Soy Sandra Mehias mi familia era una de las mas poderosas del país, pero debido a un mal negocio hecho por mi padre quedamos sin nada, mi esposo Fabriccio Berlusconi un poderoso empresario dueño de empresas Berlusconi.
Nuestro matrimonio siempre estuvo cargado de amor, aunque en ocasiones teníamos problemas como en cualquier matrimonio habíamos logrado formar un hogar estable para nuestros hijos: Maria Alejandra de 16 años e Iker de 14 años, ambos la luz de mi vida.
Pero un día todo cambió el cuento de hadas que había creado desapareció y mi matrimonio de 20 años fue marcado por una tragedia. Acompáñame a descubrir secretos ocultos y traiciones que marcaron el fin y el inicio de mi vida
NovelToon tiene autorización de Crisbella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo XX Entrega total
Había tomado una decisión arriesgada cuando acepté ir a la casa de Marcelo. Sabía que, después de esa noche, quizás no lo volvería a ver, pero si esta situación era una mentira, quería que se terminara de una vez por todas.
"Bienvenida a la que será nuestra casa muy pronto", dijo Marcelo al abrir la puerta.
"Gracias", respondí al entrar en la casa.
"¿Quieres algo de tomar?", preguntó Marcelo casualmente.
"Lo que tengas para mí está bien".
Marcelo entró a la cocina mientras yo me ponía cómoda en el sofá de la sala. Me quedé admirando el buen gusto que reinaba en cada rincón de esa enorme casa. "Espero que te guste el champán", dijo, apareciendo con una hielera que contenía una botella.
"Me encanta, gracias".
Él se sentó a mi lado, destapando la botella como todo un profesional. Sirvió dos copas y me entregó una. "Brindemos por el inicio de una nueva etapa en nuestras vidas". Chocamos nuestras copas mientras nuestras miradas mantenían una conexión sublime.
Mientras tomábamos de nuestras copas entre risas y anécdotas, se sentía tan bien ser protegida y amada de verdad.
El silencio se instaló entre nosotros; nuestras miradas decían todo lo que no podía expresar con palabras. Marcelo se acercó a mí lentamente, quitando la copa que aún sostenía en la mano. Con ternura acarició la piel de mí rostro, dejando un camino electrizante por donde sus dedos me tocaban. "Eres tan hermosa", comentó, deteniéndose en mis labios.
Unió nuestros labios en un beso intenso que me dejó sin aliento. Mientras más tiempo pasaba el beso se hacía más profundo, mientras sentía como todo a nuestro alrededor empezaba a desvanecerse. El suave roce de sus labios contra los míos encendió una chispa que recorrió mi cuerpo. Era como si cada caricia, cada susurro, revelara un nuevo rincón de mi ser que había estado oculto.
Nos separamos un poco; Marcelo mirándome a los ojos con una intensidad que me dejó sin palabras. "No quiero apresurar las cosas, pero siento que hay algo especial entre nosotros", dijo con voz suave.
"Yo también lo siento", respondí, sintiendo una ola de calor acumulándose en mis mejillas.
Él se acercó de nuevo, esta vez tomando mis manos entre las suyas. "Quiero que este momento sea perfecto", dijo, mientras sus dedos acariciaban mis muñecas con delicadeza.
La atmósfera estaba cargada de mucha intimidad. Me incliné hacia él, sintiendo cómo el latido de mi corazón resonaba en mis oídos. Marcelo se inclinó también, y nuestras frentes se tocaron por un instante, como si quisiéramos compartir no solo el aire, sino también nuestras almas.
"Déjame mostrarte cuánto significas para mí", murmuró antes de volver a acercarse. Esta vez, sus labios encontraron los míos con suavidad, como si buscara conocerme lentamente.
Cada beso era un pacto silencioso; cada caricia era una promesa de confianza y entrega mutua. Mis manos encontraron su cabello, mientras él rodeaba mi cintura con uno de sus brazos, atrayéndome más a su cuerpo.
El tiempo parecía detenerse mientras nos perdíamos en ese momento compartido. No había ninguna prisa; solo una conexión profunda que crecía entre nosotros a medida que explorábamos la calidez del otro.
Finalmente, nos separamos un poco más, y Marcelo sonrió con ternura. "Sé que esto es solo el principio", dijo, y yo asentí, sintiendo que lo que estaba floreciendo entre nosotros estaba tomando mucha más fuerza.
"Es un paso muy importante, ¿Estás segura de querer continuar?" Su pregunta dibujo una sonrisa en mi rostro.
"Si, lo estoy". Respondí con firmeza.
"Subamos a mi habitación". Dijo tendiendo su mano hacia mi.
No podía pensarlo, tenía simplemente que dejarme llevar por lo que sentia. Me repetía a mí misma que ya era una adulta y que las decisiones que tomara de ahora en adelante no podían afectarme.
Tome su mano dejando que me llevará, subimos las escaleras y continuamos caminando por un pasillo muy iluminado mostrando en todo momento elegancia y buen gusto. Finalmente, nos estuvimos frente a una de las tantas puertas que había en aquel lugar.
Marcelo abrió la puerta invitandome a entrar. "Bienvenida a tu habitación". Sin darme tiempo a responder; me tomo nuevamente entre sus brazos adueñándose de mis labios en un profundo beso.
Lentamente, me llevo hasta su enorme cama cubierta con sabanas negras las cuales hacían juego con la decoración.
Sus manos recorrían cada parte de mi cuerpo, mientras su boca me dejaba sin aliento. "Eres perfecta". Su voz más ronca de lo normal.
"No digas mentiras, no soy perfecta ni tan hermosa como tú dices".
"Si lo eres y no me lleves la contraria". Dijo tomando de nuevo mis labios a su antojo.
Entre besos y gemidos le dimos rienda suelta al deseo que se encontraba contenido en nuestros cuerpos olvidando todo a nuestro alrededor.
"¡Eso fue increíble!", exclamó Marcelo Ian jadeando.
"Nunca me había sentido tan liberada como hoy". Continúe con sinceridad.
"Necesito volver a sentirte". Dijo subiendo nuevamente encima de mí y tomando mi cuerpo y mi alma dejando su huella en cada parte de mí. Perdí la cuenta de cuántas veces me hizo tocar el cielo, estaba tan agotada que me quedé dormida abrazada a su fuerte pecho.
El sonido de las aves cantando me despertaron. "Buenos días, dormilona". Escuché la voz de Marcelo.
Abrí los ojos encontrándome con la luz del sol colándose por la ventana. "¡Ya es de día!", exclamé incorporándome rápidamente en la cama.
"Tranquila, no pasa nada". Comento Marcelo atrayéndome nuevamente a su pecho.
"No fui a dormir a mi casa. Mis hijos deben estar preocupados". Respondí nerviosa.
"Llame a Amanda y me dijo que nuestros hijos aún duermen así que relájate. Vamos a cambiarnos y te llevo a tu casa y así me invitas el desayuno". Marcelo estaba tan tranquilo, mientras yo me moría de vergüenza, si mis hijos se daban cuenta de que no dormí en la casa me moriría.
Ella tiene q andarse con cuidado, porq una resbalada y lamalvada exsuegra le quita los niños