Anne, tanto física como emocionalmente. La niña
necesitaba más que seguridad; necesitaba amor y cuidado, algo que parecía faltar en su
vida.
Durante el almuerzo, Eliza notó la ausencia del duque. Según Mrs. Thorn, él rara vez comía
con los niños. La mayoría de las veces, estaba ocupado con asuntos del ducado o
simplemente prefería estar solo.
—El duque es un hombre muy ocupado —dijo Mrs. Thorn, como si eso lo justificara
todo—. Pero siempre se asegura de que los niños estén bien cuidados.
Eliza no pudo evitar pensar en la frialdad de esa declaración. "Bien cuidados" no
significaba amados. Recordó a su propio hermano, cómo había cuidado de él durante su enfermedad,
tratando de brindarle no solo medicinas, sino también amor y consuelo. La
falta de afecto podía ser tan dañina como la falta de cuidados.
Esa tarde, mientras los niños tomaban su siesta, Eliza se permitió un momento de reflexión.
Se sentó junto a la ventana de su habitación, mirando el horizonte gris del ducado. La
tristeza de los niños le recordaba la suya propia, y la pérdida de su hermano. Una lágrima
solitaria rodó por su mejilla mientras pensaba en lo que había perdido.
De repente, el sonido de pasos pesados la sacó de sus pensamientos. Era el duque, de pie en
el umbral de la puerta, observándola con una expresión inescrutable.
—Lady Eliza —dijo, su voz tan fría como su mirada—. Quiero hablar con usted.
Eliza se levantó de un salto, limpiando rápidamente la lágrima de su rostro. —Sí, su
excelencia. ¿Qué desea discutir?
El duque entró en la habitación, cerrando la puerta detrás de él. La tensión en el aire era
palpable, y Eliza sintió que su corazón latía con fuerza.
—He observado cómo interactúa con mis hijos —comenzó el duque, sus ojos fijos en
ella—. Y aunque parecen aceptarla, debo recordarle que su seguridad es mi prioridad
absoluta.
—Lo entiendo perfectamente, su excelencia —respondió Eliza, tratando de mantener la
compostura.
—He contratado a un nuevo jefe de seguridad para asegurarme de que no haya fallos en la
protección de mis hijos —continuó el duque—. La señora Blackwood estará vigilándola de
cerca. Cualquier desliz, cualquier indicio de traición, y su estancia aquí terminará
abruptamente.Incluso podria ser su ultimo momento respirando.
Eliza asintió, sintiendo el peso de sus palabras. —Haré todo lo posible para cumplir con sus
expectativas, su excelencia. Mi única intención es servir a su familia con honor y
dedicación.
El duque la miró durante un largo momento antes de dar un paso atrás. —Espero que así
sea. Ahora, continúe con sus deberes.
Eliza hizo una reverencia mientras el duque salía de la habitación. Sus palabras resonaban
en su mente, un recordatorio constante de la delgada línea que caminaba. Sabía que no
podía permitirse un solo error.
Al volver con los niños, Eliza los encontró despiertos y jugando tranquilamente. Se sentó
junto a ellos, sintiendo una mezcla de preocupación y determinación. A pesar de la dureza
del duque, no podía evitar sentir empatía por Thomas y Anne. Eran niños necesitados de
amor y protección, y ella haría todo lo posible por brindarles ambas cosas.Mientras jugaban,
Eliza recordó los momentos felices que había pasado con su hermano
antes de su enfermedad. La risa y los juegos que habían compartido, y cómo había
intentado ser una fuente de consuelo y apoyo para él. La conexión emocional que sentía
hacia Thomas y Anne se profundizaba, y con ello, su determinación de protegerlos y
cuidarlos, sin importar los desafíos que enfrentara.
Sabía que el camino por delante no sería fácil. La presencia del duque era una constante
sombra sobre ella, y la vigilancia de la señora Blackwood añadía una capa extra de tensión.
Pero Eliza estaba decidida. No solo cumpliría su misión para Lady Marguerite, sino que
también encontraría una manera de llegar al corazón de estos niños y ofrecerles el amor que
tanto necesitaban.
Con esa determinación, Eliza continuó su día, más segura de su propósito que nunca. Sabía
que el verdadero desafío no era solo ganar la confianza del duque, sino también proteger y
amar a sus hijos en un entorno donde el amor parecía ser un lujo raro y esquivo.