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HERENCIA DEL SILENCIO

HERENCIA DEL SILENCIO

Status: Terminada
Genre:Romance / Comedia / Malentendidos / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Grumpyxsunshine / Completas
Popularitas:17.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Yazz García

Manuelle Moretti acaba de mudarse a Milán para comenzar la universidad, creyendo que por fin tendrá algo de paz. Pero entre un compañero de cuarto demasiado relajado, una arquitecta activista que lo saca de quicio, fiestas inesperadas, besos robados y un pasado que nunca descansa… su vida está a punto de volverse mucho más complicada.

NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Con las manos limpias

*⚠️Advertencia de contenido⚠️*:

Este capítulo contiene temáticas sensibles que pueden resultar incómodas para algunos lectores, incluyendo escenas subidas de tono, lenguaje obsceno, salud mental, autolesiones y violencia. Se recomienda discreción. 🔞

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...M A N U E L L E...

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Me lanzaron a la silla de metal. Dos oficiales en la sala, uno en la esquina fingiendo que revisaba papeles, otro cerca de la puerta con los brazos cruzados, como si esperara que en cualquier momento yo me tirara por la ventana.

Y al frente, él.

El gran fiscal George Villanova.

Era como un témpano de hielo, elegancia y odio en los ojos. No sé cómo alguien puede contener tanta rabia sin que le explote una vena en la frente. Me miró como si yo fuera algo que se le había pegado en el zapato. Como si el solo hecho de respirar ya fuera un insulto para el.

—Vamos a hacerlo sencillo, Moretti —dijo, plantándose frente a mí con los brazos sobre la mesa—. ¿Dónde estabas minutos antes de la explosión?

Levanté una ceja. Sabía que venía. Me lo habían dicho en el coche. Me lo dijeron al entrar. Me lo gritaban todos los flashes que me seguían como buitres. Pero aún así, cuando lo dijo… me salió solo.

—¿Minutos antes? —repetí, arrastrando las palabras como si buscara en mis recuerdos—. Mmm… ah, sí. Estaba cogiéndome a la mejor amiga de tu hija.

El policía de la esquina tosió. O se atragantó con el aire. No lo sé. Pero el fiscal no reaccionó de inmediato. Ni un gesto. Nada. Solo me clavó la mirada. Fija. Ardiente. Como si intentara quemarme con la mente.

—¿Te parece gracioso?

—No —respondí, apoyándome contra el respaldo con toda la tranquilidad del mundo—. Lo que me parece gracioso es que estés aquí, perdiendo el tiempo conmigo, mientras el verdadero culpable debe estar brindando con champán en alguna terraza elegante.

—Estás en el radar desde antes de que explotara ese coche —espetó él—. Por tus movimientos, tus contactos, tus antecedentes familiares…

—Ah, claro. Porque tener un apellido que no te gusta me convierte en terrorista. Qué conveniente.

—Tienes amigos que podrían estar involucrados. Tienes motivos. Tenías acceso. ¿Y me vienes con sarcasmos?

—No tengo nada que ver con esa bomba, señor fiscal —dije, recalcando cada palabra como si fueran piedras—. No planeé nada. No detoné nada. No amenacé a nadie. Me largué dos días porque no sabía si me iban a enterrar o usar de chivo expiatorio y veo que la segunda opción le encanta.

Su mandíbula se tensó.

—¿Entonces por qué desaparecer?

—Porque no tengo la suerte de tener el sistema de justicia de mi lado —respondí, y me incliné hacia adelante—. Porque desde que conocí a Aina supe que harías todo lo posible por sacarme de su vida, y esto… —hice un gesto amplio con las manos esposadas— esto es el sueño húmedo de tu cruzada personal.

Silencio.

El ambiente en la sala era denso. Ni una mosca se atrevía a zumbar.

Él bajó la mirada por una fracción de segundo. Luego la subió con más rabia aún.

—¿Tienes algo más que quieras declarar?

