Un mundo fantástico, lleno de seres que jamás creíste poder ver, a excepción de los libros, las películas y relatos. Ahora has llegado a este sitio, donde no solo puedes verlos, tocarlos y hablar con ellos, sino que estás dentro del cuerpo de uno de ellos.
Mi nombre es Dagny y está es mi historia. Entré al cuerpo de un ser místico y mágico, nunca entendí por qué, pero no pude tener mejor suerte que esta, al amar todo tipo de historias de fantasía, intentaré vivir bien y vivir feliz.
¿Podré hacerlo?, ¿Tendré dificultades como en el pasado?, ¿Deberé cambiar mi forma de ser para que me acepten?
Sigue mi historia y entérate del final.
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Salió bien.
Al escuchar aquella palabra, Dagny pudo sentir todo ese amor que siempre tuvo, pero que jamás supo valorar como debía. Recordó cada momento feliz pasado con su esposo, lo que hizo que volviera en sí y sin esperarlo, aquel frío que sentía su cuerpo, su corazón lo borró por completo, dejando sorprendidos a todos los dragones.
—Encontraste a la mejor opción para volver Perl— se burlaba el dragón más anciano.
Por supuesto a Perl no le hizo gracia esto y por fin terminó la transferencia de magia hacia su nueva poseedora, se convirtió en la dragona de Dagny, pero claro, ella no lo iba a decir así, desde ese momento en adelante, compartirían el corazón.
No obstante, cuando pensaron que por fin había acabado el tormento de Dagny, comenzó la transformación real.
—Neferet, dime qué está sucediendo— Hope se había asustado al ver como el cuerpo de Dagny se elevó y se retorcía de dolor.
—No había visto algo así jamás, debe ser porque su unión con Perl es perfecta. Anciano, ella dejará de ser una elfa en cuerpo, pero su ser prevalecerá—
Sus ojos estaban maravillados por ver algo así. Pudieron observar como desaparecían las orejas puntiagudas de la albina, también su estatura descendió un poco y por último, en el dorso de su mano derecha, apareció una marca de escama, lo que la hacía parte de los dragones en su totalidad.
Pasados unos minutos, al fin el calvario pasado, quedó atrás. Dagny volvió a tener su respiración normal.
—Lo lograste pequeña— con una sonrisa, la felicitaba el más anciano de los dragones.
—No sabía que era tan doloroso— suspiró con dificultad.
—Todo lo que vale la pena, siempre cuesta un poco más— agregó otro.
—Ahora volverás y no recordarás nada de lo que aquí viste, pero puedo decirte que es un placer tenerte de nuestro lado— así la despidieron, en un instante, todos los dragones desaparecieron.
Hope cargó el cuerpo de Dagny y la llevó a una habitación mucho más acogedora, ahí descansaría hasta que pudiera despertar del trance.
—¿Estás segura que todo va a estar bien?—
—Lo estoy anciano, además ella es fuerte, una mujer como esas pocas veces se encuentra, la única que conozco es a la reina— le dio una palmada en el hombro y salió de la habitación, pues no hacía falta ser adivina para notar lo que su mirada decía.
Hope se acercó hasta estar al costado de Dagny y tomó su mano. —Haces que mi corazón se aceleré mariposa, pero esa no era la manera correcta— colocó su frente sobre el dorso de Dagny.
Cómo el proceso había durado alrededor del día completo, dejaron descansar a Dagny, esperando que para el día siguiente ya se encontrara despierta.
—Tskk— se escuchó dentro de la habitación. —¿Cómo puede siquiera mirarte de esa forma?— Perl había aparecido al fin, era una pequeña dragona.
—A eso se le llama amor, Perl— contrario a lo que esperaban, Dagny había despertado mucho antes. Escuchó todo lo que le había dicho Hope y tuvo que contenerse para no saltar de la emoción. Ahora corroboró que su esposo realmente estaba ahí y que afortunadamente no era Nick, sino más bien aquel hombre que causó sensaciones en ella, que ni sabía que podían existir.—»Será nuestro secreto mi amor«—
—Eres fuerte, lo reconozco. Será un placer trabajar junto a ti— se veía tan tierna al caminar, que incluso si actuaba enojada, Dagny no la tomaría enserio.
—Es un hecho, haré que mis padres se enorgullezcan y tal vez pueda acercarme al príncipe— concluyó.
Enseguida alguien tocó la puerta. —Adelante— habló Dagny
—Me disculpo alteza, pero al escuchar una voz, quise venir a ver si quería algo de cenar—
Hope se había detenido frente a la habitación de Dagny, pero al escuchar que ella hablaba con alguien, decidió acercarse, aunque al final le dolió lo que escuchó. La mujer que amaba, aún tenía la esperanza de acercarse al príncipe, quizás todavía pensaba en casarse con él. Tomando en cuenta que era decisión de Dagny, no pensaba intervenir si así lo quería.
—Excelencia, siendo honesta, realmente me muero de hambre, ¿sería mucha molestia si pido algo de cenar?— quería levantarse, pero su cuerpo se lo impedía, era algo vergonzoso que justo él la tuviera que ver así.
—Enseguida traeré algo, no debe moverse— salió rápidamente de la habitación y casi corrió hasta la cocina para preparar algo de cenar, claro que lo haría el mismo, pues era común en su vida anterior.
—Deberías verte anciano, correr solo para prepararle la cena a tu amor— Neferet se burlaba de él.
—No molestes y si hablamos de edad, tu tienes más que yo, ¿o me equivoco?— le devolvió el golpe.
¿A qué mujer le gusta que le recuerden su edad?. Sin embargo ellos dos se podían llevar así, pues a pesar de las diferencias, eran hermanos, de la dinastía Stilletto, generación tras generación, pasaban sus dones a sus hijos y por eso estaban ahí ellos dos, eran como el sol y la luna, ambos cuidaban a Athel y apoyaban siempre a la reina. Sin duda era hermoso ver cómo se llevaban los dos hermanos, pues Hope no tuvo la valentía de decirle a Neferet que él ya no era a quien tanto quería, por eso era con la única persona que se llevaba tan bien.
Pasada una hora, Hope entró a la habitación con una charola en sus manos. —Alteza, permítame ayudarla a cenar— pidió, pero alguien más se atravesó en su camino.
—Lo haré yo corazón, no espero que lo entiendas, aún así te lo explicaré. La princesa es una chica y tú un chico que ni siquiera conoce, así que no es prudente que los vean juntos y solos en una habitación— Neferet estaba bromeando, solo para ver la reacción de ambos.
—La gran sabia tiene razón excelencia. Le agradezco por todo hasta ahora, pero yo puedo hacerlo— sintió como una daga atravesaba su corazón al escuchar como alguien más le decía corazón a su amor.