Siempre nos hablan del tiempo como algo lineal, primero el pasado, luego el presente y por último el futuro y también nos hablan de que el único tiempo real es el presente, porque el pasado ya pasó y el futuro no está hasta que llega, pero ¿Qué tal si no fuera así? ¿Qué pensarías si te digo que el tiempo, paradójicamente, es y no es línea a la vez? ¿Y que vivimos varios momentos al mismo tiempo y esto no se limita para nada al presente?
Te invito a descubrir poco a poco la complejidad de esta historia y a sumergirte en un océano de emoción a medida que leas su trama.
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Capítulo XX, El Último Alquimista (versión extendida)
Desde que supe de la pronta llegada de los demonios, me dediqué a leer a profundidad el libro de la Defensa Divina y el del Guerrero Divino, estos libros contienen todo el conocimiento acerca de cómo fabricar armas antidemonios y sobre las técnicas que deben aprender los guerreros con el objetivo de ser aptos para combatir a los demonios; desde luego ya había leído estos libros antes, pero necesitaba refrescar mis conocimientos.
Actualmente acabo de pasar dos horas evaluando el estado de las armas antidemonios conservadas desde su fabricación durante el reinado de José III. Afortunadamente todas estas armas en el museo estaban en perfectas condiciones a pesar de su gran antigüedad.
Ahora debía dirigirme al campo de entrenamiento. Todos los guerreros del ejército y adicionalmente el mismo rey estaban ahí esperando a que empezara a entrenarlos. Hoy sería el primer día de entrenamiento y a partir de mañana estaría no sólo entrenándolos en las tardes, sino fabricando las nuevas armas en la mañana. Gracias a la alquimia no necesitaba ayuda para fabricarlas y podía fabricarlas mucho más rápido que cualquier otro hombre en el mundo, incluso mejor que veinte hombres que bien estudiados y que se dedicaran a la tarea completamente, así que a pesar de que nos quedaba poco tiempo, consideraba que sería suficiente para fabricar las armas; de lo que estaba tan seguro era si todos los guerreros serían aptos. Y no sólo eso, según el vidente esta legión sería apenas la primera y cuatro años después llegarían el resto de legiones, que al parecer eran miles y bien podrían ser incluso más. Contra la primera legión no tendríamos desventaja numérica, pero sí contra las demás, no había suficientes guerreros en el reino para compensar eso, de hecho, incluso si se convertía en guerrero a cada hombre adulto del reino no sería suficiente. Era necesario hacer una alianza con los demás países, pero el rey hasta ahora no tomaba una decisión al respecto.
Me subí a mi Lamborghini Urus y le dije a mi chofer que me llevara al campo de entrenamiento. Todo el camino no hice sino pensar en el hecho de que en gran medida la supervivencia humana, no, de cada ser vivo en este planeta, dependía de mí.
Llegamos al lugar en cuestión de pocos minutos.
—Regresa a la mansión, no me esperes, me regresaré en alguna de las limosinas de la familia real —expliqué a mi chofer.
—De acuerdo, señor, que tenga buen día.
Me bajé del Lamborghini y fui caminando hasta quedar frente a todos los guerreros que estaban formados en filas. El rey estaba al frente de la fila central. Sonreí para mí mismo, saboreando este dulce momento.
—Bien, este primer día de entrenamiento no usaremos armas antidemonios, en su lugar, voy a instruirlos para que alcancen el estado psíquico, espiritual y físico necesario para usar esas armas. —Suspiré—. Quiero cierren los ojos y mediten con mucha concentración, imaginándose una esfera de oscuridad que rodea sus cuerpos y les permite introducir sus mentes en lo más oscuro de ustedes, quiero que atraviesen esa oscuridad y acepten el regalo que está más allá, una vez lo logren, tendrán el poder de usar esas armas, su mente, cuerpo y alma despertaran ese poder y el resto del entrenamiento consistirá en dominar el uso de esas armas, les recomiendo respirar profundamente para concentrarse mejor en la meditación y no se confíen, no es tan fácil como suena y, de hecho, muchas personas en el mundo son incapaces de lograrlo.
Se dedicaron a seguir mis instrucciones, pero pasaron tres horas y ninguno de ellos lo había logrado. Yo permanecía evaluando el estado de sus auras con mi visión espiritual y con mi medidor de auras, eso me indicaba que de hecho ninguno de ellos había tenido el más mínimo progreso.
Pasó media hora más y entonces detecté una mínima mejoría en tres de ellos: el rey y dos guerreros de infantería. Pero aún les faltaba demasiado.
—Bien, veo que finalmente tres de ustedes han avanzado en algo, díganme ¿Qué es lo último que ven antes de poder seguir avanzando?
—Veo como unas ondas y luego siento una presión en el pecho, luego de eso no logro seguir —explicó el rey.
—Siento terror, la oscuridad es demasiado profunda, parece carecer de un fin —dijo uno de los guerreros de infantería.
—Veo un ojo sin parpado que me mira fijamente y es como si su mirada me dijera «no pasarás» —dijo el otro guerrero de infantería.
