En un barrio marginado de la ciudad, Valentina, una chica de 17 años con una vida marcada por la pobreza y la lucha, sueña con un futuro mejor. Su vida cambia drásticamente cuando conoce a Alejandro, un ingeniero de 47 años que, a pesar de su éxito profesional, lleva una vida solitaria y atormentada por el pasado. La atracción entre ellos es innegable, y aunque saben que su amor es imposible, se sumergen en una relación secreta llena de pasión y ternura. ¿como terminara esta historia?
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Capítulo 11: Las Grietas en el Sueño
La semana después de la reunión con el consejo fue una montaña rusa de emociones para Valentina y Alejandro. La aprobación inicial del proyecto había dado un gran impulso a la moral de la comunidad, y por primera vez en mucho tiempo, la fábrica se llenó de vida. Los vecinos se presentaban para ayudar con la limpieza del espacio, organizar los primeros talleres y repartir volantes anunciando las nuevas iniciativas.
Valentina se despertaba cada día con una mezcla de entusiasmo y responsabilidad. A pesar de la intensidad del trabajo, sentía que cada pequeño logro era una victoria compartida. Sin embargo, pronto comenzó a notar que Alejandro volvía a distanciarse, perdiéndose en largos silencios o encerrándose solo en su oficina, revisando papeles.
Una tarde, mientras Valentina terminaba de organizar una reunión con los voluntarios, decidió enfrentarlo. Subió a la oficina de Alejandro, tocó la puerta suavemente y entró, encontrándolo sentado frente a su escritorio, rodeado de planos y documentos, pero con la mirada perdida.
“Alejandro, ¿todo bien?” preguntó con preocupación, acercándose para sentarse frente a él.
Él levantó la vista, y su sonrisa fue débil, forzada. “Sí, todo bien. Solo que... siento que hay tantas cosas que aún pueden salir mal. Este proyecto depende de tantas variables, y no puedo evitar pensar en lo que pasaría si fracasamos.”
Valentina frunció el ceño, sintiendo un eco de sus propias inseguridades. “¿Por qué piensas eso ahora? Todo va bien, la comunidad está comprometida, y estamos trabajando juntos más que nunca.”
Alejandro soltó un suspiro, frotándose la frente con la mano. “Lo sé, pero he cometido tantos errores antes. A veces, no puedo evitar pensar que todo esto es solo una ilusión. Que en cualquier momento, algo va a desmoronarse, y volveré al mismo punto de partida.”
Valentina tomó su mano, tratando de transmitirle fortaleza. “No eres el mismo de antes, Alejandro. Has crecido, y este proyecto lo demuestra. Claro que habrá desafíos, pero estamos aquí para enfrentarlos. La comunidad está aquí para eso.”
Él la miró a los ojos, y por un momento pareció encontrar consuelo en sus palabras. Pero luego, bajó la mirada y se apartó suavemente. “Gracias, Valentina. Pero esto es algo que debo resolver solo. Agradezco que estés aquí, pero a veces siento que no quiero arrastrarte a mis problemas.”
Valentina sintió una punzada de dolor. Había esperado que, después de todo lo que habían pasado juntos, Alejandro confiara más en ella. Sin embargo, sabía que no podía obligarlo a abrirse. Se levantó de su silla, disimulando su decepción. “Entiendo. Solo quiero que sepas que puedes contar conmigo. Siempre.”
Salió de la oficina, sintiendo que había una grieta entre ellos que no lograba cerrar. A medida que caminaba por la fábrica, su mente se llenó de preguntas: ¿Estaba siendo demasiado insistente? ¿Debería darle más espacio?
Esa noche, mientras Valentina regresaba a casa, vio a Alejandro salir de la fábrica con una expresión sombría. Pensó en llamarlo, invitarlo a cenar, pero algo en su postura la detuvo. Decidió darle el espacio que él parecía necesitar, pero el vacío que eso dejó en su corazón le pesó más de lo que esperaba.
