A los dieciocho años, me vi obligada a casarme con Aureliano Estrada, un hombre poderoso, atractivo e inteligente, pero también un despota que se había encaprichado conmigo. Lo odiaba profundamente, ya que su ambición me había obligado a renunciar al amor de mi vida, Marcos Villasmil, el chico más guapo y dulce que jamás había conocido. Nuestro amor era real y puro, pero mis padres no lo aceptaban; al menos eso me hacían creer. Cada día en la vida con Aureliano se sentía como una prisión dorada. Aunque tenía todo lo que muchos desearían: una mansión, fiestas lujosas y la admiración de la sociedad, mi corazón seguía anhelando la libertad que había perdido junto a Marcos. La sombra de su recuerdo me seguía, recordándome lo que realmente importaba: el amor verdadero y la felicidad genuina. Mientras navegaba por esta nueva vida impuesta, comenzaba a cuestionar mis decisiones y a buscar maneras de recuperar el control sobre mi destino. Sabía que no podía seguir viviendo así, atrapada entre las expectativas de mis padres y el dominio de Aureliano
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Capítulo VIII El peso de las amenazas
Lleve a Veronica hasta su casa, Fernando conducía mientras que ella y yo íbamos en el asiento de atrás.
“Espero verte hermosa el día de mañana, así que deja de llorar que arruinarás esa linda carita”, le dije con sarcasmo.
“No me quiero casar contigo, por favor suspende esa boda”, suplico entre sollozos.
“Eso no pasará, créeme que si lo hago tu familia pagará las consecuencias y ese hombre con el que estabas aún más”, amenace sin titubeos.
“Sabes bien que nunca te he querido…”
“Cállate, no vuelvas a decir eso. Tu serás mía y aprenderás a amarme aunque tenga que sacarte el corazón”, cada palabra que brotaba de mi boca estaba cargada de odio, no iba a permitir que ella se saliera con la suya, la haría mi esposa y no había discusión.
La dejamos en la entrada de la casa Méndez, no sin antes volverla a amenazar, estaba furioso y haría cualquier cosa para descargar mi ira, así que antes de que bajara del auto la jale hacia mi y le di un profundo beso, un beso cargado de odio y resentimiento. “Esto es solo una muestra de lo que te espera”, le dije antes de que ella saliera del auto.
La vi entrar a su casa como una ladrona sigilosamente, cuando estuve seguro de que entro le pedí a Fernando que me llevara a mi apartamento, él se mantuvo en silencio durante todo el show, pero sabía que eso no sería siempre.
“¿De verdad piensas casarte con esa mujer?, está claro que ella no te quiere”, dijo con seriedad.
“Si, mañana será una boda memorable que quedará marcada en los recuerdos de cada persona que asista”, respondí con determinación.
“Pienso que es una locura, yo vi el sufrimiento real en esa muchacha, deberías recapacitar todo esto, ella fue clara al decirte que no te quería”, dijo Fernando preocupado.
No volví a contestarle, en vez de eso cerré mis ojos y lo ignoré el resto del camino, al llegar a mi apartamento le pedí a Fernando que me dejara solo, necesitaba pensar en lo que haría. Se que fui muy duro con Veronica, pero ella se lo busco, debió ser sincera desde un principio, pero estas últimas semanas se había comportado de manera diferente. Ella me había hecho pensar que sentía algo por mi y yo como un idiota volví a creer en las mentiras de una mujer.
Punto de vista de Veronica
Estaba confundida con la actitud de Aureliano, en algunos momentos podía ser el hombre más cariñoso del mundo, pero en otros sinceramente no lo soportaba. El día de la boda estaba por llegar, mis padres me seguían presionando con lastimar a Marcos si no los obedecía, tenía demasiada presión.
Estaba a un día de casarme con un hombre que apenas conocía, mientras que el amor de mi vida se encontraba quien sabe donde prisionero de mi papá. Estaba viendo por la ventana cuando recibí un mensaje. Este provenía de un número desconocido. Lo abrí por curiosidad y al leerlo descubrí que era de Marcos, no lo podía creer, al fin tenía noticias de él.
Me pedía que nos viéramos en un parque que estaba cerca de mi casa, no lo pensé dos veces y acepté verlo. Como pude salí de la casa y fui a su encuentro, al llegar al parque me senté en la banca donde solíamos sentarnos juntos, recordar esos momentos llenaba mi corazón de alegria.
Me senté a esperar a que él apareciera, estaba ansiosa y con ganas de volver a verlo.
“Sabía que vendrías”, escuche la voz de Marcos a mis espaldas.
“¿Eres tú?, pensé que no te volvería a ver”, dije emocionada. Dándole un fuerte abrazo.
“Perdón por desaparecer de esa manera, pero tenía que hacerlo. Mi familia está en peligro y no puedo quedarme mucho tiempo. Solo vengo a pedirte que me des tiempo, pronto solucionaré todo esto y podré volver por ti”. Marcos estaba nervioso, cada gesto que hacía lo demostraba, además todo el tiempo estuvo viendo si había alguien observándonos.
“No tuve el valor para hablarle de mi matrimonio, me había contado que alguien lo amenazo con acabar con su familia si no desaparecía, él tenía demasiada presión encima como para que yo le le sumara una más.
Me despedí de él y le dije que lo esperaría, aunque era mentira pues al siguiente día pasaría a ser la esposa de Aureliano Estrada y que lo nuestro nunca más volvería a ser, me despedí de Marcos de la manera más triste, nos dimos un beso de despedida y luego el se marchó, yo me quede en aquella banca con los sueños rotos y un corazón destruidos, las lágrimas salían de mis ojos sin cesar, parecían un río infinito por el cual corrían cascadas interminables de agua viva. El dolor se implantó en mi pecho haciendo que mi respiración se entrecortara, nunca imagine que el amor pudiera doler tanto. Sentía la partida de Marcos como el dolor que se siente cuando uno pierde a un ser amado para siempre y de cierta forma así era, pues no lo volvería a ver.
Perdida en mis pensamientos no me di cuenta de que Aureliano se acercaba a mi, solo sentí que alguien me tomo de la mano y me jalo con tanta fuerza que pensé me arrancaría el brazo.
“Eres una descarada, ahora veo tu verdadera fachada, eres igual a todas las mujeres. Pero de mi no te vas a burlar”, Aureliano tenía una mirada oscura y llena de odio, el miedo me invadió, sentí que sería mi fin y el de Marcos, ya que si mis padres se enteraban de esto seguramente acabarían con la familia de él y con el mismo.
“No es lo que piensas…”, Aureliano no dejo que le explicara mis razones, él simplemente empezó a gritar y jalonearme hasta su auto, me obligó a subir en la parte de atrás para luego subir el. En su rostro se reflejaba un gran odio y sus palabras me marcaron profundamente. Amenazo con acabar a mi familia y acabar con la vida de Marcos si me rehusaba a casarme con el, me ordenó dejar de llorar y lucir radiante para el. Estaba viviendo una verdadera pesadilla, ahora tenía que llevar el peso de las amenazas de mi padre y también las amenazas de Aureliano. No entendía en que momento mi vida se había vuelto tan caótica.