—Bien, su majestad, siga intentando, sólo tiene que concentrarse más —expliqué—. Y en cuanto a ustedes dos ¿Cómo se llaman?
—Yo me llamo Esteban y él se llama Henry, ambos somos soldados rasos de la división de infantería.
—Bien, Henry, Esteban, ambos han avanzado incluso más que nuestro rey Enrique, felicidades… Esteban, concéntrate en usar toda tu fuerza de voluntad para introducirte en ese ojo, en su mirada, ese ojo es el portal que debes cruzar para seguir avanzando en esa inmensa oscuridad y en cuanto a ti, Henry… usa el valor y la fuerza voluntad, sigue avanzando sin importar qué tan grande sea esa oscuridad, debes terminar de cruzarla incluso si es infinita.
Pasaron otras dos horas, para entonces el noventa por ciento de los guerreros había tenido algún avance, pero ninguno lo había logrado por completo. Unos segundos después fue cuando Henry, Esteban y el rey lo lograron, lo pude notar por el cambio de energía velocidad en sus auras, el aumento repentino de tonicidad y volumen muscular, el fortalecimiento extremo de sus mentes y, finalmente, por la luz física color blanco que esas auras espirituales generaron por un instante cuando estuvieron a tope.
—Bien, tres de ustedes lo lograron y el resto, en su mayoría, tuvieron algún avance, eso es buena noticia, es suficiente para este primer día de entrenamiento, pueden retirarse… yo tengo otro lugar al cual debo ir.
«Espero que todos lo logren y que sea pronto, el enemigo que debemos enfrentar llegará a nuestro plano en cuestión de un poco más de un mes.»
Me fui en una limosina de la familia real que el mismo rey me asignó. El chofer resultó ser un hombre bastante agradable que aparentaba unos sesenta años. Le dije que se diera prisa, pues no quería llegar tarde a mi cita.
Tenía una cita en un restaurante con la princesa Victoria Isabel Iron, mi prometida. Ella había solicitado a su hermano, el rey, la oportunidad de conocerme lo más posible antes de que nos casáramos, su hermano no se lo negó y, desde luego, no sería yo el que le negara algo así.
Entré al restaurante, la vi sentada esperándome y por un instante me perdí en la penetrante mirada de sus ojos grises.
Yo he vivido por cinco mil años y fue después de los primeros veinticinco que adquirí la juventud eterna. Durante todo ese tiempo había conocido muchas mujeres, estado íntimamente con muchas de ellas e incluso me había casado un total de diez veces, aunque nunca había tenido hijos, al menos no hijos que hubieran nacido con vida. Siempre mis matrimonios terminan con mi esposa muriendo y no porque yo así lo deseara, sino porque ellas, a diferencia de mí, envejecían, además de tener mayor tendencia a enfermarse y menor capacidad de defenderse en caso de que un tercero atentara contra sus vidas. A todas ellas les había ofrecido el regalo de la juventud eterna, pero todas se habían negado. Esperaba que, en el caso de Victoria, su decisión al respecto fuera totalmente diferente, aunque le ofrecería el regalo dentro de diez años, cuando cumpliera veinticinco.
Me senté frente a Victoria, me quedé en silencio durante varios segundos, tan sólo mirándola.
—Disculpa la demora, princesa…
—No me llames princesa, llamame Victoria, simplemente Victoria, no debes ser tan formal, estamos comprometidos en matrimonio, Andrew.
—De acuerdo, Victoria… ¿Qué es lo que deseas saber de mí?
—Bueno, en su mayoría te conoceré por tus acciones y no por tus palabras, pero en este caso haré una leve excepción, dime ¿Por qué me elegiste como tu prometida?
—Sinceramente fue por la enorme belleza física que tienes.
—Un motivo superficial, aunque al menos no me elegiste por mi estatus como princesa.
—Sí, tengo mi lado superficial, pero en el fondo todos lo tenemos en mayor o menor medida ¿No crees?
—Sí, también lo creo… tú también eres atractivo, y eso me alegra, esto sería más difícil para mí si fueras realmente horrible… además, no sólo eres agradable a la vista, también hueles bien, así que debes ser aseado.
—Sí, lo soy.
—¿Luchaste en la primera guerra que tuvo el reino contra los demonios? Por lo que tengo entendido ya tenías miles de años de edad para cuando eso ocurrió.
—No serví al rey José III en aspecto alguno, pero algunos demonios atacaron mi territorio, así que acabé con ellos.
—Veo que no te gusta la idea de servir a un rey.
—No a menos que me sea provechoso.
La charla continúo con ella contándome detalles de su infancia, como que se había enamorado a sus cinco años de un niño llamado Eric, hijo de la duquesa Helena, el cual dijo que la amaba, y de cómo había llorado cuando Eric fue cambiado de escuela y eso al final hizo que la flama del amor de Eric se extinguiera a los pocos meses, mientras que el de ella prevaleció durante dos años. Y otras trivialidades que me parecieron encantadoras.
—¿Aún recuerdas tu infancia, Andrew?
