Espero que esta carta te encuentre bien, aunque mi corazón late con dolor al pensar que ya no estaré aquí para verte sonreír. Si la estás leyendo, es porque mi tiempo se ha agotado y mi cuerpo ya no puede luchar más.
Quiero que sepas que te perdono. Te perdono por todo el dolor que me causaste, por todas las noches que pasé llorando por ti, por todas las mañanas que desperté con la esperanza de que regresaras a mí.
Te perdono por no estar allí para mí cuando lo necesité, por no escuchar mis súplicas, por no sentir mi dolor. Te perdono por dejar que el tiempo y la distancia nos separaran.
Aunque decidí rendirme y dejar de luchar por nosotros, nunca dejé de amarte. Siempre te amé, y siempre te amaré. Recuerdo cada momento que pasamos juntos, cada beso, cada abrazo, cada mirada...
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capitulo 20
Perspectiva de Michel
Michel tenía solo 7 años cuando conoció a Elena, pero su mirada era más madura que la de cualquier niño de su edad. Había regresado del futuro, un futuro donde su vida había sido marcada por la tristeza y la pérdida.
En su vida pasada, Michel había odiado a Elena sin saber que era su verdadera madre y que lo amaba más que nada en el mundo, pues Emir le había contado que Elena era una mujer cruel y egoísta que los había abandonado. Michel había crecido con ese odio en su corazón, pero todo cambió cuando descubrió la verdad.
En su vida pasada, Michel había visto morir a Elena a manos de Emir. Había sido un momento devastador, y Michel se había sentido culpable por no haber podido protegerla.
Pero ahora, en este nuevo tiempo, Michel había regresado para cambiar el curso de los eventos. Y cuando conoció a Elena, supo que tenía una segunda oportunidad para protegerla.
Al principio, Michel se sintió confundido. ¿Por qué mamá estaba viva? ¿Por qué estaba con Emir? Pero pronto se dio cuenta de que este era un nuevo comienzo, una oportunidad para hacer las cosas bien.
Michel se acercó a Elena con cautela, pero pronto se sintió atraído por su bondad y su amor. Elena era diferente a la mujer que había conocido en su vida pasada, aquella mujer que solo respiraba por él y que era sofocante por tratar de que la viera, ahora era cálida, amable y cariñosa y definitivamente no era sofocante.
Michel decidió que haría cualquier cosa para proteger a Elena. No permitiría que Emir le hiciera daño de nuevo. No permitiría que ella muriera en sus brazos.
Así que Michel se convirtió en el protector de Elena, siempre vigilante, siempre listo para defenderla. Y aunque Elena no sabía nada sobre su conexión pasada, Michel sabía que estaba haciendo lo correcto.
Un día, mientras jugaban juntos, Michel miró a Elena y le dijo:
—Te amo, mamá.
Elena sonrió y lo abrazó.
—Yo también te amo, Michel. (Aunque no seas mi hijo biológico te amo como si lo fueras, se decía mentalmente)
Michel se sintió feliz, sabiendo que había encontrado a su verdadera madre, y que esta vez podría protegerla.
Reborn a la vida pasada de Michel
Recuerdo mi anterior vida como si fuera ayer. Era un niño de 7 años, igual que ahora, pero mi vida era muy diferente. Vivía con Emir, el hombre que me había dicho que era mi padre adoptivo. Nunca conocí a mi madre, o al menos eso pensaba.
Un día, Emir me dijo que íbamos a conocer a una mujer que nos podría ayudar mucho. Me dijo que se llamaba Elena y que era una persona muy buena y generosa. Me sentí curioso y emocionado.
Cuando llegamos al lugar donde vivía ella, me sentí nervioso. Emir me dijo que Elena era una persona muy especial y que debíamos tratarla con respeto. Me pareció raro, pero no pensé mucho en eso.
Cuando conocí a Elena, me sentí inmediatamente atraído por su bondad y su amor. Era cálida y amable, con una sonrisa que iluminaba la habitación. Me miró y se acercó a mí, con una expresión de cariño.
—Hola, Michel —dijo—. Me alegra conocerte.