—Sí. Que no pienso seguir hablando hasta que llegue mi abogado. Porque en este momento, lo único que está en juego no es la verdad, sino su sed de venganza. Así que… si quieres seguir con este circo, tendrás que hacerlo con alguien que no tenga miedo de romperte el ego con tecnicismos legales.

Me recosté de nuevo en la silla, cruzando los tobillos, como si estuviéramos en una maldita cafetería.

Silencio otra vez.

Lo miré directo a los ojos. No parpadeó.

Pero algo en su mirada se quebró. Solo un segundo. Solo una grieta. Pero lo vi.

Y en ese instante, supe que por más esposado que estuviera… el que estaba perdiendo el control, no era yo.

Podía ver cómo se le inflaba la vena del cuello. Estaba a punto de reventar, y yo lo sabía. Lo estaba midiendo. Jugando con el límite, como siempre.

Y entonces lo dije.

—Vamos, fiscal. ¿De verdad crees que querría hacerle daño a Aina? —dije, con voz baja pero lo suficientemente clara como para que cada palabra le entrara como aguja—. Con lo buena que está… Por Dios, lo último que se me ocurriría sería intentar explotar a tu hija. Digo, La única forma en que yo la haría estallar, sería en la cam…

No alcancé a terminar.

El golpe me llegó seco, directo, brutal. Su puño conectó con mi mandíbula girándome el rostro, sentía el sabor metálico en la lengua.

Yo solté una carcajada mientras escupía a un lado.

Sí, una maldita carcajada. Por absurdo. Por lo jodido de todo esto. Por el hecho de que lo único que logré fue hacerle perder el control a un hombre que juraba tenerlo todo calculado.

—Touché, fiscal —dije, con una sonrisa torcida, sintiendo el sabor metálico de la sangre en la lengua—. Tiene buen brazo. ¿Eso también lo aprendió en derecho penal o lo trajo de casa?

Villanova temblaba. Literalmente. Los nudillos le palpitaban y su respiración era la de alguien que estaba a un segundo de estallar de nuevo.

—¿Crees que esto es un juego, muchacho? —espetó, con la voz ronca de furia—. No vuelvas a hablar así de mi hija. Nunca más.

El detective que hasta ahora se había mantenido como espectador dio un paso adelante.

—Fiscal, por favor… —trató de intervenir—. Esto no nos ayuda. Deje que yo—

—¡No! —rugió él, señalándome—. Este hijo de puta cree que puede pasar por encima de la ley. Cree que puede esconderse como un marica y encima jugar con mi hija como si fuera un peón.

—Oye, tú hablaste de justicia —le espeté, aún con el labio sangrando—. Yo solo respondí con la verdad. Aina no es ningún peón. Pero tú sí que estás jugando al ajedrez con su vida.

El detective saltó hacia él, con las manos alzadas.

—Fiscal, basta. ¡Basta! —le decía, empujándolo suavemente hacia atrás—. No lo vale. No lo vale, señor Villanova. Salga a tomar aire.

Villanova me miró por última vez, como si me deseara muerto. Y luego salió, furioso, con las puertas golpeando a su paso.

Quedó el silencio. Solo mi respiración agitada y el eco del golpe en mi cara.

—Eso va a doler mañana —murmuré, mientras estiraba el cuello—. Pero al menos no me aburren en esta sala de interrogatorios.

El detective me lanzó una mirada cansada mientras, me limpié la sangre del labio con el dorso de la mano.

—¿Eso fue necesario? —preguntó él.

—Totalmente —respondí.

Horas después, cuando ya creía que me iban a dejar pudriéndome ahí sin un vaso de agua, la puerta se abrió. una mujer con paso firme. Perfume caro y actitud de “vengo a joderles el día a todos”.

Mi abogada.

Mi tía abuela.

