"El lío de Carlos" es una novela inspirada en una historieta escolar que narra las aventuras de Carlos, un joven carismático, despreocupado y amante de la diversión. Con su espíritu libre, disfruta explorando sus relaciones, coqueteando sin límites tanto con las chicas, pero tal parece que el destino cambiara el rumbo de su vida.
Por otro lado, se encuentra Janeth una joven trabajadora y determinada que enfrenta una lucha personal por encontrar una cura para su abuelo. En medio de los enredos y dramas que rodean la vida de Carlos y Janeth, sus caminos se cruzarán de formas inesperadas. ¿Logrará el amor triunfar entre tantas dificultades? Acompaña a estos personajes en una historia llena de emociones, retos y descubrimientos.
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Capítulo 20: Una pausa en el caos
Janeth estaba sentada en su escritorio, rodeada de documentos, como siempre. El sonido del tecleo de su teclado era lo único que rompía el silencio de la oficina, pero en su cabeza, la ansiedad y la confusión rondaban sin descanso. Las semanas habían pasado rápidamente, pero ella sentía que nada avanzaba. El proceso de los preparativos para su boda la tenía abrumada, y aunque trataba de concentrarse en el trabajo, su mente no dejaba de volar hacia Carlos y el dilema que la atormentaba.
Valeria, como siempre, entró en la oficina con su energía característica, contagiando de inmediato una sensación de frescura. Ella parecía ser la antítesis de la preocupación que Janeth llevaba encima.
—¡Janeth! —exclamó Valeria, poniéndose frente a su escritorio con una sonrisa traviesa—. Necesito una tregua de este lugar, ¿te gustaría salir un rato?
Janeth levantó la vista y, a pesar de su estado mental agotado, no pudo evitar sonreír ante la propuesta de su amiga.
—¿Salir? —preguntó, algo confundida, mientras trataba de desconectar por un momento de sus pensamientos—. ¿A dónde?
—A donde sea. Solo un respiro. Podríamos ir a caminar un poco, tomar un café, desconectarnos de todo este estrés. No sé tú, pero yo ya me estoy volviendo loca entre tanto papeleo —respondió Valeria, haciendo un gesto hacia los montones de trabajo que también se apilaban en su mesa.
Janeth se mordió el labio, considerando la idea. Sabía que Valeria tenía razón. Necesitaba un descanso, aunque fuera breve, pero la idea de salir la asustaba un poco. La boda, el compromiso, la situación con Carlos... todo eso seguía ocupando sus pensamientos.
—No sé si sea buena idea... —dijo con cierto recelo, dudando un poco.
Valeria la miró con una expresión cómplice.
—No me digas que estás tan metida en todo esto que no puedes ni tomarte un par de horas para ti misma. Vamos, ¿cuántas veces me has dicho que necesitas desconectarte? —le insistió, sabiendo que Janeth, a pesar de sus reservas, no podía negar la necesidad de descansar un poco.
Janeth suspiró, finalmente cediendo a la presión de su amiga.
—Está bien, acepto. Pero solo por un rato —dijo, sonriendo levemente.
En ese momento, Sebastián pasó por el pasillo y, al verlas conversando, se detuvo. Había algo en la atmósfera que le pareció diferente, como si Janeth estuviera agobiada por algo que no quería mostrar. No era la primera vez que lo notaba, pero prefería no indagar demasiado. Aun así, su instinto lo llevó a acercarse.
—¿De qué están hablando? —preguntó con curiosidad, con una ligera sonrisa en el rostro.
Valeria, con su característico entusiasmo, se giró hacia él.
—Estamos organizando una salida. Janeth necesita un descanso, y yo me voy a encargar de que lo tenga. ¿Te gustaría acompañarnos? —dijo, sin pensarlo dos veces, como si la invitación fuera la más natural del mundo.
Sebastián la miró por un momento, sorprendido pero intrigado. Aunque normalmente no solían hacer planes juntos fuera del trabajo, esa era una oportunidad para asegurarse de que Janeth estuviera bien. Había algo en su actitud últimamente que lo preocupaba, pero no quería presionarla. Además, un poco de aire fresco no les vendría mal a ninguno de los tres.
