Soy Bárbara Pantoja, cirujana ortopédica y amante de la tranquilidad. Todo iba bien hasta que Dominic Sanz, el cirujano cardiovascular más egocéntrico y ruidoso, llegó a mi vida. No solo tengo que soportarlo en el hospital, donde chocamos constantemente, sino también en mi edificio, porque decidió mudarse al apartamento de al lado.
Entre sus fiestas ruidosas, su adicción al café y su descarado coqueteo, me vuelve loca... y no de la forma que quisiera admitir. Pero cuando el destino nos obliga a colaborar en casos médicos, la línea entre el odio y el deseo comienza a desdibujarse.
¿Puedo seguir odiándolo cuando Dominic empieza a reparar las grietas que ni siquiera sabía que tenía? ¿O será él quien termine destrozando mi corazón?
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Mi linda borrachita.
Dominic apenas pudo reaccionar cuando Bárbara lo tomó por la camisa y tiró de él con fuerza, haciéndolo caer sobre ella en la cama.
—Bárbara... —murmuró, sintiendo el calor de su aliento mezclado con el leve aroma del alcohol.
Ella sonrió con picardía, deslizando sus manos hacia los botones de su camisa, sin dejar de mirarlo a los ojos.
—¿Por qué estás tan serio, doctor? Me siento mal, mi corazón anda muy rápido, doctor arregla mi corazón estoy enferma de amor por tu culpa, tu enorme y malditä culpa.—susurró con voz juguetona, mientras sus dedos comenzaban a desabotonar su camisa.
Dominic atrapó sus muñecas con suavidad, deteniéndola.
—Bárbara, no estás en tus cabales ahora. No puedo... no quiero...
Ella se echó a reír, acercándose más a él.
—¿No quieres o no te atreves? —dijo, desafiándolo, mientras intentaba zafarse de sus manos.
En medio del forcejeo, uno de los botones de su camisa saltó, y Bárbara aprovechó para deslizar una mano sobre su pecho. Dominic respiró hondo, tratando de mantener la compostura.
Antes de que pudiera responder, un fuerte maullido resonó en la habitación. Cleo y Max se habían acercado a la habitación, reclamando su comida con insistencia.
—¡Los gatos! —dijo Dominic, casi como un salvavidas, apartándose rápidamente y señalándolos.
Bárbara frunció el ceño y trató de alcanzarlo de nuevo, pero él ya estaba de pie, ajustándose la camisa medio abierta y desordenada.
—Tengo que darles de comer —dijo con una mezcla de nerviosismo y alivio.
Ella suspiró, dejándolo ir mientras lo veía caminar hacia la cocina.
—Cobarde... —murmuró para sí misma, dejándose caer de nuevo en la cama con una sonrisa torcida.
Dominic sirvió la comida para Cleo y Max, quienes comenzaron a comer inmediatamente, ignorando el caos que acababan de causar. Mientras tanto, él se tomó un momento para recomponerse, alisándose el cabello y soltando un suspiro largo.
Volvió al cuarto con un vaso de agua para Bárbara, pero al llegar, la encontró profundamente dormida enredada entre las sábanas, con una mano colgando hacia el suelo y una expresión tranquila en el rostro.
Se inclinó para colocar el vaso en la mesa, observándola por un instante. Su corazón latía con fuerza, pero esta vez no por la tensión, sino por lo mucho que ella lograba desarmarlo con su mera presencia.
—Bárbara... —murmuró en voz baja, mientras apartaba un mechón de su rostro con cuidado.
Decidió no despertarla. Con una última mirada, apagó las luces y se acomodó en el sillón cercano, dispuesto a pasar la noche allí, cuidándola.
Dominic se levantó del sillón con un suspiro, sabiendo que tenía que manejar las cosas con calma. Antes de acomodarse completamente al lado de Bárbara, decidió pasar por su apartamento y explicarle a Salma la situación.
Al llegar, encontró a Salma revisando su teléfono, aparentemente relajada.
—Salma, voy a quedarme fuera esta noche. Puedes usar mi habitación si quieres descansar mejor.
Ella levantó la vista, sorprendida.
—¿Te vas a quedar con ella? —preguntó con una sonrisa insinuante, como si ya conociera la respuesta.
Dominic evitó entrar en detalles.
—Bárbara está indispuesta. Es lo correcto. Nos vemos mañana.
Sin esperar una respuesta, se dio la vuelta y volvió al apartamento de Bárbara. Cuando entró, la encontró en la misma posición sobre el colchón, murmurando algo en sueños. Cleo y Max lo miraron desde la esquina, aparentemente satisfechos después de su comida.
