Bajo El Rostro De La Violencia~

Damon miraba a Eiran, que dormía a su lado en el sofá improvisado al costado de su cama. Había algo en la presencia del omega que lo calmaba, aunque no lo suficiente como para combatir el insomnio que lo había atormentado durante años. Incapaz de conciliar el sueño, Damon se levantó lentamente, sujetándose el abdomen aún adolorido. Con cuidado, tomó un cigarrillo de la mesa de noche y salió de la habitación, asegurándose de no despertar a Eiran.

Sin embargo, Eiran, como buen omega dominante, era sensible a los movimientos y sonidos de su entorno. Al escuchar la puerta abrirse, sus ojos grises se entreabrieron. Con un suspiro, se levantó y caminó por el pasillo. El aroma tenue de tabaco le indicó exactamente dónde estaba Damon.

Eiran llegó a la sala de estar, encontrando a Damon sentado en el sillón, sosteniendo un cigarrillo encendido en una mano y una botella de cerveza en la otra. El alfa estaba descalzo, su postura relajada, pero su expresión reflejaba un tormento interno que intentaba esconder detrás del humo.

—Rompes las reglas como si no importaran, Damon —dijo Eiran con un tono tranquilo, aunque firme. Su voz tenía una autoridad natural que pocos omegas poseían.

Damon levantó la vista, con una ligera sonrisa burlona curvándose en sus labios.

—Normalmente detesto que alguien me sermonee, pero cuando eres tú quien lo hace… no me molesta en absoluto —respondió Damon, exhalando el humo del cigarrillo.

Eiran cruzó los brazos, mirándolo con desaprobación. Sus feromonas, aunque sutiles, emanaban un aire de autoridad que incluso un alfa dominante como Damon no podía ignorar.

—Solo ha pasado un día, Damon, y ya estoy perdiendo la paciencia contigo. Si sigues desobedeciéndome, me marcharé. —La advertencia de Eiran fue clara, pero había algo en su mirada que demostraba que no era una amenaza vacía.

Damon soltó una carcajada baja, sacudiendo ligeramente la cabeza.

—No te dejaré ir a ningún lado, Eiran. Todas las puertas de esta mansión están cerradas con llave, y no tienes cómo salir. —Había un brillo de desafío en los ojos de Damon mientras hablaba.

—No subestimes mis contactos, Damon. Si decides encerrarme, puedo hacer que mi familia derribe esta mansión en cuestión de horas —respondió Eiran, acercándose a él con pasos calculados.

El alfa dejó escapar una risa seca al escuchar eso.

—Mis muros son más fuertes de lo que crees, Eiran. Ningún poder, ni siquiera el de tu familia, podría derribarlos tan fácilmente.

Eiran sabía que Damon no exageraba. La influencia de la familia Ruiz era imponente en ese país. Sin embargo, no dejó que eso lo intimidara. Con un movimiento rápido y decidido, tomó el cigarrillo de los labios de Damon y la botella de cerveza de su mano. Damon lo observó con una mezcla de sorpresa y curiosidad, pero no dijo nada.

Eiran apagó el cigarrillo en el cenicero y dejó la botella sobre la mesa. Luego, extendió su mano hacia Damon.

—Vuelve a la cama. Necesitas descansar, y esta vez, obedece. —La voz de Eiran era suave pero innegablemente firme.

Damon, intrigado por la valentía y la autoridad del omega, permitió que lo guiara. Caminó detrás de Eiran, observando cómo su cabello castaño oscuro se movía por la brisa y cómo sus movimientos irradiaban una elegancia natural. Cuando llegaron al dormitorio, Damon se recostó en la cama, dejando que Eiran lo cubriera con la manta hasta el pecho.

—Nunca pensé que terminaría cuidando de un alfa terco como tú. Y mucho menos que lo haría por un sueldo que supera el de cualquier director de hospital. —Eiran sacudió la cabeza, claramente frustrado, pero con una leve sonrisa en los labios.

Damon lo observó en silencio, sus ojos ámbar fijos en los de Eiran. Había algo hipnótico en el omega, algo que lo desarmaba completamente.

—No puedo dormir —confesó Damon de repente. Su voz era baja, casi un susurro. —Esto lleva años. Tal vez deberías recomendarme algún tratamiento, ya que eres tan perfecto en todo lo que haces.

Eiran arqueó una ceja, sorprendido por el cambio de tono en Damon.

—¿Has probado algo antes? —preguntó, sentándose en el borde del sofá cercano.

—No. Las terapias nunca me han interesado. —Damon desvió la mirada, como si el tema fuera incómodo para él.

—Podemos hablar de esto más tarde. Ahora quiero dormir, Damon. Mañana llamaré a un amigo que es psiquiatra; tal vez pueda ayudarte. —Eiran apoyó su cabeza en el respaldo del sofá, claramente cansado.

—Lo echaré de aquí antes de que cruce la puerta. —El tono de Damon era seco, pero había un atisbo de humor en sus palabras.

Eiran lo miró directamente a los ojos, como si pudiera ver más allá de su fachada.

—¿Desde cuándo ocurre esto? —preguntó Eiran, su tono menos severo.

Damon permaneció en silencio por un momento antes de responder.

—Desde que era un adolescente. —Había una sombra en su mirada, como si los recuerdos fueran demasiado pesados para verbalizarlos.

Eiran notó el cambio en la expresión de Damon. Había una vulnerabilidad que el alfa rara vez dejaba salir a la superficie.

—Eso es mucho tiempo, Damon. ¿Nunca hablaste de esto con tus padres? —insistió Eiran.

—Ellos estaban demasiado ocupados teniendo sus propias vidas como para acordarse de mí. —La respuesta de Damon fue fría, pero detrás de ella se escondía una tristeza palpable.

Eiran apretó ligeramente los labios, sintiendo un inesperado deseo de consolarlo. Tomó la mano de Damon, entrelazando sus dedos con los de él.

—Cierra los ojos e intenta dormir. Yo estoy aquí —susurró Eiran, acariciando suavemente los párpados de Damon hasta que se cerraron. Su toque, delicado pero firme, transmitía una calma que Damon no había sentido en años.

.....