—Buenas noches. Soy Giulia Santarelli, representación legal del señor Manuelle Moretti. —dijo con voz clara y segura, como si entrara a un desfile de modas y no a una comisaría que olía a sudor y frustración—¿Alguien va a explicarme por qué mi cliente fue tratado como un criminal sin una sola orden judicial válida o solo me lo van a entregar con la cara rota? —dijo, lanzando su maletín sobre la mesa.

Nadie respondió. Ella no esperó.

—Perfecto. Porque esto va a quedar limpio, rápido y dolorosamente legal para ustedes —se giró hacia mí—. ¿Estás bien, cariño?

—Mejor que nunca —le dije, sin perder la sonrisa.

Sacó su portátil, conectó un USB y levantó una ceja.

—Vamos a repasar los hechos con pruebas.

La pantalla mostró las grabaciones de seguridad. Fecha: el día del atentado. Hora: exactamente las horas previas a la explosión. Lugar: sala de proyectos de la biblioteca. Ahí estaba yo, encorvado sobre una laptop con Luca Grimaldi y Aina Villanova. discutiendo algo mientras gesticulaba como loco.

—Aquí lo tienen —dijo ella—. Mi cliente no solo estaba en un espacio público universitario, sino acompañado por un testigo directo y la victima.

Pausa. Otro video. Más tarde ese mismo día. Sala de películas antiguas de la misma biblioteca. Clarissa Leclerc entra. Manuelle entra. La puerta se cierra. El tiempo pasa. Mucho. Demasiado para ver películas.

—Testigo número dos. Ella puede confirmar su presencia y la naturaleza exacta de su encuentro. Si desean detalles, estarán en el informe. Y sí, fue consensuado. Por si querían agregar una denuncia falsa a la lista.

Espero que no hayan cometido ninguna torpeza procesal mientras llegaba.

La sala quedó en silencio hasta que, casi al final del video, la imagen mostró algo más.

Una figura.

Aina Villanova.

La puerta se entreabrió por unos segundos. Aina se asoma. Sus ojos se abren grandes al vernos —aunque la cámara no capta lo que ve dentro, es más que evidente por su expresión. Traga en seco, da un paso atrás y se va con pasos rápidos. Casi tropezando. El movimiento de su cabeza sugiere incredulidad.

Y yo lo recordé todo.

Cazzo…eso explica porque ese día me dejó ese mensaje y se fue así sin más. 

Soy él peor compañero de estudio. 

—Eso no prueba que no haya colaborado con el atentado —murmuró el detective, dubitativo.

—Lo que prueba es que no tuvo nada que ver con el suceso —replicó Giulia—. Además, acabo de hablar con Clarissa. Está lista para declarar bajo juramento que estuvieron juntos todo ese tiempo. El chico de la capucha que aparece instalando la bomba no es Manuelle Y antes de que digan algo, también contacté a Luca y a Elio. Ambos corroboran que en los últimos días Manuelle no estuvo involucrado en nada sospechoso. Más aún: pasaba el 70% del tiempo con Aina Villanova, trabajando en el proyecto final del semestre.

El detective frunció el ceño.

—¿Aina también lo va a confirmar?

—Si hace falta, sí —contestó Giulia—. Porque los registros de acceso al campus, los mensajes, las fechas de entrega y las cámaras dentro de la biblioteca también lo hacen. Todo encaja.

Guardó un segundo de silencio antes de cerrar el portátil con un clic limpio.

—Así que, a menos que tengan algo sólido —dijo con una sonrisa gélida—, sugeriría que dejen de usar a mi cliente como cabeza de turco de una investigación que, con todo respeto, huele a política mal llevada y a un resentimiento personal.

El detective tragó saliva. Yo crucé los brazos, disfrutando el espectáculo. Por primera vez en días, alguien me defendía con hechos. Con fuerza. Con estrategia.

La puerta se abrió de nuevo. Un oficial se asomó.

—¿Lo liberamos?

—Sí —dijo el detective, sin mirarme directamente—. Que se vaya.