Dominic se quitó la camisa desordenada y los pantalones, quedando solo en ropa interior. Luego, se acercó a Bárbara, observándola por un momento. Sus mejillas estaban enrojecidas por el alcohol y su cabello desordenado cubría parte de su rostro.
Con cuidado, comenzó a desvestirla, quitándole los zapatos, luego el vestido, hasta dejarla en su ropa interior.
—No te enfades conmigo por esto mañana... —murmuró mientras le pasaba un paño húmedo por el rostro, el cuello y los brazos, tratando de refrescarla.
Cuando terminó, la arropó con la frazada y apagó las luces de la recámara.
Finalmente, se recostó a su lado en el sofá, ajustando la manta para cubrirlos a ambos. Su cuerpo estaba agotado, pero su mente seguía trabajando, pensando en Bárbara y todo lo que había sucedido esa noche.
Mientras la escuchaba respirar suavemente, cerró los ojos y dejó que el cansancio lo venciera, quedándose dormido a su lado, con Cleo y Max acomodándose en la alfombra cercana.
Bárbara despertó lentamente, con la cabeza palpitándole ligeramente por la resaca. Parpadeó un par de veces, confundida por el suave resplandor de la mañana que se filtraba por las cortinas de su habitación.
Al mirar alrededor, notó que estaba en su apartamento, arropada y con ropa interior.
« ¿Cómo llegué aquí?» pensó, tratando de recordar los eventos de la noche anterior.
Fue entonces cuando sintió un brazo fuerte rodeando su cintura. Su cuerpo se tensó al instante, y al girar ligeramente la cabeza, se encontró con Dominic, profundamente dormido, su rostro apenas a unos centímetros del suyo.
Un grito seco salió de su garganta, sobresaltando a Dominic, quien abrió los ojos de golpe y retrocedió un poco al notar su reacción.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Bárbara, su voz estaba sorprendida y alarmada.
Dominic se pasó una mano por el cabello, tratando de sacudirse el sueño.
—Tranquila, no pasó nada. Te traje de regreso del bar porque estabas... bueno, digamos que necesitabas ayuda.
Bárbara lo miró fijamente, buscando alguna señal en su rostro que le indicara lo contrario.
—¿Seguro que no pasó nada? —insistió, su tono algo dudoso mientras se cubría con la frazada.
Dominic negó con firmeza, levantando las manos en un gesto de rendición.
—Te lo juro. Dormimos aquí. Eso es todo. Termina de despertar¿acaso te duele algo en tu cuerpo? Debes saber si tuvimos o no sexö
Ella frunció el ceño, sin saber si sentirse aliviada o avergonzada. Su mirada bajó ligeramente, notando que Dominic solo llevaba ropa interior.
—¿Y por qué estás... así?
—Bueno, intenté que estuvieras cómoda, y hacía calor. Además... Cleo y Max pueden dar fe de que fui un caballero. —Señaló a los gatos, que lo miraban desde un rincón como si estuvieran juzgándolo.
Bárbara soltó una risita involuntaria, pero rápidamente se puso seria de nuevo.
—Esto es una locura. No debiste quedarte aquí, Dominic.
Él encogió los hombros.
—No iba a dejarte sola después de todo lo que pasó. ¿Y qué clase de vecino sería si no me asegurara de que estuvieras bien?
Ella suspiró, aún sintiendo el torbellino de emociones y confusión en su mente.
—Supongo que debería agradecerte... aunque todavía no estoy segura de si debo.
—Eso duele, ¿sabes? —bromeó Dominic con una sonrisa divertida.
Bárbara rodó los ojos y se levantó, cubriéndose con la frazada mientras se dirigía a la cocina para buscar agua.
—Por cierto —añadió Dominic mientras ella se alejaba—, si alguna vez decides emborracharte otra vez, al menos avísame antes.
Ella lanzó una carcajada seca desde la cocina.
—Y si vuelves a quitarme la ropa sin mi permiso, al menos asegúrate de que yo lo recuerde.
Dominic se recostó en el sofá, sonriendo para sí mismo mientras Cleo saltaba a su lado y Max se acomodaba a sus pies. Esta mujer realmente me trae loco, pensó antes de levantarse para ayudarla a preparar algo de desayuno.
En ese momento la amiga de Bárbara entraba a su apartamento con la llave de repuesto que su amiga le había dado. Encontrando a un Dominic parado en ropa interior en medio de la cocina y a su amiga Bárbara en ropa interior también en la cocina.
/Shy/