El odio entre Liam y Allison siempre ha sido evidente, cada enfrentamiento es una guerra intelectual. Ella es una chica lista y vengativa y él, un genio soberbio que cree estar siempre por encima de todos.
Pero lo que ambos ignoran es la afilada línea que separa su codicia por el poder, con sus impulsos y la atracción.
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Complicando lo simple
~Liam
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Ahora tenía una nueva cosa que sacarme de la cabeza y muchas preguntas revoloteaban en mi mente, como ¿Por qué se había comportado así? ¿Había sido el alcohol o habían sido los deseos internos que tenía? ¿Y si solo estaba fingiendo para lograr lo que quería?
Ya había superado lo anterior y ahora me daba una situación nueva por la que sentirme raro. Subí los escalones en la hora de receso que Baudelaire había anunciado. Quería hablar con ella lo más pronto posible como adultos que se suponía que éramos.
Me senté en el pupitre que tenía a su lado, todavía indeciso de no saber cómo abordar el tema. ¿Y qué fue lo que me dijo cuando se lo mencioné?
—¿Anoche? ¿Qué hay con eso?
¿Qué hay con eso? Por último, ni se tomó la molestia de mirarme a la cara, estaba resaltando cosas en su libro.
—¿No lo recuerdas? —cuestioné.
Negó con la cabeza mientras mordía la tapa de su resaltador. Vaya, qué sorpresa. Yo creo que sí era mera actuación, nunca esperaba coherencia de sus actos.
—¿Acaso hice el ridículo?
Ojalá. Pero no conmigo
—No exactamente —busqué las palabras—. Me dijiste que creías que me gustabas.
—Bueno, un poco obvio, ¿no? Mira que hasta ebria me pude dar cuenta —tapó su resaltador y cerró su libro para observarme.
Yo no sé por qué me atrevía a hacer estas cosas si sabía en dónde iba a terminar.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté.
—Ya sabes —apoyó el mentón en sus manos—. Desde lo del salón... —Cambié mi expresión al escuchar eso. En mi cabeza teníamos un acuerdo no escrito para no volver a mencionar eso ni siquiera entre nosotros, y ella no lo estaba respetando— estás bajando tus notas y te sigues comportando muy extraño. Deduzco que te obsesionaste conmigo.
Ahí está, una niña mimada a quien su ego ahogaría algún día. Y lo peor del caso es que lo repetía tanto que se lo terminaría por creer ella misma.
—¿Quién dijo que estoy obsesionado contigo?
—Tus actitudes —sonrió—. Déjalo, me está reventando la cabeza, ¿por qué mejor no discutimos esto en otra década? —me dio la espalda, desesperándome.
—Mierda, yo solo me preocupé porque habías estado bebiendo demasiado y no podías ni mantenerte de pie. No deberías haber intentado besarme, y ahora tengo que lidiar con esta conversación.
—¿Qué? —volvió a prestarme atención— ¿De qué hablas ahora? Lo dices para molestarme, ¿no?
—Lo intentaste dos veces —dije.
—Cállate —respondió—. Ya te dije que no andes imaginándote cosas.
Me irrité, estaba perdiendo la calma.
—Deja de hacerme parecer idiota. No tengo por qué mentir con eso, no me estoy imaginando nada.
Me observó por un instante, luego se tocó la cabeza por la zona de la oreja, seguramente tratando de opacar el dolor de su resaca.
Me dio la razón después de eso, pero fue más como quien no quiere la cosa. Estaba muy ocupada quejándose de su dolor como para tomarme en serio lo que salía de su boca. Luego, Baudelaire terminó el receso y no me quedó más que volver hasta mi asiento. Traté de buscarla luego de las clases, pero parecía que quería evitar que abriera la conversación de nuevo, porque se fue más rápido de lo normal.
Incluso volvimos a estudiar juntos el jueves siguiente, sin mencionar nada de lo que pasó en el evento. Me estaba acostumbrando a que pusiera mis ideales de cabeza y luego fingiera que no pasó nada. Mi mente rondaba por ese tema cuando la voz de Camile me sacó de allí.
—Esto ya no es sano —comentó—. Tú tienes algo, pero no me quieres decir.
—No sé de qué hablas, estoy bien.
Sentados en el mismo lugar de la cafetería, Camile posó su mano sobre la mía, que estaba sobre la mesa. La quité un poco, no me agradó el tacto.
—Cada vez que te veo siento que estás peor.
—Te digo que estoy bien. Solo me estreso con facilidad. Tengo mucho que hacer. Estudiar, tareas, proyectos y todo eso.
—¿Y si te ayudo a desestresarte?
Eso tampoco me gustó.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté.
—No sé —se pegó más—. Puedes interpretarlo como tú quieras.
No era posible, ¿mi perfume tenía feromonas o por qué me estaban metiendo en estas situaciones últimamente?
—Camike, creo que es mejor que... que te alejes un poco —sonrió confundida—. Te estás acercando demasiado.
Fui directo. ¿Ya ven que sí fui directo? Y con eso en cuenta, decidió ignorar mi posición de todos modos.
—¿Por qué? Estoy muy preocupada por ti, ¿estás seguro que no quieres mi ayuda?
Resoplé en mi cabeza.
—Estoy... bien —me aparté un poco, hablando con dureza—. Pero necesito un poco de espacio.
Camile tenía los ojos puestos en mí y no los apartaba. Me estaba causando malestar tenerla así a mi lado, y por primera vez agradecí que Allison se apareciera con toda la intención de importunar.
—¿Qué hacen? —apoyó ambas manos en la mesa para inclinarse. Camile regresó a su lugar, algo decepcionada, se podría decir.
—Sólo hablabamos —respondí cortante. Internamente aliviado por la distancia que retomó Camile.
Allison tomó una silla por su respaldo y no dudó en sentarse.
—Ah, ¿sobre qué? —preguntó curiosa. Extrañamente curiosa.
—Nada en particular —respondió Camile, descartando las ideas con las manos—. Solo le decía a Liam que me preocupa verlo cada día más distraído —dijo con un tono más apagado.
El ambiente se tensó muy pronto y tuve que sacarme una excusa del rábano para salir de eso. Simulé que tenía trabajos pendientes que se vencían esa misma tarde y me fui hacia la biblioteca. Camile se ofreció a seguirme pero me excuse con que en serio tenía que concentrarme y no quería más interrupciones. De momento, funcionó.