—Está bien, ¿por qué no? —respondió, aceptando la invitación con una sonrisa más relajada.
Janeth, aunque sorprendida por la respuesta de Sebastián, se sintió agradecida por el gesto. A veces, estar rodeada de gente en quien confiaba le ayudaba a quitarse un poco el peso de encima.
—De acuerdo, vamos —respondió finalmente, después de unos segundos de reflexión. Decidió no seguir resistiéndose a la idea. Necesitaba relajarse, aunque fuera solo por unas horas.
Los tres se reunieron después de su jornada laboral. Sebastián condujo hasta un restaurante tranquilo que Valeria conocía bien, conocido por su atmósfera cálida y relajada. El ambiente dentro del lugar era acogedor, con luces suaves que creaban una atmósfera perfecta para olvidarse del estrés del día a día.
La conversación comenzó lentamente. Valeria no tardó en empezar a contar anécdotas divertidas de su día, algo que provocó varias carcajadas en los dos. Sebastián, en su estilo tranquilo y observador, se unió a la conversación, pero sin intentar que la dinámica se volviera demasiado formal. Estaba claro que el propósito de la noche era relajarse, no más complicaciones.
Janeth, aunque al principio se mostró un poco reservada, comenzó a soltarse. Escuchar las historias de Valeria y las intervenciones ocasionales de Sebastián hizo que se olvidara por un momento de los pensamientos que siempre la acompañaban. Los problemas no desaparecieron, pero su mente descansaba de ellos, aunque solo fuera temporalmente.
—¡Y entonces, justo cuando menos lo esperaba, el perro salió disparado por la puerta y me cayó encima! —exclamó Valeria, mientras Sebastián reía entre dientes.
Janeth no pudo evitar reír también. Era un alivio sentirse parte de algo tan simple, pero tan necesario. El ambiente relajado, las risas, todo aquello la ayudaba a sentirse más ligera.
—Valeria, no me hagas reír tanto. ¡Casi me ahogo con el agua! —dijo Janeth entre risas, mientras Valeria le lanzaba una mirada juguetona.
Durante la cena, Sebastián permaneció callado en algunos momentos, observando a Janeth con atención, pero sin presionar. Había algo en ella que lo preocupaba, pero también sabía que no podía forzarla a abrirse si no quería. A veces, las palabras no eran necesarias. Lo importante era mostrar apoyo, sin que eso se sintiera como una obligación.
—A veces es bueno desconectarse de todo esto —dijo Sebastián, mirando a Janeth con una sonrisa tranquila—. Todos necesitamos un descanso de vez en cuando, aunque sea pequeño.
Janeth levantó la vista y lo miró por un momento. Aunque aún sentía una pequeña opresión en el pecho, la sinceridad en la mirada de Sebastián le dio una sensación reconfortante. A veces, las palabras que no se decían valían más que las que se pronunciaban.
—Gracias, Sebastián —respondió, sonriendo levemente—. No sé qué haría sin ustedes.
Al finalizar la cena, los tres se dirigieron hacia la salida, disfrutando del aire fresco de la noche. Aunque Janeth sabía que sus problemas no desaparecerían al día siguiente, sentía que había ganado algo, un pequeño respiro que le ayudaba a enfrentar lo que viniera.
—Gracias por esta noche, chicos —dijo Janeth, dándoles un cálido abrazo a ambos.
Valeria sonrió ampliamente.
—Siempre estaré aquí para ti, Janeth. Lo sabes, ¿verdad? —respondió, abrazándola con cariño.
Sebastián también le dedicó una sonrisa y un leve gesto de despedida.
—Buenas noches, Janeth. Nos vemos mañana en la oficina.
Mientras Janeth se despedía de sus amigos y entraba a su casa, se dio cuenta de algo importante, aunque sus problemas seguían presentes, al menos no estaba sola. Y eso, de alguna manera, la hacía sentir un poco más fuerte.