Maximiliano Smith, el último soltero de los Insoportables descendientes, nos contará su historia de amor. Después de una relación fallida y una hija, encontrará a la mujer que haga latir su corazón.
Solo que ella, será un alma indomable y él deberá luchar para penetrar esa dura coraza, si quiere el premio mayor. "el corazón de su amada".
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CAPÍTULO 18
Puedes descansar hoy y mañana comienzas a trabajar. Debes estar en la cocina a las siete, para que supervises la preparación del desayuno de la pequeña. La otra niñera te explicará todo.
—¿Hay otra niñera? —le preguntó Malena, algo desconcertada.
—Si, se llama Dilcia. Tiene apenas quince días trabajando y a intentado renunciar dos veces. Solo accedió a quedarse dos semanas, para entrenarte y después se marchará.
Malena tragó grueso. Comenzaba a imaginarse a Estrella como una versión femenina de "Chucky", el muñeco diabólico.
Pero debía aprender a lidiar con ella. Entonces suspiró antes de responder.
—Ok, ahí estaré.
Julieth salió de la habitación, para darle privacidad y se encontró con su esposo en la puerta.
—¿Ahora espías detrás de las puertas? —le preguntó ella rodeando el cuello de su esposo con sus brazos y besando sus labios.
—No amor, venía a avisarte que Estrella se despertó, pero te escuché decirle. Que no puede enamorarse de Max. No sé supone que quieres lo contrario.
—Exacto amor. Es una joven de diecisiete años. A esa edad lo prohibido es lo mejor.
—Ja, ja, ja. Definitivamente que no hay quien te gane. Mi Reina —le respondió su esposo, besándola en los labios.
Ellos caminaron juntos hacia el jardín, donde estaba la pequeña Estrella, sentada en su silla de ruedas, mientras se comía una ensalada de frutas.
Malena por su parte, se metió al baño y se metió debajo de la regadera. Ahí soltó su llanto de nuevo y lloró por última vez.
Malena terminó de ducharse y salió a vestirse. A partir de mañana comenzará su nueva vida.
Una vida llena de aventuras y travesuras con la pequeña Estrella.
Malena le pedía a Dios, la sabiduría y la paciencia para no perder este trabajo. Ella se aferrará a todo para quedarse y aprovechará de estudiar y terminar de superarse.
No piensa ser niñera, el resto de su vida.
Mientras tanto en el Penthouse de Pamela.
—Oh Maximiliano déjame descansar. Me puedes explicar que te metiste. Por Dios, jamás te habías comportado así.
—Así ¿cómo? —le preguntó Max, fastidiado por las quejas de Pamela. Él hoy se sentía insaciable. Quería más y más. Pero era frustrante, sentía que así desgarrara a Pamela y se corriera mil veces, no quedará satisfecho.
Entonces se levantó molesto y comenzó a vestirse.
—¿A dónde vas? Déjame recuperarme un poco y seguimos —le dijo Pamela levantándose para besarlo.
—No, Pamela déjalo así. Mejor me voy. —le dijo Maximiliano y se marchó, sin ni siquiera despedirse.
Maximiliano salió del edificio y ahí estaba su chófer, esperándolo.
—¿Todo bien señor? —le preguntó el hombre, mirándolo a través del retrovisor. No entendía como su jefe se había bajado del auto con una sonrisa tonta en la cara y ahora después de "desahogarse" regresaba con una cara de póker.
—Si, Mauro. Todo está bien. —le respondió Max. Aunque realmente no entendía, si realmente la respuesta era para el chofer o para sí mismo.
Maximiliano terminó de llegar a su casa y entró directo para la cena.
Él llegó al comedor y después de saludar a todos, tomó su lugar.
Él se sintió decepcionado de no ver a nadie nuevo en el comedor. Pero no quería preguntarle a su madre. Jamás mostrará ningún interés por la chica delante de ella.
Eso sería igual a pedirle matrimonio a la mocosa rebelde.
Julieth conocía muy bien a su hijo y sonrió, al verlo recorrer cada puesto del comedor. Era evidente que él, estaba buscando a alguien.
Pero ella, manejará ese tema con guante de seda. No forzará nada entre ellos. Por lo menos, no mientras que Malena sea menor de edad.
La cena terminó entre risas y bromas. Thiago no dejaba de consentir a su pequeña Estrella. Julieth le reclamaba por darle la comida en la boca. Pero él solo la ignoraba.
—Amor, solo nos quedan un par de días aquí. Déjame consentir a mi pequeño tesoro.
—Si abue. Los voy a extrañar mucho. Por fis, deja que mi abuelito me consienta. —le dijo la pequeña con un tono de súplica y un tierno puchero en sus labios.
—Está bien mi princesa, pero me debes prometer que te recuperarás rápido. En la Hacienda te está esperando tu poni, para recorrer contigo los campos.
—¡Si, abuelita! Te lo prometo.
Todos sonrieron ante las caras tiernas de la pequeña y terminaron de cenar en paz.
Después de la cena. La niñera llevó a la pequeña a su habitación. Ahí Dilcia la estaba esperando para cambiarla de ropa y acostarla a dormir.
Mientras que Maximiliano, se sentó en el jardín con su padre, que estaba disfrutando de una botella de vino.
—Sabes que puedes confiar en mí. ¿Verdad?
—Si, mi viejo lo sé y te lo agradezco. Pero la verdad, es que no yo mismo, entiendo lo que me pasa. Padre cuando ví, a esa joven romperse frente a todos. Hablar con tanto dolor. Sufrir tanto, por un tonto que se había casado con otra. No sé, me dije a mi mismo. How, ojalá una mujer me amara así. Ojalá alguien me entregara su corazón de esa forma. Hubo un momento, en que quise acercarme y decirle. ¡¡Ámame a mi!! ¡¡Vámonos juntos!! Y en ese preciso momento, me di cuenta. De que ninguna mujer me ha amado de verdad. Tuve que ver sufrir a esa jovencita, para darme cuenta. De que sentimentalmente estoy, tan solo.
—Ay hijo. A veces pasa. Pero nunca es tarde. Por ahí en algún lado debe estar el amor de tu vida, esperando a que te decidas a ir por él.
—Tal vez, ya se cansó de esperarme y se fue con otro.
—Pues no, el amor verdadero. No acepta a otro. Puede vivir y convivir con muchos, pero solo con el verdadero se sentirá pleno y feliz.
—Ya nos pusimos sentimentales. Me voy a dormir. Te amo mi viejo.
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