Los días pasaron, y aunque la organización del proyecto continuaba, la distancia entre ellos se volvió más evidente. Alejandro se ausentaba de las reuniones comunitarias, delegando tareas en Valentina y en otros miembros del equipo. Aunque la comunidad seguía avanzando con entusiasmo, Valentina sabía que la falta de Alejandro en esos momentos cruciales no pasaba desapercibida.
Una tarde, mientras organizaban un taller de huertos urbanos, Valentina escuchó a algunos vecinos murmurando entre ellos. “¿Dónde estará Alejandro? No se le ha visto mucho últimamente. Es como si nos estuviera dejando el trabajo a nosotros.”
“No es bueno que el líder del proyecto se esconda justo cuando más lo necesitamos,” comentó otro con tono crítico.
Valentina sintió una punzada de preocupación y frustración. Sabía que Alejandro estaba lidiando con sus propios demonios, pero también comprendía que su ausencia estaba afectando la percepción de la comunidad. Decidió que no podía seguir ignorando el problema.
Esa noche, fue a buscar a Alejandro a su casa. Llamó a la puerta varias veces hasta que él finalmente abrió. Su expresión era de sorpresa, pero también de cansancio. “Valentina, ¿qué haces aquí a esta hora?”
“Necesitamos hablar,” dijo, su tono firme. “No puedes seguir escondiéndote. La comunidad necesita verte presente, y yo también. No podemos avanzar si estás ausente.”
Alejandro se pasó la mano por el cabello, claramente incómodo. “No estoy escondiéndome, solo... hay cosas que debo procesar. No puedo simplemente ignorar lo que siento.”
“¿Y crees que yo no tengo miedos?” respondió Valentina, sintiendo que la frustración contenida salía a la superficie. “Claro que tengo miedo de que esto falle, de que la comunidad pierda la fe en nosotros. Pero no voy a dejar que ese miedo me paralice. No quiero hacer esto sola, Alejandro. Si estás conmigo, necesito que realmente estés aquí.”
Alejandro la miró, y por un momento pareció que iba a responder, pero luego se giró hacia la ventana, observando la calle oscura. “No es tan fácil, Valentina. Cada vez que me ilusiono con algo, siento que el pasado vuelve para arrastrarme hacia atrás.”
Valentina dio un paso adelante, poniéndose frente a él, obligándolo a mirarla. “Yo también tengo mi pasado, y no es fácil para ninguno de los dos. Pero si seguimos mirando hacia atrás, nunca podremos ver lo que tenemos delante. No quiero que esto termine siendo una sombra de lo que pudo ser.”
Las palabras de Valentina parecieron calar en Alejandro, que la miró por fin con los ojos llenos de emociones contenidas. “Tienes razón,” admitió, su voz más baja. “No puedo seguir huyendo. Mañana estaré allí, y enfrentaré esto como lo que es: una nueva oportunidad.”
Valentina soltó un suspiro de alivio y asintió, aunque sabía que el camino aún sería complicado. Esa noche, mientras regresaba a su casa, sintió que, aunque habían dado un paso adelante, las sombras aún los rodeaban, amenazando con envolverlos.
Al día siguiente, Alejandro cumplió su palabra. Se presentó en la fábrica temprano, saludando a los vecinos y participando activamente en los talleres. La comunidad pareció notar el cambio, y el ambiente se volvió más ligero, más optimista. Valentina sintió que, por primera vez en días, algo se estaba reparando entre ellos.
Pero en el fondo de su mente, seguía presente la inquietud de que no todo estaba resuelto. Alejandro había regresado, pero las heridas del pasado seguían abiertas, y sabía que bastaría con un pequeño tropiezo para que esas grietas volvieran a expandirse.
Valentina se prometió a sí misma que haría todo lo posible por mantener a Alejandro cerca, por seguir construyendo lo que habían comenzado. Pero sabía que, a veces, las sombras del pasado son más difíciles de disipar de lo que uno quisiera. Con la vista fija en el horizonte, Valentina se preparó para los desafíos que aún estaban por venir, sabiendo que, aunque el futuro era incierto, no estaba dispuesta a rendirse.