Me sentí feliz y cómodo en su presencia. Emir sonreía y parecía contento de vernos juntos.
—Elena es una persona muy especial, Michel —dijo Emir—. Ella te ayudará mucho en la vida.
No sabía qué significaba eso, pero me sentí agradecido de tener a Elena en mi vida.
Al principio, me alejé de Elena. No sabía cómo reaccionar ante su amor y su cariño. Pero Elena no se rindió. Siempre estaba detrás de mí, ayudándome con todo, escuchándome y abrazándome.
Emir parecía contento al principio, pero pronto comenzó a cambiar. Comenzó a tener celos de mí, porque Elena solo cuidaba de mí. Emir se sentía relegado a un segundo plano y comenzó a resentirse.
—Elena, ¿por qué siempre estás con Michel? —le decía Emir—. ¿No te importo yo?
Elena siempre respondía con paciencia.
—Emir, Michel necesita mi ayuda —decía—. Pero tú también eres importante para mí.
Pero Emir no se calmaba. Su celos crecían cada día y pronto se convirtieron en odio hacia mí y Elena.
Lo que no sabía era que Elena era mi madre, la mujer que me había dado vida. Emir me había mentido, me había dicho que ella era solo una amiga. Pero yo sentí una conexión especial con ella, una conexión que no podía explicar.
Y entonces, todo cambió. Emir hizo algo terrible y Elena... mamá murió en mis brazos.
Todo cambio en la casa de los tres en solo un año, tenía 8 años y Emir me llamó a su estudio. Me sentó en una silla frente a él y me miró con una expresión seria.
—Michel, necesito hablar contigo sobre tu madre —dijo.
Me sentí curioso. Nunca había conocido a mi madre.
—¿Qué pasa con mi madre? —pregunté.
Emir suspiró.
—Elena es tu madre —dijo—. Pero ella te abandonó cuando eras un bebé. No te quería.
Me sentí confundido y enfadado.
—¿Por qué? —pregunté.
Emir me miró con una expresión de tristeza.
—Ella no era capaz de cuidarte —dijo—. No te amaba lo suficiente como para quedarse contigo.
Me sentí como si me hubieran golpeado en el estómago. Mi madre me había abandonado. No me había querido.
Emir me repitió esa historia varias veces, y cada vez que lo hacía, mi odio hacia Elena crecía. Empecé a pensar que era una persona mala, que no merecía mi amor.
No sabía que Emir mentía, que su celos y su obsesión por Elena lo habían llevado a decirme esas mentiras. No sabía que Elena me había amado y que me había dado vida.
Con el tiempo, mi odio hacia Elena se convirtió en una parte de mí. La odiaba por abandonarme, por no quererme. Y Emir se beneficiaba de ese odio, se alimentaba de él.
Pero ahora sé la verdad. Sé que Elena es mi madre, que me amó y me dio vida. Y sé que Emir me mintió, que me engañó.
Michel, de 16 años, se encontraba en una situación complicada. Había sido protegido por Elena, su madre, desde que ella se había enterado de que él era su hijo, el bebé que nunca había nacido.
Elena había descubierto la verdad sobre Michel gracias a una serie de eventos que la habían llevado a investigar sobre su pasado. Y cuando supo que Michel era su hijo, decidió hacer todo lo posible para protegerlo, aunque ya lo hacía ahora lo hacía con más diligencia.
Siempre que Michel hacía algo mal, era castigado por Emir, el hombre que lo había criado. Pero Elena se entrometía, defendiendo a su hijo y evitando que Emir lo castigara demasiado.
Pero esta vez, Michel se había metido en problemas graves. Se había peleado con gente importante, personas que tenían poder y influencia en la ciudad.
Elena se enteró de la pelea y supo que tenía que actuar rápido. Fue a la escuela de Michel y habló con el director, explicándole la situación.
—Por favor, no castigue a Michel —dijo Elena—. Él no entiende las consecuencias de sus acciones.
El director la miró con sorpresa.
—Señora, Michel se peleó con el hijo del alcalde —dijo—. No podemos dejar que se salga con la suya.