—Recuerdo muy poco a estas alturas, pero te puedo decir que mi madre me contaba cuentos infantiles antes de dormir y que su voz era extremadamente hermosa… ella murió cuando apenas tenía dieciocho años.
—Debió ser duro para ti, yo apenas resistí el impacto emocional de cuando murió mi madre.
«No sólo es hermosa por fuera, también lo es por dentro, definitivamente esta es la mujer con la que quiero pasar el resto de la eternidad.»
La conversación siguió hasta que inició el ocaso.
—Victoria, debo retirarme, pero volveremos a vernos mañana.
—Me parece bien, Andrew.
Me marché de ahí con una sonrisa de felicidad.
«Ahora me siento más motivado a hacer que ganemos esta guerra.»
Esa noche soñé con mi primera esposa, Margareth, me casé con ella a mis cuarenta años, cuando ella tenía catorce, aunque espere dos años antes de consumar el matrimonio, para reducir la probabilidad de que muriera dando a luz. En ese entonces tanto la ciencia, como la magia y la alquimia, que es donde surgieron los dos anteriores, estaban poco desarrolladas en el aspecto de la medicina y la tasa de mujeres que morían por causa del embarazo era abismalmente mayor que la actual. Cuando nos casamos no había amor entre nosotros, pero para el momento en que consumamos el matrimonio, nos amábamos y mucho, noche tras noche consumábamos nuestro amor, pasión y lujuria y un año después ella quedó embarazada, pero apenas dos meses después sufrió un aborto espontaneo. Después de eso, Margareth no quiso volver a quedar embarazada, me impuso como condición para volver a hacer el amor, que la esterilizaran y esta tarea la llevó a cabo personalmente el hombre que me enseñó alquimia, Marcus Thunder. Cincuenta años después, me despedí de Margareth, que estaba muriendo de lo que hoy en día sospecho que era cáncer. Ella murió en el lecho de nuestra cama mientras yo sostenía su mano derecha.
Me desperté en ese momento, algunos rayos de sol entraban por ventana dándome una leve sensación de calidez. Me di un baño rápido y me vestí para ponerme manos a la obra. Pronto estaba forjando una alabarda imbuida de poder antidemoniaco.
«Muchos creen que el poder antidemoniaco es poder sagrado, pero no, si fuera así sería llamado poder sagrado, el poder antidemoniaco es poder demoníaco vibrando en frecuencia opuesta, por lo que no es lo mismo que el poder sagrado.»
Fabriqué un total de cincuenta armas esa mañana, todas de igual o mayor calidad que las guardadas en el museo. Las armas antidemoniacas del museo serían usadas para las practicas de hoy de aquellos que lograran completar el primer paso de entrenamiento que les enseñé ayer, por ahora con esas era más que suficiente.
Cuando llegué al campo de entrenamiento ya me estaban esperando cada uno de los guerreros, incluyendo al rey, que ahora eran mis discípulos; también estaban los asistentes que serían los encargados de distribuir las armas antidemonios que habían sido transportadas desde el museo.
Observé las auras de cada guerrero: tan sólo treinta de ellos estaban listos para practicar con las armas, aunque era número mayor del que esperaba. Señalé a cada uno de los que debían usar las armas y les indiqué que pasaran al frente a practicar combates uno contra uno escogiendo el arma de su preferencia. Por supuesto, el rey estaba incluido entre esos treinta hombres.
El rey Enrique escogió una espada de doble filo y en cambio su oponente, ser León, escogió una maza.
Todos esperaron mis instrucciones antes de iniciar sus combates.
—Los que no van a usar armas deben seguir meditando como ayer y los demás deben primero usar la meditación para canalizar su energía espiritual hacia el arma que eligieron y así activar el poder antidemoniaco que esta contiene, luego de eso deben iniciar sus combates, pueden empezar a atacar su oponente una vez activen su respectiva arma, sin importar si su oponente también lo logré o no.
Presté especial atención al rey y a ser León, este último fue el primero de los dos en activar su arma e inmediatamente la blandió para tratar de aplastar la cabeza del rey, pero este logró activar su espada a tiempo y bloqueó el ataque.
—Bien, veo que cada pareja ha comenzado bien, está prohibido matar a sus oponentes, pero, por lo demás, asegúrense de pelear con toda su capacidad. Sólo deben combatir por quince minutos.
Al concluir los quince minutos cada armadura de los combatientes estaba destrozada, todos estaban heridos y casi la mitad de ellos derrotados, algunos habían quedado tablas, y, por otra parte, las heridas infringidas eran leves, lo que era en gran parte una muestra de la protección dada por sus auras aún por terminar de desarrollar.
—Bien, han sido buenos resultados, es una lástima que el museo no tenga armaduras antidemoníacas, definitivamente las armaduras normales no son lo bastante resistentes aunque estén imbuidas con el aura de su portador, pero no se preocupen, fabricaré armaduras apropiadas para todos ustedes.
«Hay esperanza, podemos ganarle a esa legión que está por venir y ya veremos qué hacemos para ganarle a las otras que vendrán más adelante.»