Suspiré, recostandome en la silla, sin dejar de tocarme la mandíbula que seguía ardiendo.

—Y sí, en retrospectiva, quizá no fue el mejor lugar para echar un polvo —añadí, como quien lanza la granada final—. Pero al menos no puse una bomba, ¿cierto?

Mi tía abuela  me lanzó una mirada asesina, pero el detective solo bajó la cabeza, resignado.

Villanova no estaba, pero sentí que su furia aún flotaba en el aire.

Giulia se giró hacia mí y alzó una ceja.

—¿Vamos, sobrino?

Me levanté. Me dolía el rostro, el cuerpo, el orgullo. Pero al menos no me iban a enjaular como a un animal.

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Carmen Cañongo
MUCHAS bendiciones para ti autora sí sufrimos a lo grande sobretodo por Aina qué sé convirtió en una mujer sin piedad pero cómo siempre triunfó él amor, y sí té decides a escribir una nueva historia porque no la dé los hijos dé Manuelle
Carmen Cañongo
Clarissa tu sí qué supistes ganarte a toda la familia Moretti, eres tu sin duda la indicada pará un final feliz
Carmen Cañongo
ay sí declárate a Clarissa antes qué la pierdas, lánzate sin miedo por algo eres un Moretti
Anonymous
Muchas felicidades escritora! Leí la primera parte y ahora esta, realmente las dos están buenísimas, pero creo que está saco más mis sentimientos, en la parte final, me hizo pensar y pensar que todos podemos tener un final feliz! De verdad te felicito mil gracias y porque no más delante la historia de las gemelas, muchas gracias
Carolina Nuñez
muy bueno
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me facino muy bonita todo un caos Pero me encantó
Linilda Tibisay Aguilera Romero
que bellos me encantó esta historia todo un caos Pero muy bonita
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me encanta como es Clari con ellos disfruta de esos momentos no como era la estirada y perfecta Aina
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me encanta que tomarás cartas en el asunto para que Aina no te jodiera la vida, Pero ahora toma acción en tu relación es hora del siguiente paso
Denys Aular
yo creo q ese hijo no es Manuelle porq sino van a caer en mismo círculo vicioso y q de una vez la desenmascare a la fina ella siempre le tuvo envidia a clarisa y no es secreto q es caprichosa así q se le quite de una vez el papel de víctima y en realidad se muestre lo q realmente es igualita al padre de manipuladora y poner todo a su favor y en cuanto a clarisa Manuelle ellos se quieren realmente q qde juntos y ya
Linilda Tibisay Aguilera Romero
Aina está muy mal necesita ayuda ella siempre lo que ha sentido es un capricho ella solo quiso estás con Manuelle porque era lo contrario a lonqoe quería el papá para ella y por qué Clarissa era feliz con el siempre fue puro capricho
Carmen Cañongo
bravo por fin sé dan otra oportunidad no la cagues Manuelle defiende ése amor y manda a Aina al carajo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
tienes una segunda oportunidad con Clari por favor no dejes que Aina lo arruiné
Linilda Tibisay Aguilera Romero
busca ayuda psicológica para Aina
Linilda Tibisay Aguilera Romero
Aina tu necesitas psicólogo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
al fin Manuelle dijiste lo que tenías que haber dicho hace tiempo no era el momento pero Aina con su forma de ser te llevo al límite dándose golpes de pecho y haciéndose la víctima pero ella también fallo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
jajajajajajaja me encantó este capitulo me rei mucho un papá y hermano súper celosos y tóxicos jajajaja
Dark
Esta vez Manuelle no la cagues y dale el mugar de Reina que se merece en tu corazón, y sobre todo respeto. Respeta la cono mujer y pon límites con la otra,q fue siempre un envidiosa.
Carmen Cañongo
provoca taparle la boca uyy qué cansona Aina
Carmen Cañongo
y todavía tienes el descaro dé reclamar Aina no jodas
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