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Eros, ¿Un Dios Distraído?

Eros, ¿Un Dios Distraído?

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Malentendidos
Popularitas:3.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria Esther

Existen muchas probabilidades que la muerte de cada uno de nosotros dé lugar a problemas de orden legal. El fallecimiento de una persona puede implicar el pago de una doble indemnización con cargo a una póliza de seguro. Esta misma póliza puede contener una cláusula en la que se señale que la compañía no pagará un solo centavo si el beneficiario se suicida dentro de los dos años siguientes a la fecha de entrada en vigor del documento.

NovelToon tiene autorización de Maria Esther para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

"El lazo".

Señora Kendra, dijo Cleofas, le presento a Pablo Ruiz de la agencia de detectives Ruiz. Es un hombre competente y honesto. Puede usted confiarse a él, como se confiaría a un abogado o a un médico.

Encantada de conocerle, señor Ruiz.

Ruiz hizo una leve reverencia.

Mucho gusto, señora Rodríguez.

Habló Martínez:

Pablo: estamos trabajando contra reloj. Dentro de unos minutos he de recibir a otra persona.

La señora Rodríguez tiene un problema. Hace más de una semana que la sigue un hombre. Es posible que esté siendo vigilada desde hace más tiempo, pero el caso es que ella se ha dado cuenta de ese hecho recientemente.

Esta mañana se enfrentó con el individuo en cuestión después de abandonar el comedor del hotel en que vive, comunicándole que lo abofetería si no dejaba de perseguirla, añadiendo que haría eso, en lo sucesivo, cada vez que lo viera.

Ruiz sonrió.

Él la amenazó con demandarla, continuó diciendo Martínez, sugiriéndole que fuese a ver a un abogado para que pudiese estar al tanto de las consecuencias que podría tener en su acción. Yo, a mi vez, le aconsejé, hace unos momentos, que se entrevistara con un detective para que fuese vigilado el hombre que la sigue a todas partes. ¿Puedes echar mano de alguno de tus colaboradores, Pablo?

Ruiz asintió, respondiendo:

Sí. Seguiremos el perseguidor de la señora Rodríguez.

De ser posible, manifestó Martínez, hay que averiguar si se trata de un conquistador, de un loco o de un detective privado. En este último caso habría que saber para quién trabaja.

Para eso necesitaríamos llevar a cabo otras gestiones, señaló Ruiz.

De no tratarse de un detective privado, propuso Martínez, tu colaborador podría hacerse pasar por hermano de la señora Rodríguez o por un amigo de su difunto esposo. Si se muestra agresivo, decidido, es posible que el seguidor de la señora Rodríguez se asuste de veras y que la cuestión quede definitivamente zanjada.

Ruiz miró a la señora Rodríguez.

¿Puede describirme a su perseguidor?

Lo conozco perfectamente, es un hombre como tantos otros, que...

¿Cómo viste?, inquirió Ruiz, interrumpiendo a la mujer.

De una manera muy corriente.

¿Qué talla le calcula?

Alrededor de un metro y setenta centímetros.

¿Y el peso?

Es de complexión normal, de modo que andará por los 70 kg.

¿Se fijó en su corbata?

Sí, no era nada llamativa. Vestía un traje de tono discreto, de corte tradicional.

A mí me parece que nos hallamos ante un detective, opinó Ruiz. Sin embargo, observo algo extraño...

Explíquese.

No coincide su indumentaria con su comportamiento.

Ahora le entiendo menos replicó la señora Rodríguez.

Ruiz miró a Cleofas Martínez.

Explícaselo Cleo.

El abogado manifestó:

El detective, señora Rodríguez, puede enfrentarse con dos tipos de perseguidores. El corriente es bastante difícil de descubrir. Procura siempre pasar inadvertido ante el sujeto. Cuando piensa que ha sido descubierto, telefonea a su jefe para que designen en la oficina a otro individuo.

El otro tipo es de signo totalmente contrario, ya que intenta hacer saber al sujeto que está siendo observado. Hace todo lo que el sujeto cree que podría hacer un detective, portándose de tal manera que más tarde o más temprano aquel lo descubre.

Pero... ¿con qué motivo puede recurrirse a una cosa como esa?, preguntó la señora Rodríguez.