Elena se puso firme.
—Entiendo la gravedad de la situación —dijo—. Pero Michel es mi hijo, y yo lo protegeré. Puedo hablar con el alcalde y arreglar esto.
El director dudó un momento antes de aceptar.
—Está bien, señora —dijo—. Pero Michel tiene que aprender a controlar su temperamento.
Elena asintió.
—Lo hará —dijo—. Gracias por entender.
Cuando Elena salió de la escuela, Michel la esperaba en la puerta.
—Mamá, lo siento —dijo—. No debería haberme peleado. (aunque solo lo decía de dientes para afuera pues le gustaba poner en aprietos a Elena con Emir, pues sabía que ella interfería por él)
Elena lo abrazó.
—No te preocupes, Michel —dijo—. Estoy aquí para protegerte. Pero tienes que aprender a controlar tu temperamento.
Michel asintió, sintiendo un gran alivio.
—Gracias, mamá —dijo—. Te amo. (decía esto mientras sentía repugnancia en su corazón)
Elena sonrió.
—Yo también te amo, Michel —dijo—. Siempre estaré aquí para ti.
Elena y Michel llegaron a su casa, exhaustos después de un día lleno de tensiones. Pero al abrir la puerta, se encontraron con una escena que les heló la sangre.
Emir estaba sentado en el sillón del salón, con una expresión fría y calculadora en su rostro. Su mirada se clavó en Elena y Michel, y su voz fue como un cuchillo afilado.
—Así que decidiste intervenir en favor de tu hijo, ¿verdad? —dijo Emir, su voz llena de veneno.
Elena se inclinó, dispuesta a pedir perdón.
—Emir, lo siento —dijo—. Mi hijo no debería haberse peleado. Yo...
Pero Emir no la dejó terminar.
—No —dijo, su voz cortante—. No te disculpes, quién se debe disculpar es él, pero ahora tendrás que pagar por tu insolencia.
Elena se sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que Emir era capaz de hacer cualquier cosa.
—¿Qué quieres que haga? —preguntó, tratando de mantener la calma.
Emir sonrió, una sonrisa cruel.
—Quiero que te hinques sobre aquel tapete de vidrio, haya afuera, en la lluvia —dijo, señalando hacia el jardín—. Y quiero que te quedes allí toda la tarde y noche, hasta que yo lo ordene.
Elena se sintió horrorizada.
—Emir, por favor —dijo—. No puedes hacerme eso, mi cuerpo ya no es el de antes, aún no puedo caminar bien y ahora quieres esto.
Pero Emir se levantó del sillón y la arrastró hacia la puerta.
—Sí que puedo —dijo—. Y lo haré.
Michel se lanzó hacia adelante, dispuesto a defender a su madre, pues creía que el castigo sería leve y no escalaria hasta está situación
—No —dijo—. No le harás daño.
Pero Emir lo detuvo con una mirada fría.
—No te metas en esto, Michel —dijo—. Esto es entre tu madre y yo o quieres que el castigo sea peor para los dos.
Elena se vio obligada a salir al jardín, bajo la lluvia. Emir la empujó hacia un montón de vidrio roto y la obligó a hincarse sobre el.
El dolor fue inmediato. Los vidrios se clavaron en sus rodillas y pies, y la lluvia no hacía más que empeorar la situación.
Elena gritó de dolor, pero Emir no se movió de su posición, vigilando a Elena con una mirada cruel.
La noche se convirtió en un infierno, con Elena hincada sobre vidrio, sufriendo en silencio. Michel se quedó a su lado, tratando de cubrirle de la lluvia, pero Emir no se movió de su posición, disfrutando del sufrimiento de Elena.
La lluvia no cesaba, y el dolor de Elena no disminuía. Sabía que tenía que proteger a Michel, pero también sabía que no podía enfrentar a Emir sola, no hasta que Michel decidiera.
La espera fue interminable, pero Elena sabía que no podía rendirse. Tenía que encontrar una manera de escapar de la tiranía de Emir, y tenía que proteger a su hijo a cualquier precio.