¿Que sucede cuando quieres algo con todas tus fuerzas? ¿Lo tomas por las buenas o por las malas? Mi vecina me vuelve loco y haré lo que sea con tal de tenerla, aunque ahora solo puedo conformarme con espiarla algún día será mía. Eso es un hecho.
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CAPÍTULO XX
Con cada embestida ella disfruta más, trato de controlar mis impulsos y no dejarme llevar, la tentación es muy grande, no obstante, quiero prolongar este momento lo que más pueda, anhelo que la noche no se termine nunca, saciarme de ella en todas las formas posibles.
Cuando me siento al límite de mis deseos salgo de ella, escucho una leve protesta de su parte, pero necesito que me sienta a pleno y no puedo parar ahora. Bajo por su cuerpo besándola con desespero, succionando, mordiendo y lamiendo todo a mi paso. Amaso sus pechos y pellizco sus pezones, escucharla gozar es la mismísima gloria. Vuelvo a bajar con mi boca a su centro, porque me siento sediento y necesito volver a beber sus jugos de placer. Amanda presiona las sábanas en sus puños y jadea sin control. Introduzco primero uno y luego dos dedos en su interior, presionando ese botón interno que desata la lujuria, mientras mi lengua juega con su perla hinchada, quiero llevarla al borde, necesito marcarla para que jamás se olvide de mí, para que no desee otros besos y no quiera que nadie más que yo sea dueño de su cuerpo.
— Oh, Chris, para, para, por favor... Ya no aguanto más— entre gemidos me suplica, pero no pienso detenerme y como si de una dinamita se tratara la siento explotar de vuelta en mi boca. ¡Qué puta delicia! Saboreo mis labios y sin esperar que se recupere la giro en la cama, beso y muerdo su espalda y vuelvo a embestirla, ya fuera de mí, con locura apretando sus nalgas con mis manos.
Su mejilla pegada a la cama, el cabello alborotado y las caderas hacia arriba recibiendo mis choques, gimo como un loco por sentirla tan apretada, me inclino un poco sobre ella para besar su cuello, una de mis manos vuelve a tocar su perla y masajearla.
— Vamos, preciosa, córrete conmigo otra vez — susurro en su oído, como respuesta escucho sus lánguidos gemidos, parece una gata en celo y eso me vuelve aún más loco.
Acelero mis movimientos con la mano y con las caderas, la siento apretarme en su interior y sé que está cerca, no lo contengo más y me dejo ir, ella termina casi al mismo tiempo y si realmente existe el paraíso, definitivamente yo estoy en él ahora mismo. Me dejo caer a un costado de ella, retiro y anudo el condón. Aún tenemos la respiración agitada, los cuerpos sudorosos pero laxos después de alcanzar el más delicioso clímax.
— Eso fue... fue... Asombroso — Amanda rompe el silencio con una fuerte carcajada — ¡Dios! Jamás había tenido una experiencia así.
Río con ella porque se me infla el pecho de orgullo de saber que nadie le ha dado lo que yo le acabo de dar.
— Tú eres increíble, preciosa. Yo tampoco había experimentado algo tan intenso. — soy sincero en cada una de mis palabras, si bien siempre me preocupo porque la mujer que esté conmigo disfrute, con ella me esmeré al cien y a cambio recibí el bendito paraíso que es su cuerpo.
— No creo poder moverme — sigue riendo y llenando la habitación de esa dulce melodía — pero necesito una ducha.
— Si quieres te cargo hasta el baño — me incorporo, sin vergüenza de que vea mi desnudez, después de todo, no es la primera vez.
Tiendo mi mano hacia ella y cuando la toma decido jugar un poco, la cargo sin esfuerzo sobre mi hombro, quedando su cabeza colgando en mi espalda, grita por la sorpresa y la risa que suelta me hace reír a mí. Con ella alzada, giro sobre mi eje incrementando las risas. Me dirijo al baño y, como si fuéramos niños, seguimos jugando, mientras la tina se llena.
Agrego sales y esencias al agua, regalo de mi amigo para ocasiones especiales, siendo esta la primera vez que las uso. Fingiendo solemnidad, mi mano baila hacia ella mientras hago una reverencia invitándola a entrar en la tina, Amanda me sigue el juego y entra en el agua, la sigo colocándome a su espalda y comienzo a masajear su cuerpo con una suave esponja, ella coloca su cabeza sobre mi hombro y suelta un suspiro, relajando sus extremidades.
— Podría acostumbrarme fácilmente a esto — dice en un susurro contra la piel de mi cuello y mi miembro despierta nuevamente, ella lo siente y suelta una risita traviesa — Mmmm, parece que alguien quiere una segunda vuelta.
—Debo confesar que me moría porque esto pasara desde el primer momento en que te vi — masajeo sus hombros y brazos. — Eres una mujer fascinante.
— La verdad que a mí también me gustaste desde la primera vez, pero para ser honesta no pensé que lo llevaríamos tan lejos, sobre todo después de nuestro último encuentro.
Vuelvo a reír ante sus palabras, compartimos intimidad desde antes de siquiera tocarnos.
— ¿Por eso decidiste seducirme a través de la ventana?
—¿Seducirte yo? — dice con tono inocente llevando una mano a su pecho.
— Sí, seducirme paseándote por tu casa, casi sin ropa. Ni hablar del fantástico show que me diste la otra noche.
—¡Ay, Dios mío! Jamás pensé que íbamos a hablar de eso — cubre su rostro con las manos, avergonzada y yo no puedo sentir más ternura por esta mujer.
— Amanda, lo que hicimos a través de la ventana me voló la cabeza, verte dándote placer es una imagen que no voy a olvidar nunca. Si esa es tu forma de disculparte por la discusión que tuvimos te digo que estás perdonada hasta la eternidad.
Amanda ríe abiertamente y comienza a frotarse sobre mi erección. No hay forma de que pueda resistirme, mi cuerpo tiene vida propia a su alrededor y sin tanta delicadeza la vuelvo a tomar en el agua.
El juego de seducción entre ambos es muy fuerte, me olvido de ser tierno y suave y a ella parece no importarle en lo absoluto porque me sigue el ritmo sin problemas. Sé que quizás haya algunas marcas en su cuerpo por la mañana, pero me importa una mierda.
Esta mujer es mía y yo soy suyo.