Martínez sonrió.

Ellos trabajan siempre en pareja.

¿Qué quiere usted decir?

El segundo tipo de seguidor de que acabo de hablarle es el "lazo".

¿A quién se designa con ese nombre?

Un "lazo", prosiguió diciendo Martínez, es la persona que se gana la confianza del sujeto, alguien conocido por este casualmente, con quién trata rápidamente una estrecha amistad.

Yo no soy de esas mujeres que se hacen amigos de cualquier persona en poco tiempo, declaró la señora Rodríguez.

Voy a ponerle un ejemplo. Examinemos las cosas así... Supongamos que por pura casualidad usted entabla relación con una persona que tiene sus mismas aficiones, la cual se muestra desde el primer momento viva, sensible y simpática. Es difícil que se le ocurra a usted pensar que ha habido alguien que ha estado estudiando su carácter, sus aficiones, sus gustos, dándoselos a conocer a una persona con la que extrañamente coincide en todo.

Es lo que usted descubre cuando en virtud de determinadas circunstancias, durante varios días, conoce a aquella. Ese ser es el designado con el nombre de "lazo".

Continúe, dijo Kendra Rodríguez.

Luego, manifestó Martínez, en el momento adecuado el "lazo" le señala a su perseguidor. Este empieza a seguir al sujeto, hasta que este se vuelve hacia el "lazo" para decirle:

¿Se ha dado cuenta de ese hombre que nos sigue? Ya lleva dos o tres días detrás de mí. O bien, si el sujeto No saca a colación el tema, el "lazo" dirá: Fíjese en esa persona que nos sigue. No vuelva a la cabeza ahora. Espere a que haya doblado la esquina y mírelo bien. Creo que nos está siguiendo.

¿Y luego qué?, inquirió Kendra Rodríguez, muy interesada.

Luego, es posible que el tema sea dejado a un lado. Pero al día siguiente, quizá, el seguidor volverá a su trabajo de nuevo, y entonces el "lazo" dirá:

Ahí está ese individuo otra vez, el sujeto pasará a formular este comentario: ¡Santo Dios!, no sé por qué ha de seguirme a mí nadie. Y el "lazo" se quedará pensativo un momento, declarando: Bueno, existen ciertas probabilidades de que ese me esté siguiendo a mí.

¡Dios mío!, ¿por qué?, preguntará el sujeto.

Es cuando el "lazo" pasa decididamente a la acción... Supongamos que el sujeto ha suscitado algunas sospechas con motivo del envenenamiento de unos gatos.

¡Del envenenamiento de unos gatos!, exclamó Kendra Rodríguez.

Sí, en efecto, confirmó Martínez.

La señora Rodríguez frunció el ceño.

Entonces, el "lazo" dirá: quizá esté siguiéndome. Donde yo vivo hay unas cuantas personas que sospechan de mí, teniéndome por el causante del envenenamiento de unos gatos. La verdad es que yo odio a esos animales y que la gente lo sabe. Alguien de la vecindad se ha dedicado a eliminarlos y algunos sospechan de mí. Es posible que ese hombre me siga con la intención de conseguir algunas pruebas. La semana pasada murió envenenado un gato de mucho valor y su dueño llegó a amenazarme directamente, acusándome de haber dado muerte al animal.

Kendra Rodríguez era toda oídos ahora.

Después, prosiguió explicando Martínez, es muy probable que el sujeto se vuelva hacia el "lazo" para preguntarle: ¿Hizo usted eso, realmente?

Y el "lazo" contestará: Bien, se lo diré, no me atrevería a confesarlo ante ninguna otra persona, pero... La verdad es que sí, odio a los gatos. Son unos animales destructores. Se meten en todas partes y matan a los pájaros que yo intento domesticar. Poseo un alimentador de ventana y los pajaritos se posan en ella para comer, puntuales, con la regularidad de un reloj, les pongo comida y observo sus idas y venidas divirtiéndome mucho de esta manera. Posteriormente, los gatos descubrieron lo que ocurría en mi casa. Todos los de la vecindad se concentraban allí. Yo creo que la gente debiera ocuparse de sus gatos. No dejándolos vagar de un lado para otro.

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